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Testimonios por los 40 años de la muerte del obispo Brasca

Por Emilio Grande (h.).- Con motivo de cumplirse 40 años de la muerte del obispo diocesano Antonio Brasca el próximo 26 de junio, desde el Obispado de Rafaela y con la colaboración de amigos que lo trataron durante su vida, en la mañana de ayer hubo una conferencia de prensa en la casa del sacerdote Alcides Suppo (fue secretario canciller de Brasca).
En la oportunidad, también estuvieron Ortencia Ibarra, Marta Berra, Ramón Sánchez y Cayetano Colsani, quienes brindaron testimonios sobre la vida de quien fuera el segundo obispo de la diócesis de Rafaela entre los años 1969 y 1976.
Por este motivo el fin de semana que viene habrá dos misas que recordarán su memoria en la Catedral San Rafael: el sábado 25 a las 19 y el domingo 26 a las 11, en esta última con la presencia de sus familiares de Cañada de Gómez. A continuación los testimonios de los citados:
* Suppo: «fue el sucesor de monseñor Zazpe, un hombre que tuvo prestigio nacional. Brasca fue elegido posiblemente por monseñor Fasolino, pensaba que respondía al perfil de esta Diócesis porque era un hombre sencillo, de estudio, de lectura, muy cercano a la gente y con una característica muy personal de él: la bondad. Comprometido desde la Iglesia con los avatares del momento de transición muy fuerte, de lucha de liberación. Significó para él sufrimientos dentro del Episcopado porque también estaban los obispos rigurosos, que lo acorralaban en las reuniones. Las posturas de él coincidían con las de Devoto (obispo de Goya), Angelelli (La Rioja) en una línea de apertura, con la que asume hoy el Papa actual».
* Colsani: «con mi familia lo sentimos muy cercano, lo conocí en los movimientos juveniles. Nos impactó siempre la hospitalidad, la bonhomía, la actitud de servicio. Le tocó una época de la Iglesia argentina muy difícil. Escuchar al papa Francisco rememoramos cosas que él nos decía: ‘no como recibo a los pobres sino cómo me reciben a mí’; las discusiones en el grupo de reflexión eran qué es ser pobre y cuál es el espíritu de pobreza. No le interesaba la figuración, se le cuestionaba que fuera excesivamente humilde. La Diócesis ganó muchísimo lo que sembró con su dolor».
* Sánchez: «mi vida al lado de Brasca fue primero en la parroquia de María Juana, conocerlo hasta en sus actitudes, sus movimientos cotidianos, no parecía un cura; amigo de todo el pueblo y con un sentido marcado del humor. En mi vida personal todo lo que me sucedió fue a raíz de haberme llevado sin decírmelo por diferentes caminos. Después me invitó a vivir en Rafaela y me alojó en la parroquia de Fátima (en Rafaela) mi último año de soltero, vivir con él era de lo más impactante, tomaba el evangelio y se reía de los personajes de aquella época. En mi familia está siempre presente».
* Berra: «hablar de Brasca es pensar en Francisco, realmente fue padre, algún día lo van a beatificar por los testimonios de la gente, fue un hombre de Dios. Me invitó a que representara a la Diócesis, yo tenía tres años como docente, en el Departamento de Educación en el CELAM (Comisión Episcopal Latinoamericano), para la pastoral educativa. Brasca siempre tuvo presente al evangelio y me marcó como pastor. Casaretto (tercer obispo) me dijo luego que pudo descubrir cómo Brasca quería a sus sacerdotes. Le pusimos su nombre a la biblioteca de la Fundación Espacios de Aprendizaje y Capacitación».
* Ibarra: «hablo de su época de párroco de Fátima, era un hombre santo para nosotros, visitaba mucho las casas del barrio. Después de todos los testimonios hermosos que escuché, se destacó por su sencillez y su humildad; también era firme en su fe y sus principios religiosos. Fueron tiempos de renovación dentro del Iglesia, que yo los vivía con alegría y nos hacía pensar para ser fieles a Cristo».

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