Por Eduardo Reina.- Javier Milei quiso ir por todo. Pero para ir por todo, primero hay que empezar con algo. Y él comenzó con lo que tenía a mano: los recortes, la inflación y la promesa de un país “sin casta”. Su gobierno se edificó como un gran acto performativo -en el sentido de J. L. Austin– donde cada discurso, cada grito y cada gesto desbordado formaban parte del relato de la redención nacional.
Sin embargo, la realidad no entiende de magia. Mientras el presidente se consagra en su propio show, miles de argentinos viven una rutina que no tiene aplausos ni luces. Muchos adultos mayores siguen trabajando después de la edad jubilatoria, no por vocación, sino por necesidad. Los ingresos son insuficientes, las desigualdades estructurales se agrandan y las mujeres -las más castigadas por la brecha salarial y la informalidad– perciben jubilaciones aún más bajas.
El índice de confianza en el Gobierno cayó un 13 %, según la Universidad Torcuato Di Tella, justo cuando el escándalo Espert-Machado volvió a mezclar política, dinero y narcotráfico. Esa concepción de tapar la crisis con espectáculo se ha vuelto cotidiana. Cristina Kirchner también bailaba en los escenarios populares mientras el drama social se profundizaba y su público era atraído con un sándwich y una gaseosa. Hoy, como entonces, el país invisible sigue sosteniendo a la Argentina con su esfuerzo silencioso.
La paradoja es brutal: mientras el Gobierno habla de libertad, miles de jubilados viven presos de la necesidad.
En El mago del Kremlin, Giuliano da Empoli retrata a Vadim Baranov, el gran manipulador del régimen ruso. Un hombre que convierte a su país en un laboratorio político donde todo es teatro: la emoción, el miedo, la verdad. Vadim lo controla todo, hasta que la maquinaria que construyó comienza a devorarlo. Enredado en su propia red de aduladores, oligarcas y enemigos imaginarios, termina prisionero del poder que ayudó a perfeccionar.
Milei parece seguir un camino parecido. Ha creado un sistema político donde la lealtad se mide en aplausos y la disidencia se castiga con desprecio público, insultos y cancelaciones. Los aduladores se multiplican, los operadores sobreviven y los ministros se diluyen. En su entorno, el poder no se ejerce: se representa.
José Luis Espert fue incluso ninguneado por el propio narco Federico “Fred” Machado, quien se jactó de haberle “tirado unos manguitos”. Así, la idea de formar un partido serio se transforma en una franquicia política donde cada interesado debe financiar su propio territorio. Es la privatización de la política: cada cual busca sus recursos, favores o contactos. Donde hay dinero sin control, siempre hay sombras. Y ya empezamos a verlas.
En su ilusión de refundar la Argentina, Milei ha ido perdiendo lo que más necesita: credibilidad. Su narrativa heroica, eficaz en campaña, hoy choca con los límites de la gestión. Los resultados económicos se complican, el desgaste social crece y el discurso del enemigo empieza a sonar repetido. La furia ya no emociona: cansa.
Como Vadim en El mago del Kremlin, Milei corre el riesgo de quedarse aislado, rodeado de aplaudidores y fantasmas.
Milei encarna la paradoja del poder contemporáneo: nació de la indignación, pero puede hundirse en la misma soberbia que denunció. El espectáculo que lo hizo irresistible se transforma en su propia condena.
El poder, cuando se convierte en escenario, deja de escuchar. La ilusión libertaria pudo ser un punto de partida. Pero para refundar un país no basta con encender fuegos artificiales: hacen falta instituciones, consensos y empatía. Milei eligió el camino inverso. Prefirió el ruido, la confrontación y el mito de la pureza ideológica.
Como el mago del Kremlin, sigue creyendo que controla el relato. Lo que no advierte es que el relato ya empezó a controlarlo a él.
Fuente: https://www.perfil.com/ El autor es analista politico, consultor especializado en Comunicación Institucional y Política, doctorando en Comunicación (Universidad Catolica Argentina), magister en Comunicación y Marketing Político en la Universidad del Salvador. Postgraduate Business and Management por la Universidad de California Ext. Berkeley, EE.UU. profesor Protitular en UCA. @ossoreina