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“En la vida cotidiana se articulan prácticas de saber, deseo y poder”

Por María Paz Caruso y Emilio Grande (h.).  Pedro Sotolongo Codina científico cubano de 73 años y pionero de los estudios de complejidad en América Latina, es presidente fundador de la Cátedra para el Estudio de la Complejidad; investigador titular; organizador de los Seminarios Bienales Internacionales de Complejidad de La Habana y de los Talleres Bienales Cubanos de Complejidad: miembro del Buró Ejecutivo del Comité Nacional Cubano de Bioética.
Ha sido merecedor de las órdenes, Carlos J. Finlay -la más alta conferida por el Consejo de Estado de la República de Cuba a científicos del país por la relevancia de su obra- y Juan T. Roig, por 25 años de labor ininterrumpida en el sector de la ciencia.
La siguiente entrevista se realizó en el marco del Seminario “Comunicación y autodispositivos colectivos” de la Maestría en Comunicación Estratégica que brinda la Universidad Nacional de Rosario.
-¿De qué manera los autodispositivos aportan a la comunicación estratégica?
-Nos acercan a comprender cómo es la sociedad, o sea un punto de partida ontológico social nos ubica a los autodispositivos colectivos comunicacionales dentro de estos regímenes de prácticas colectivas características de la vida cotidiana, patrones de interacción social en su dimensión discursiva comunicacional.
Los ingredientes de ese segmento aglutinador son las prácticas cotidianas de poder, deseo, saber y discurso. Nos comunicamos en buena medida a través de la dimensión discursiva, pero que vehicula deseos satisfechos y no satisfechos, poder dominante y contrapoder dominado, saberes legitimadores o deslegitimadores, y el propio discurso intenta legitimar ese poder, saber y deseo satisfecho o deslegitimar ese contrapoder, deseo insatisfecho y discurso deslegitimante.
-¿Por qué se concibe a la sociedad como un sistema dinámico complejo?
-La sociedad y lo comunicacional son globalidades complejas, cuyas propiedades no se reducen a la suma de las propiedades de las partes, que son capaces de comportarse de maneras complejas: autoorganizantemente, con procesos emergentes, quedando atraídos por ciertos tipos de atractores, bifurcándose, fractalizándose. Las estrategias de indagación deben ser apropiadas para ese tipo de dinámicas y comportamientos, pero no fue tocada por la ciencia tradicional, por eso se llama de lo que quedó en el medio de esos dos ámbitos de la ciencia tradicional y del costado irregular del mundo porque siempre hay una gama de alternativas.
En la medida que lo comunicacional como parte de la sociedad es un subsistema complejo se necesitan estrategias de indagación para esos procesos. La comunicación estratégica debería converger y pienso que lo hace con estas estrategias y tienen que adecuarse a la índole de esas dimensiones, pero no quiere decir desvirtuarse sino tener en cuenta la especificidad del ámbito de la dimensión comunicacional de lo social.
-¿Qué le incentivó a pensar la complejidad desde lo social, saliendo del ámbito de las ciencias duras del que usted proviene?
-Es el resultado de una trayectoria de vida. Me gradué de máster en Física a los 27 años, trabajé 16 años en el ámbito del uso pacífico de la energía en el Instituto de Física Nuclear inaugurado en La Habana, luego me llevaron a la sede central de la Academia de Ciencias de Cuba para una dirección que se estaba creando de Planeamiento a mediano plazo en investigaciones científicas en los años 60, estudiamos la experiencia de muchos países. Empecé a toparme no tanto con problemas naturales sino también con los procesos sociales. Quise hacer un doctorado, leí mucho sobre la revolución científica y técnica contemporánea y no encontraba respuestas a lo que leía, fue el momento de ponerme a escribir con mis criterios, el resultado fue una tesis de grado con preguntas que me hacía sobre la revolución científica y técnica contemporánea y la sociedad, si eran procesos casuales o estaban condicionados por ciertas características y los efectos que podía tener.
A partir de esto surge una tesis de doctorado en Filosofía Social en 1984 y luego me trasladé del ámbito nuclear al filosófico en el Instituto de La Habana. Pero en 1998 de manera casual y del azar, la que era directora del Instituto me dio un libro de una cubana sobre la complejidad muy interesante y me topé con este tema. Yo estaba trabajando en esto que dio lugar al libro “Teoría social y vida cotidiana”, pero no tenía el subtítulo y cuando me di cuenta que la complejidad existía, incorporaba esas estrategias de indagación y la noción de patrón de interacción social y así nació el subtítulo del libro “La sociedad como sistema dinámico complejo”.
En 2001 se creó la cátedra para el estudio de complejidad en La Habana, que dirigí durante 10 años, con un éxito enorme porque era en el momento adecuado, habiendo hecho cuatro eventos bienales con los mejores exponentes del campo: Edgar Morin, Fritjof Capra, Pablo González Casanova, Enrique Leff, entre otros. Ahora quedé como presidente fundador de la cátedra, mis colegas hicieron dos eventos más y en febrero del 2014 será el séptimo.
-Vivió antes y durante la revolución cubana que se produjo en 1959, ¿cómo fue su amistad del azar con el Che Guevara?
-Tenía 18 años cuando triunfó la revolución en Cuba y el Che era el segundo de la revolución junto a Fidel Castro, también estaban Saúl, Camilo y Almeida, figuras que se hicieron muy populares.
En el caso del Che como no era cubano y con esa manera de ser reflexiva, tranquila, hablaba muy bajito y con ese acento argentino simpatizó mucho con el pueblo cubano y viceversa. Fue el que tomó la ciudad de Santa Clara, que fue la batalla decisiva, y la caída de la dictadura de Batista. Fue una euforia enorme en el pueblo que emergió el 1 de enero de 1959; la figura del Che tenía mucho magnetismo y era muy atractiva. El azar me hizo que lo conociera porque empezaron a dar becas para la entonces Unión Soviética, aspiré a una y la conseguí; él se reunió con nosotros, hablé con él más de una vez. El había visitado la Unión Soviética y nos contaba cómo era, lo que veía, nos daba consejos.
Le tengo gran admiración porque siempre dijo lo que pensó y siempre hizo lo que dijo hasta las últimas consecuencias. Fue capaz de ir a México, Congo y Bolivia a estar dispuesto a dar la vida por la libertad de otro país es admirable. Tiene dos frases en una, que hay que meditar en ello: “Un revolucionario tiene derecho a cansarse pero dejar de ser revolucionario; en todo revolucionario tiene que haber una gran dosis y cuota de amor a los ideales colectivos de la humanidad”.

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