Ortega Peña: el hombre que firmó su sentencia de muerte

Expresa la tragedia de los sectores a la izquierda del peronismo que confundieron la potencialidad como sujeto revolucionario de la clase obrera con el movimiento burgués que a todo paso intentó contenerla o desviarla. La tragedia de la generación de los 70 y las valiosas lecciones de la historia, se condensan en los miles que, como Rodolfo Ortega Peña, soñaron con una sociedad liberada de la explotación capitalista y apostaron su vida a ello.

Por Ricardo Miguel Fessia.- El 31 de julio de 1974, el día de su asesinato, su entorno más cercano le había recomendado que redujera su exposición pública y reforzara su seguridad, a lo que respondió: “la muerte no duele”. Para esta época, lejos había quedado la etapa de la resistencia peronista. “El Cordobazo”, en 1969, había abierto un proceso revolucionario que destacó una combativa vanguardia obrera y juvenil que desafiaba la dominación del capital en la Argentina, proceso que se repetía a nivel internacional.

Para enero de ese año de 1974, el General Juan D. Perón había tenido una reunión televisada con los diputados de la Juventud Peronista, que estaban en contra de una reforma del Código Penal, que bajo la excusa de frenar a la guerrilla, dejaba un vacío legal que podía ser utilizado para declarar acto de terrorismo a las crecientes huelgas o cualquier conflicto social.

El grupo de los ocho, se había manifestado en contra del proyecto y que no lo votaría. Por ello, Perón los convocó a la residencia para conversar. Cuando llegaron se sorprendieron que todo era un set de televisión, donde el General estaba con una cantidad de adláteres y toda la prensa posible. Era claro que eso no estaba previsto y que todos entendieron que era una reunión a puerta cerrada donde cada uno podría presentar su posición.

Solo habló el general Perón y fue bastante claro y contundente: “en una semana se termina todo esto, porque formo una fuerza suficiente, lo voy a buscar a usted y lo mato”. Nada que agregar.

Tras la “masacre de Pacheco”, -la medianoche del 29 de mayo de 1974 cuando tres obreros fueron secuestrados de un local del Partido Socialista de los Trabajadores en la localidad de El Talar, General Pacheco, y luego asesinados por 20 integrantes de la Triple A- el “Pelado” Ortega Peña afirmó: “estos asesinatos tienen nombre y apellido: Juan Domingo Perón”, frase que sería su sentencia de muerte.

Dos meses más tarde, sería emboscado en la intersección de Carlos Pellegrini y Arenales por un comando de la Triple A, ese grupo armado que les había anunciado el General, que en un operativo dirigido por el subcomisario de la PFA Rodolfo Almirón, le propinó más de veinte balazos (ocho de ellos en la cabeza) que terminarían con su vida. Su esposa, Elena Villagra, quien lo acompañaba, sería gravemente herida.

Para el momento de su asesinato -casi un mes después de la muerte de Perón- el gobierno lo consideraba un enemigo declarado y López Rega lo tenía en su lista negra, entre otras razones porque Ortega Peña jamás dejó de denunciar el accionar criminal de la Triple A, que primero perpetró de manera solapada y para ese momento ya era desembozado.

Había nacido en el seno de la familia de clase media alta y, por supuesto, no peronista. Se recibió de abogado a los 20 años, haciendo al mismo tiempo la carrera de Filosofía, y después estudió Ciencias Económicas.

Ese entorno familiar de alto perfil intelectual, fue estimulado por sus padres en su condición de hijo único, y cultivó una gran ambición de poder. Cuando se recibe descubre que a todas sus capacidades de formación de elite las puede utilizar para un objetivo más humanitario. En adelante se compromete y elige un camino del que después no se puede apartar por sus características personales y por el contexto propio de la época.

En las elecciones del 11 de marzo de 1973 fue elegido diputado nacional por la provincia de Buenos Aires. En su juramento como diputado de la Nación utilizó la frase “la sangre derramada no será negociada”.

En 1973 y con Eduardo Luis Duhalde, lanzaron la revista Militancia Peronista, de mucha repercusión entre los militantes de la época. En junio de 1974 la revista fue clausurada por decreto de Juan Domingo Perón y por lo que decidieron lanzar una publicación similar, bajo el nombre “De Frente”, que también fue clausurada.

El asesinato de Ortega Peña, sacudió al país entero. Su velorio, realizado en la Federación Gráfica Bonaerense, fue un desfile incesante de miles de personas. La caravana que acompañó sus restos al cementerio de la Chacharita sería brutalmente reprimida, con un saldo de más de 380 detenidos entre los que se encontraban obreros gráficos, y militantes de la mayoría de las organizaciones de izquierda desde el Peronismo de Base hasta el PST y el ERP. Con el detalle macabro de que la represión fue ejecutada por el comisario general Alberto Villar, superior de Rodolfo Almirón, quien también integró la cúpula de la Triple A.

Ortega Peña expresa la tragedia de aquellos sectores a la izquierda del peronismo que confundieron la potencialidad como sujeto revolucionario de la clase obrera con el movimiento burgués que a todo paso intentó contenerla o desviarla. La tragedia de la generación de los 70 y las valiosas lecciones de la historia, se condensan en los miles que, como Rodolfo Ortega Peña, soñaron con una sociedad liberada de la explotación capitalista y apostaron su vida a ello. Hoy, cuando hay digresión de valores y principios, bien vale la reivindicación de su figura, como la crítica a su estrategia política y el análisis de los hechos históricos sujeto exclusivamente a la objetividad y no a los relatos circunstanciales.

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