Por Emilio Grande (h.).- El fin de semana pasado la Iglesia Católica celebró la IX Jornada Mundial de los Pobres, una iniciativa creada por el papa Francisco para reflexionar y tomar conciencia sobre una dolorosa realidad que padecen millones de personas en el mundo. El lema de este año fue “Tú, Señor, eres mi esperanza”, una plegaria tomada del Salmo 71, que expresa una firme confianza en el amor de Dios en medio de las dificultades y angustias.
En la misa celebrada en la Basílica de San Pedro ante 6.000 personas y 12.000 fieles tuvieron que seguir la misa a través de pantallas gigantes instaladas en la Plaza de San Pedro, el papa León XIV pidió a los líderes del mundo que escuchen el clamor de quienes sufren y que se promuevan políticas fundadas en la justicia. Exhortó a construir una “cultura de la atención” para derribar la soledad que atraviesa las pobrezas materiales, morales y espirituales, especialmente los más jóvenes.
“¡Cuántas pobrezas oprimen nuestro mundo! Son pobrezas materiales, pero también existen muchas situaciones morales y espirituales, que a menudo afectan sobre todo a los más jóvenes. Y el drama que las atraviesa a todas de manera transversal es la soledad. Ella nos desafía a mirar la pobreza de modo integral, porque ciertamente a veces es necesario responder a las necesidades urgentes, pero en general lo que debemos desarrollar es una cultura de la atención, precisamente para romper el muro de la soledad. Por eso queremos estar atentos al otro, a cada persona, allí donde estamos, allí donde vivimos, transmitiendo esta actitud ya desde la familia, para vivirla concretamente en los lugares de trabajo y de estudio, en las diversas comunidades, en el mundo digital, en todas partes, empujándonos hasta los márgenes y convirtiéndonos en testigos de la ternura de Dios”, destacó el Papa.
Y agregó: “La pobreza interpela a los cristianos, pero interpela también a todos aquellos que en la sociedad tienen roles de responsabilidad. Exhorto a los Jefes de Estado y a los responsables de las naciones a escuchar el grito de los más pobres. No podrá haber paz sin justicia y los pobres nos lo recuerdan de muchas maneras, con su migración, así como con su grito tantas veces sofocado por el mito del bienestar y del progreso que no tiene en cuenta a todos, y que incluso olvida a muchas criaturas abandonándolas a su propio destino”.
El arzobispo de Buenos Aires Jorge García Cuerva exhortó a la comunidad a recuperar una mirada capaz de reconocer a Cristo en los más vulnerables y a asumir un compromiso concreto y sostenido con ellos. Alertó sobre dos males contemporáneos: la cultura de la indiferencia y la cultura de la impotencia, que hace creer que nada puede cambiar. “Nos conformamos con pequeños gestos porque creemos que está todo perdido. Pero el Evangelio nos invita a poner el cuerpo, el tiempo y el corazón”, afirmó.
Desde la comisión de Cáritas diocesana de Rafaela “queremos invitarlos a celebrar, junto a sus comunidades esta jornada donde se quiere poner a aquellos hermanos que sufren diferentes situaciones de pobreza como motivo de nuestra oración comunitaria en cada eucaristía”.
Mientras sigue bajando la pobreza a nivel nacional (actualmente del 31,6%) por la desaceleración de la inflación, hay unos 14.500.000 de argentinos que viven en esta situación apremiante de no llegar a fin de mes, teniendo trabajos informales y un futuro con incertidumbre.
La pobreza constituye un escándalo social en la bendita tierra argentina, pródiga con todos los climas, suelos y corrientes inmigratorias. Hay un divorcio entre la clase dirigente y la gente de a pie, que caminan por andariveles diferentes, en un contexto de estrechez económica, donde 3 de cada 4 argentinos no llega a fin y no puede ahorrar.
Más allá de esta jornada puntual, los pobres en sus distintas expresiones (materiales y espirituales) nos siguen interpelando como sociedad, frente a una “cultura del descarte” como tanto insistió el papa Francisco.







