¿Cómo será la alternativa a Javier Milei?

Mientras el Presidente busca aliados legislativos, Pro se divide entre el apoyo al mileísmo y la resistencia.

Por Joaquín Morales Solá.- Mauricio Macri calla y se deja ver muy poco. Pero el partido que él fundó, Pro, anunció un acuerdo electoral con Javier Milei en la decisiva provincia de Buenos Aires. Cerca de la mitad de los trece intendentes que tiene Pro en ese vasto distrito (descontados tres que ya se pasaron a La Libertad Avanza) decidieron no acatar el proyecto acuerdista de los dirigentes bonaerenses Cristian Ritondo, Diego Santilli y Guillermo Montenegro. Macri detesta, dicen, que la política argentina deba optar solo entre Milei o Cristina Kirchner. Aunque difieren fuertemente en muchas políticas fundamentales, el actual presidente y la expresidenta presa coinciden en cacarear su condición de políticos antisistema. Cerca de Macri recuerdan siempre que cuando promediaba su mandato, poco antes de ganar las elecciones legislativas de 2017, el riesgo país de la Argentina estaba en apenas 342 puntos básicos. Deberían agregar que, además, el déficit fiscal era entonces del 4 por ciento del PBI. El riesgo país en tiempos de Milei, también casi en la mitad de su mandato, acaba de subir un poco más y se colocó en 770 puntos el viernes último. El doble del que tenía su amigo Macri (¿o examigo?), aunque Milei logró el superávit fiscal desde el primer año de su gestión. ¿Por qué esa contradicción? ¿Por qué el presidente que tenía déficit fiscal pudo reducir el riesgo país a la mitad del que debe sobrellevar el presidente que consiguió poner orden, por fin, en las cuentas públicas? Solo el agresivo y autoritario estilo presidencial de hacer política y su desdén por la conversación política y los acuerdos pueden explicar semejante paradoja. Quienes hablan con Macri aseguran que lo ven más cerca de ayudar a construir una alternativa razonable a Milei que seducido por la cercanía con el Presidente. No aspira ni quiere que lo releven al actual mandatario, pero todo liderazgo político necesita de una alternativa. Y la termina teniendo, buena o mala. En esa línea de pensamiento es cuando aparece Cristina Kirchner, lideresa de un peronismo sin ambiciones nacionales. Esta es la descripción más extraña que se puede hacer del peronismo. El peronismo careció -y carece- de muchas cosas, pero siempre le sobró la ambición de poder. Ahora, la única ambición evidente y comprobable es la de la exjefa del Estado, que cuenta, incluso, con el cargo formal de presidenta del Partido Justicialista. Resulta, sin embargo, que Cristina Kirchner está encerrada en su casa por orden de la Justicia, y probablemente lo estará durante mucho más tiempo; también tiene prohibido el ejercicio de la función pública durante el resto de su vida. Todavía debe esperar la resolución de tres causas judiciales pendientes, dos por corrupción y una por abuso de autoridad y encubrimiento de delitos. Hasta donde llega la mirada, la expresidenta está en condiciones, con todo, de crear una alternativa a Milei según su estilo de “mando y ordeno”. ¿Axel Kicillof? ¿Sergio Massa? Quién lo sabe. El único argumento impropio es el que señala que esas alianzas serían imposibles por las recientes peleas de la señora de Kirchner con Kicillof y Massa. Las emociones les nublan la mirada solo a los no peronistas en la Argentina. ¿Ejemplo? Ella detestaba a Alberto Fernández como a nadie más, porque lo acusaba de haberla traicionado públicamente en sus años de jefa del Estado. Sin embargo, lo hizo presidente de la Nación cuando consideró que solo el regreso del peronismo podría salvarla de la Justicia. Alberto Fernández no la salvó, pero fue presidente, aunque sin poder, durante cuatro años. Fernández acaba de ser procesado por hechos de corrupción durante su mandato; no fue una excepción peronista, como deslizó que lo sería. El peronismo es obstinado. Ya presa, Cristina Kirchner no le tendría asco a nada ni a nadie si se tratara de recuperar el poder. Parece languidecer definitivamente, pero podría resucitar si fracasara lo que está. De hecho, su hijo, Máximo, Kicillof y Massa andan mezclándose, después de largas discordias, ante la perspectiva de las próximas elecciones. La viuda de Kirchner sostuvo siempre que solo el poder político es superior a la Justicia, y por eso lo presionó a Alberto Fernández para que este se metiera contra los jueces y los forzara para que decidieran a favor de ella. Fernández le hizo caso, a tal punto que el prestigioso exjuez de la Corte Suprema Juan Carlos Maqueda acaba de asegurar que “el gobierno que más presionó a la Corte fue el de Alberto Fernández”. Tiene razón: el 1º de enero de su último año en el gobierno, 2023, Fernández anunció por cadena nacional que les iniciaría un juicio político a los integrantes del máximo tribunal de justicia. La parodia de ese juicio se hizo en el Congreso y solo sirvió para injuriar y difamar a los jueces de la Corte. La historia viene a cuento para extraer la misma conclusión: según Cristina Kirchner, solo el poder político tiene las llaves de la prisión. Y ella cree, aunque nadie le asegura nada, que un peronismo unido puede regresar al poder.

Según Cristina Kirchner, solo el poder político tiene las llaves de la prisión

Ahora bien, ¿esa es la única alternativa a Milei? ¿La única opción a Milei es destruir todo lo que hizo Milei? Hasta sectores del establishment empresario se preocupan ante la sola perspectiva de un regreso al viejo péndulo. Pero la alternativa debería ser, dicen, una indispensable coalición de partidos centristas y razonables. La indiferencia de Macri respecto de Milei tiene, entonces, una razón de ser. Permitió que los bonaerenses de Pro, liderados por Cristian Ritondo, enhebraran una alianza electoral espoleada más que nada por pobres ambiciones personales, pero nunca la avaló públicamente. Hay otros motivos más a la vista. La Fundación Pensar, el think tank de Pro que cuenta con el apoyo activo de Macri, acaba de difundir un análisis que no esconde datos molestos sobre el año y medio de gestión de Milei. Por ejemplo, en el balance general señala que “entre los perdedores (del programa económico) están las actividades que más generan empleo, como la industria y la construcción”. “No es sorpresa, agrega, que el desempleo haya subido al 7,9 en el primer trimestre de 2025, ni que la tasa de informalidad (trabajo en negro) haya vuelto a aumentar hasta alcanzar el 42 por ciento, o que el consumo masivo siga a la baja”. El informe de la fundación macrista subraya también que “el salario real cayó 6 por ciento en términos reales y 12,6 por ciento si consideramos lo que le queda a una persona después de pagar sus gastos fijos (servicios, expensas, transporte, etc.). Todos somos un poco más pobres”, asesta, y añade: “Los ingresos de los jubilados acumulan una caída del 4,7 por ciento desde diciembre de 2023”. Se sabe, además, que el expresidente es crítico de una política exterior amarrada solo a Donald Trump y a Benjamin Netanyahu, como le gusta sintetizarla a Milei. El Mercosur, China y Europa también son importantes para el macrismo. Debe consignarse que tanto la Fundación Pensar como el propio Macri ponderan siempre el orden de las cuentas públicas que alcanzó Milei en tan poco tiempo. Pero, aunque nadie lo dice, es probable que Macri no haya olvidado –ni olvide nunca– que en mayo pasado Milei dijo que “Macri debe entender que su momento ya pasó”, porque “para algunas cosas está grande y no las entiende”. El Presidente se resiste a cambiar: el agravio es su hábito.

Paralelamente, la encuestadora independiente Poliarquía difundió su última medición, en la que consigna que el Presidente conserva su buena imagen personal en la sociedad (53 por ciento), aunque la de su gobierno cayó 5 puntos. Pasó de 42 a 37 por ciento. Un declive importante. La mayoría de la gente, según esa encuesta, parece dar por conquistada la baja inflacionaria y reclama ahora por mejor oferta de empleos y por mayores ingresos. La Libertad Avanza mantiene el liderazgo de la intención de voto nacional, que es ahora del 36 por ciento, tres puntos menos que en junio. Importantes funcionarios nacionales vienen señalando que el Gobierno necesita ganar la elección nacional de octubre con, al menos, el 40 por ciento de los votos. Para peor no hay posibilidad de una alianza nacional entre La Libertad Avanza y Pro, y es probable que las alianzas distritales terminen siendo muy pocas. Esta es la síntesis de lo que sucede ahora con miras a octubre, cuando se elegirán los legisladores nacionales, que son los que deberían importarle a la administración de Milei. Un acuerdo muy cercano existe en Mendoza entre el mileísmo y el gobernador radical de esa provincia, Alfredo Cornejo. Podría suceder algo parecido en Entre Ríos, donde su gobernador, Rogelio Frigerio, un dirigente de Pro de extracción peronista, no puede darse el lujo de una partición de su electorado frente al peronismo, tradicional o kirchnerista, que gobernó la provincia durante décadas. Y también se sumaría a esa lista de acuerdistas el gobernador de Chaco, el también radical Leandro Zdero. Ninguno más si miramos solo a los que fueron de Juntos por el Cambio. Vale la pena la aclaración porque hay negociaciones avanzadas con los gobiernos de Río Negro y Neuquén, pero en ambas provincias mandan partidos locales. Al revés, el gobernador de ChubutIgnacio Torres, de Pro y cercano a Macri, no cerró ni intentó un acuerdo con La Libertad Avanza en su provincia. “A nosotros nos eligieron para ser oposición, no oficialistas”, suele explicar, aunque no sin reconocer los méritos de la política económica de Milei. Torres, el gobernador más joven del país, destaca también que existen “diferencias” con el Presidente.

Al revés, Ritondo, Santilli y Montenegro se zambulleron en la negociación con los mileístas como si fuera la última posibilidad de sobrevivir antes del naufragio. Ritondo está siendo cuestionado por varios sectores del Pro bonaerense, y Santilli se excitó con una catarata de adulación y servilismo a Milei. Dijo que estará en cualquier elección o en ninguna, según quiera Milei, y que hará lo que el Presidente le pida. Versiones confiables señalan que Santilli cree que podría ser ministro del Interior de Milei después de las elecciones. Y Montenegro, que se formó en el poliédrico club de los jueces federales de Comodoro Py, aspira, aseguran, a relevar a Mariano Cúneo Libarona en el Ministerio de Justicia, cartera que quiso ocupar ya con Mauricio Macri.

Todos los políticos que negocian con los Milei, aun los acuerdistas, coinciden en que las tratativas con ellos son muy duras, incansablemente difíciles. Quieren todo y no entregan nada. “Tenés que ir a hablar con ellos como empleado, no como aliado”, dice uno de los que negociaron con buena suerte. Para citar un caso: a Javier Milei, ¿o a Karina?, se le ocurrió que no habrá ni negociación ni acuerdo con el alcalde capitalino, Jorge Macri. ¿Cómo hará entonces un candidato del acuerdo bonaerense para hablar durante la campaña en los medios nacionales que se consumen tanto en la Capital como en el conurbano? ¿Cómo hará para elogiar un acuerdo con Milei mientras habrá candidatos capitalinos que competirán contra Milei? El aspecto más importante de la elección es que el jefe del Estado necesita crear una destacada masa crítica en el Congreso para los dos años que le restan de su primer mandato. La baja inflacionaria requiere, como señala el oficialismo, de la no emisión de dinero espurio, pero no es suficiente. También precisa de significativos flujos de inversiones cuando grandes empresas extranjeras optaron hace poco por irse definitivamente del país, después de décadas de soportar la inestabilidad argentina. En los próximos dos años el Gobierno deberá hacer las reformas tributaria, laboral y previsional. La tributaria no podrá hacerse por un decreto de necesidad y urgencia porque ese mecanismo está prohibido por la Constitución para los temas impositivos. El volumen político de las reformas laboral y previsional requerirá también de leyes aprobadas por la mayoría del Congreso; el decreto de necesidad y urgencia sería una forma institucionalmente débil para cambiar las reglas del juego en asuntos como las jubilaciones y el trabajo. De hecho, la agencia Moody’s le acaba de subir al país dos módicos puntos en su calificación crediticia (otra agencia, Bloomberg, aclaró que la calificación debería trepar siete puntos más para que los títulos argentinos dejen de ser considerados “basura”) mientras se esperan, dice Moody’s, las elecciones de medio término y poder comprobar entonces si el Gobierno estará en condiciones de “acelerar su agenda de reformas económicas”. Refiere, sobre todo, a aquellas tres reformas. No obstante, la política aquí se define por carriles que no son los de la política. Muchos portazos, constantes pataleos, demasiados caprichos.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/

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