Por Ricardo Miguel Fessia.- Las imágenes y los hechos -que es lo más triste- se repiten: el Mediterráneo y la riviera francesa. Con nostalgia recordamos esa semanita de descanso en medio del fragor de la campaña electoral del compañero Insaurralde en el yate “Bandido” junto a Sofía, casi una pareja ideal, de ensueño. Dicho sea de paso, el modesto chinchorro está a la venta y los interesados pueden consultar en la página de “James Editión” en donde se lo publica por 4.950.000 millones de dólares.
Ahora recibimos la triste noticia del “accidente” ígneo del “Sea Lady II” en Saint Tropez, el barco de 40 metros de eslora y bandera de Malta del también compañero José Luis Manzano, del que todos y todas agradecemos por los servicios a la patria en sus días que, enfundado en trajes con amplias hombreras al modo de “Loco Mia”, fungía de jefe del bloque justicialista y luego Ministro, del mejor presidente de la Argentina -según N. C. Kirchner- que fue el célebre riojano. Hoy inmortalizado en la pantalla chica.
Pero todo aquello es hoy, por eso tomamos la pluma. No es nostalgia, tampoco memoria, es historia y es presente.
A ese festival marítimo de lujosas embarcaciones se le adiciona otro personaje que llegó al firmamento de los famosos de la mano de la (mala) política. Un tal Ariel García Furfaro, más conocido como el “zar del fentanilo”, casi un calco del “rey del cloro”, Mauricio Filiberti otra estrella en el firmamento de los ultra millonarios con yate en la Mediterráneo gracias al “gran movimiento nacional y popular” y como demostración empírica de la “movilidad social ascendente” un dogma inalterado.
En el caso de García Furfaro la cuestión ya no es el negocio, la trampa, la conducta venal, el desfalco. Hasta ahora lleva varias decenas de muertos.
El mendocino Manzano se formó en esa cantera de la política y de la misma le sacó todo el jugo posible y un poco más: tomó las oportunidades que da el Estado o las que, por debajo de la mesa, le hacen dar al Estado. En un verdadero sinceridicio acuñó la fórmula de “robo para la corona” cuando la corona estaba en cabeza “del Carlo”.
En esa primera camada de diputados del 83 Manzano desembarcó en Capital con un bolsito y una saco raído. De inmediato buscó “palenque ande rascarse”, abrazó la causa renovadora -siempre en el peronismo hay un grupo renovador- y se pegó con el petrolero Ibáñez, poderoso sindicalista y muy allegado a Lorenzo Miguel. Con esa escuela y bastante coraje, de nada llegó a la jefatura del bloque y se pudo al frente de la renovación generacional y un acuerdo con grupos de radicales. Cuando el 89, en una cabriola intrépida desde la “renovación” llegó al menemismo. No trate, estimado lector, en entender esto. En el 91 cuando se marcha Mera Figueroa, desembarca en un despacho contiguo al presidente como Ministro del Interior. Si algo faltaba a le gestión era eso.
Jugador de toda la cancha, con descaro y voracidad por el billete, desde aquellos días transó negocios con todos los gobiernos. Cuando se cayó la estantería y en un gesto patriótico, se fue a la cuna del imperialismo más cruel y despiadado, como les gusta llamar a los compañeros, y amasó fortuna con Mas Canosa, el cubano anticastrista. Pero no se olvida de la patria chica, así que le dio una mano a Sergio T. Massa y ahora tira elogios al Milei presidente.

Pero por estos días hay una historia -aquellas causas, este presente- que permite entender mejor. Se trata del empresario -todos somos empresarios- Ariel García Furfaro, un hombre de talento y de arrojo, tanto que para aprovechar un tiempo en el que fue víctima del “law fare” tuvo que pasar una temporada guardado -poco menos de tres años-, se recibió de abogado en la cárcel. Pero no ocupó todo el tiempo en ello, organizó un sindicato de detenidos. La causa de su encierro fue por intentar matar a un dependiente; cosas de momento, calenturas.
Apenas un pie en la calle buscó contención y la encontró en “Kolina”, esa agrupación de Alicia Kirchner. Con ese auspicio armó una verdulería bien popular. Paso un tiempito y no le encontró la vuelta, supo que dinero y poder con tomates y zapallitos no podría hacer. Buscó algo en el rubro y con unos amigos armó un laboratorio, de nombre Apolo. Todo bien, pero en una madrugada de junio de 2016 todo voló por los aires -literal-, como el yate, también en un accidente. Algún investigador aportó había contrabando de sueros y tenía autorización para importar y producir efedrina. Si, esa sustancia fundamental en la farmacología, mejor dicho, que también se usa en la producción de remedios.
Uno de los socios en “Apolo” era Jorge Salinas, oportunamente vinculado a la causa de la mafia de los medicamentos que estaba a cargo de Oyarbide; un maestro de la “no investigación”. Un matrimonio proveniente del sur del país puede dar plena fe de ello.
La justicia otra vez con el aliento en la nuca y decidió apostar por la producción y el trabajo y compró en quiebra, el laboratorio “HLB Pharma”, con el que se dedicó a importar y producir drogas y medicamentos. Ahora la justicia, que le encanta armar causas, lo tiene apuntado por distribuir el fentanilo contaminado que causó más de medio centenar de muertes.
No intente seguir el ejemplo del éxito. Sólo la corrupción, que se traduce en falta de control, puede explicar cómo funcionó y crecen estos emprendimientos.
La investigación llegó a juicio y el Dr. García Furfaro fue sobreseído, pero a dos de sus socios los condenaron. El pesado castigo por tales hechos se arregló con una “probation” o suspensión de juicio a pruebas que se traduce en trabajos comunitarios. Esas tareas las desarrollaron en el museo peronista de San Nicolás. Un detalle, García Furfaro era el abogado de ese museo.
Por las muertes por el insumo de lo que debía curar, el juez Ernesto Kreplak esta llevando adelante las investigaciones, pero esto es una verdadera caja de Pandora; uno nunca sabe hasta donde llegar pero se puede imaginar algo.
Poe ejemplo, una de las cosas que pueden aparecer es que parte del fentanilo importado por García Furfaro para hacer medicamentos haya sido derivado al mercado negro, es decir a grupos de narcotraficantes. El fentanilo es un potente fármaco opiáceo sintético que es aprobado por las autoridades para uso como analgésico -para aliviar el dolor- y anestésico.
Es la droga “de moda” y algunos la llaman “droga zombi” y sus efectos son de hasta 50 veces más fuerte que la heroína y 100 veces más que la morfina. Los narcos usan para cortar drogas.
En marzo del 2020 llegó a estas costas el Covid. Nos sorprendió con la guarda baja y no teníamos vacunas ni quien nos venda. Pero las cosas ocurren por algo; ese algo fue la aparición del productor cinematográfico Fernando Sulichin, argentino radicado en EE.UU, a fines de los ochenta y se dedicó al cine y fue gestor de varios documentales sobre personajes vivos. Uno de ellos fue el comandante Chávez y de ellos le quedó algún contacto como el embajador bolivariano Sánchez Arvaláiz al que vinculó a García Furfaro para ingresar al fondo de inversión ruso dueño de la Sputnik. De movimientos rápidos, antes de chistar nuestro evocado registró la vacuna a su nombre. De la nada se convirtió en el hombre más importante y de ahí su relación con Alberto Fernández que le pidió lo acompañe en ese vuelo histórico hacia Moscú junto a Vizzoti, otrora ministra del rubro.
En el mientras tanto, para no dejar pasar nada, armó un kiosco para vender barbijos y otras chucherías. En la urgencia se hicieron laxos los controles y se convirtió en principal proveedor de Santa Fe y Buenos Aires. En ese revoleo, pero ayudado por amigos, importó equipos chinos para montar una planta en Ciudad del Este. Al parecer es un lugar estratégico para la distribución.
El diablo metió la cola, decía mi abuela. Se contaminaron dos lotes, cosa que tomó nota el sanatorio Italiano de La Plata. Sin esa denuncia no hubiera habido inspecciones ni allanamientos ni la comprobación tardía de las anomalías groseras y el incumplimiento de normas esenciales en “HLB Pharma”, la planta farmacéutica Ramallo y la Droguería Alfarma. Todas clausuradas.
No se puede entender cómo, con los antecedentes de Ariel García Furfaro, en verdad son tres hermanos, los otros son Diego y Damian, la Anmat lo autorizara a importar fentanilo sin ningún seguimiento. En el juzgado han puesto el foco en dos denuncias del propio García Furfaro. Una dice que tuvo que destruir cinco de los nueve kilos de la última compra de fentanilo porque habían vencido. La otra es más rarita todavía: con la barahúnda a pleno, ocurrió un incendio en la planta que destruyó documentación. Digamos, “Apolo bis” o más trágico, y obra de una de las gestiones justicialistas, media ciudad cordobesa voló.
Para no dejarlo así y completar toda una maniobra hilarante sin algún resquicio queda por lo ocurrido con el lujoso bajel del tupungatino, apareció en escena Sebastián Nanini, que blande en su curriculum vitae ser funcionario de la Municipalidad de José C. Paz, a cargo del compañero Mario Ishii, ex apoderado de la lista “PJ Todos” y ex abogado del empresario sureño Lázaro Báez y de su ex mujer, Norma Calismonte. Este profesional presentó un escrito en el juzgado de Kreplak donde argumenta ser el nuevo dueño de “HLB Pharma”. Pero nunca más volvió por mesa de entradas de la sede jurisdiccional.