Bandera deriva del gótico «bandwó»

La inspiración en los colores del cielo para la elección de la bandera solo es útil para un acto escolar, pero lo cierto que Belgrano pensó en términos políticos, por eso eligió el color de los borbones, la monarquía francesa que gobernaba España cuando se enarboló por primera vez la bandera, durante las guerras por la emancipación de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Por Adán Costa.- El origen de la palabra castellana “bandera” nos remonta a la lengua de los godos que habitaban tierras teutonas hace mil ochocientos años. Así, bandera deriva del gótico “bandwó”, que significa “signo” de la cual surgió la palabra “bando”, como referencia a varios soldados que luchaban con un mismo estandarte.

La inspiración en los colores del cielo para la elección de la bandera solo es útil para un acto escolar, pero lo cierto que Manuel Belgrano pensó en términos políticos, por eso eligió el color de los borbones, la monarquía francesa que gobernaba España cuando se enarboló por primera vez la bandera, durante las guerras por la emancipación de las Provincias Unidas del Río de la Plata, en las Barrancas de las Ceibas, a orillas del río Paraná en Rosario un 27 de febrero de 1812, junto a los soldados de las baterías Libertad e Independencia. Eran los colores de la Orden de Carlos III Borbón, azul celeste y blanco, una forma de mostrar una aparente lealtad a Fernando VII el rey cautivo por Napoleón, evitando una confrontación directa y total con los sectores más conservadores en el Río de la Plata y, a la vez diferenciarse el rojo y amarillo, que eran los colores de guerra de España.

Buenos Aires, siempre cuidadoso de las formas, pero sobre todo de sus negocios, ya había registrado la muerte de Mariano Moreno a ese entonces y los sectores más revolucionarios, del cual Belgrano formaba parte, los habían mandado a morir al norte del país a batallas imposibles de ganar, condenó el gesto emancipatorio de Belgrano, y le ordenó rápidamente guardarla. Belgrano no sólo que ganó las batallas imposibles de Tucumán en septiembre de 1812 y Salta en febrero de 1813, sino que volvió a izar la bandera en San Salvador de Jujuy. Un poco antes, cuando estuvo en las Misiones dictó un reglamento en el cual ponía en igualdad de condiciones para la distribución de tierras a indígenas y criollos. Uno de sus soldados, Estanislao López, cuando le tocó ser gobernador de Santa Fe, dictó una constitución en 1819 la cual decía que “Todo americano es ciudadano”.

Las comunidades andinas del noroeste, con una ancestralidad que se cuenta en milenios, sintieron siete colores para sus emblemas wiphalas. Mis mocovíes de Santa Fe, Chaco y Formosa pensaron en el negro, en el rojo, en el celeste, en el blanco y en el verde, cada uno con su profundo significado. El paño negro representa la incertidumbre, ya que sumada a la vida nómada al desprenderse de otros grupos aparece la invasión del blanco. El rojo representa la herida, la sangre derramada en ese choque físico y cultural que representó la Generación de 1880 y sus campañas al Desierto y al Gran Chaco, donde se dispuso su sometimiento, su expulsión, masacre o supresión. En cuanto al celeste describen que luego que la etapa roja vinieron gobiernos con otra mirada y esa relación comienza a gestarse una acción intercultural, menos traumática.

El sol está ubicado entre ambos colores, capaz de iluminar y hacer cambiar esos pensamientos hostiles, habilitando una etapa de paz. El pueblo moqoit agrega el celeste y el blanco de la bandera argentina, a su vez en señal tanto de sincretismo e integración, como de pertenencia y transformación. Los mapuche sueñan sus wenufoyes con el árbol sagrado que se lleva alzado al viento para exteriorizar la presencia de sus comunidades ante cualquier evento. Su bandera planta, a su vez, una identidad en lucha, con todas las transformaciones que suponen la dinámica de las prácticas sociales. Para los qom, su emblema está surcado de estrellas, las pléyades y hacen de la defensa de sus lenguas maternas un horizonte.

Aún con las profundas disputas y contradicciones, especialmente hoy acentuadas por la sociedad de los algoritmos, la Argentina está fabricada desde todas sus simientes. No hay una sola bandera, hay varias. No hay una sola cultura, convivimos y persistimos diversas culturas. No hay una nación, hay muchas naciones en un Estado. Pero esa pluralidad democrática y espiritual no hace ceder ni un centímetro en la convergencia en el concepto de patria, que también puede ser matria, identificando cuáles son los enemigos permanentes. La brecha cultural es uno de ellos.

En el centro de la celeste y blanca, el sol fuego del Inca. Este que Belgrano soñó para que gobierne el país, y los porteños contrabandistas comerciantes, con panzas obscenamente regadas y palabras lustrosas se le burlaron, porque quería poner un “rey en ojotas”. La Argentina es una pregunta aún inconclusa que ni siquiera Belgrano pudo responderla en la mañana del 20 de junio de 1820 cuando su corazón dejó de latir. Quizá lo mejor es que siga así, porque si se responde, es alto el riesgo en que pueda imponerse una respuesta monocolor en un país que lleva los colores de cada una de sus huellas.

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