Religión y educación: ¿por qué, quien, dónde y cómo?

Educar en la espiritualidad es educar personas libres, capaces de hacerse preguntas profundas acerca de la vida, el dolor y la muerte, solidarias y empáticas.

Por Luciana Mazzei.- En el año 2017, en la provincia de Corrientes, el ministro de Educación Esteban Bullrich se pronunció a favor de “enseñar sobre las diferentes culturas religiosas”, algo que consideró “afín con la enseñanza laica” porque “incrementa el acervo cultural, promueve la tolerancia y fomenta el entendimiento entre los que piensan o creen distinto».

El dirigente católico Julio César Labaké, doctor en Psicología Social y miembro de número de la Academia Nacional de Educación, destacó la importancia que tiene incorporar la dimensión trascendente: “Las ciencias que se aprenden capacitan para el ‘cómo’ se puede y se debe resolver cada problema fáctico de la vida. Pero el ‘porqué’ de la vida, ese que tiene que ver con el sentido de la existencia’ escapa a las ciencias y entra en el campo de la filosofía o de la fe. Es lo que bellamente dijo Gabriel Marcel: ‘El hombre es problema y misterio’. Al problema lo resuelven las ciencias y la tecnología. Al misterio no. Allí entra la dimensión trascendente y/o religiosa de la vida” (Las religiones en los colegios estatales: ¿Un debate que se viene?).

Además de los beneficios que considera el ministro, la religiosidad es una dimensión constitutiva de la persona. Como seres humanos somos mente, cuerpo y espíritu y es esta última dimensión la que nos diferencias sustancialmente del resto de los seres vivos.

La dimensión religiosa, espiritual o trascendente, es aquella que nos lleva a salir de nosotros mismos, para donarnos a los demás y al mundo en qué vivimos. Es aquella que, más tarde o más temprano nos hace preguntarnos sobre las verdades más profundas de la vida: quién soy, para qué estoy en el mundo, cuál es el sentido de mi vida, por qué sufrimos, como afrontar el dolor por la muerte, cuáles son mis valores.

Según Yeppes Stork, el hombre es religioso por naturaleza, y esto lo podemos constatar haciendo un recorrido por la historia de la humanidad, reconociendo cómo desde tiempos inmemoriales el hombre buscó primero en la naturaleza, un ser superior a él mismo, que le diera sentido a la propia vida. Mas tarde, griego y romanos, con sus dioses buscaron darle sentido a los avatares de la vida y al propio destino.

Con la ilustración, el laicismo y el secularismo fueron impregnando la sociedad, dejando para el ámbito privado las prácticas y creencias religiosas, bajo la consigna de la libertad y de elección de creencias. Así la familia se fue excluyendo para vivir sus tradiciones y transmitir la fe, por miedo al qué dirán o a parecer antiguos en sus pensamientos.

Esto no sólo impactó en la educación que los padres quieren transmitir a los hijos sino en la confusión entre religiosidad y religión. Como dije, el hombre es religioso por naturaleza y cuando esta dimensión no es desarrollada en equilibrio junto con el cuerpo y la mente, la persona cae en el vacío. Un vacío del sentido de la propia vida, sin rumbo, sin valores que orienten su accionar, se vuelve individualista y superfluo.

Educar en la espiritualidad es educar personas libres, capaces de hacerse preguntas profundas acerca de la vida, el dolor y la muerte, solidarias y empáticas. Y si le sumamos la creencia en un ser superior y unas prácticas religiosas que inviten a la autorreflexión, el autoconocimiento y la madurez estaremos formando personas más sabias, capaces de mirarse y mirar al otro desde el amor a la verdad.

El hombre de hoy tiene miedo a la espiritualidad, porque lo invita a mirarse con espíritu crítico, reconocer las limitaciones y trabajar para ser mejores personas. Hoy la invitación es a no temer mirarnos, conocernos y trascendernos.

Estamos de paso y nuestra tarea es dejar esta partecita del mundo que nos rodea un poco mejor de lo que estaba cuando llegamos, poniendo al servicio nuestros dones.

Volviendo a Marcel, hombre es problema y misterio… al misterio lo resuelve la dimensión trascendente o religiosa.

La autora es magister en orientación familiar, radicada en la ciudad de Rafaela.

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