Seguridad, cultura y limpieza en Canadá

Por Emilio J. Grande.- Comprobamos lo que nos habían adelantado. La población de Canadá brinda afectuoso recibimiento a los turistas. Como ocurre aquí en el campo que al cruzarnos en el camino sin conocernos nos saludamos, allá en la vereda o donde uno acuda se recibe una sonrisa espontánea, no fingida.
Cuando se necesita asesoramiento siempre habrá alguien que aunque con un español acotado se hará entender y caminará acompañándonos unas cuadras hasta acercarse al lugar buscado, todo con ejemplares modales.
Limpieza en los centros urbanos como en zonas rurales; en estas lucen viviendas bien conservadas y coloridas con prolijidad en los cultivos, rutas desmalezadas, al igual que en caminos internos. Calgary -hermosa ciudad de la provincia de Alberta- ocupa el primer lugar de las más limpias del mundo.
En la vía pública no se ven papeles tirados o elementos en desuso. Un domingo por la mañana recorríamos el centro de Montreal y notamos en las calles empleados municipales que no juntaban basura -porque no la había- sino colillas de cigarrillos.
Vancouver, donde viven los amigos Foschi, su centro está sobre una isla mayor y en otras menores la ciudad se extiende hasta más de 40 km. Allí los vecinos para trasladarse de un lugar a otro disponen de un eficiente servicio de hidroaviones-taxi con capacidad de 4 a 8 pasajeros.
Todas las ciudades de Canadá lucen muy floridas con macizos prolijos en superficie y al igual que en los balcones y maceteros colgantes en los frentes de las viviendas y edificios comerciales y públicos.
Las cataratas de Niagara son muchas más pequeñas que las nuestras de Iguazú. Allá la más alta supera apenas los 50 m de altura y no tienen pasarelas, sí un gran puente de varios kilómetros que comunica Canadá con Estados Unidos, pero en lo que nos supera largamente aquel salto de agua es su infraestructura con varios edificios imponentes; también permite una vista espectacular de gran belleza una altísima torre en la que funcionan dos restaurantes, uno giratorio.
Al contrario de la inseguridad como jamás se registró en la Argentina con asaltos acompañados de asesinatos cada 40 horas en Buenos Aires y el conurbano, nuestro amigo Yiyi Martellacci coincidente con otros informantes nos aseguró: “aquí en Toronto -la ciudad más populosa de aquel país, 5.300.000 habitantes- hombres, mujeres o niños pueden caminar en el centro o en los barrios durante la madrugada sin temor a nada”.
En nuestra TV varios canales son de chismes, lo que no vimos en Canadá; en cambio por ese medio fomentan con vistas espectaculares su turismo de atractivos que también tenemos aquí pero nuestras autoridades no los difunden con igual empeño e inteligencia.
En un lugar con cultivo de frutales nuestro guía detuvo el auto y nos invitó a gustar de unos deliciosos duraznos que compró en un puesto sin empleados. Pagó dejando caer el dinero en una alcancía sin candado. Además había un bebedero y rollo de papel para secarse. Acá de instalarse algo similar quedaría sólo el bebedero.
Históricamente los gobiernos canadienses respetan el origen aborigen. Visitamos un par de reservas donde los descendientes de varias tribus habitan dignas viviendas, y cuentan con hospitales, escuelas, centros culturales, deportivos y atención a la ancianidad. Les aseguran trabajo y un subsidio especial. En nuestra Formosa maltratan a los QOM y la presidenta Cristina no le concedió audiencia al jefe que con un grupo meses atrás viajó a Buenos Aires con justos reclamos por el maltrato.
Canadá tiene tantas cosas positivas pero también polémicas. Los gays están muy bien organizados y en Vancouver como en Montreal se agrupan en varias cuadras y se identifican con una bandera tricolor que flamea en los edificios y con ella se pintan las sendas peatonales reemplazando al color blanco.
El territorio argentino es mucho más pequeño pero al igual que el canadiense dispone de la variedad de climas, suelos y recursos naturales, la mayoría -por caso la minería- intensamente explotados.
Cuando Saputo se hizo cargo de la ex láctea Molfino supimos que era canadiense, empresa que allá la identificamos con igual industria, además posee la mayor empresa de transporte de cargas del país y también cuenta con un coqueto estadio de fútbol.
En las afueras de Vancouver sobre la ladera de una montaña existe un barrio residencial de lujo con algo llamativo: sus habitantes deben extremar las medidas de seguridad contra el ataque de osos negros porque cuando están hambrientos son capaces de romper aberturas en busca de alimentos.
La zona del oeste incluye la ciudad de Calgary, la ciudad más vaquera en una planicie con agricultura y ganadería. Cerca está Saddledome, sede de la famosa Estampida, que es la manifestación más importante de la cultura cowboy de América del Norte. Cuenta con un estadio para 70.000 personas sentadas y la Estampida se hace una vez al año con doma de caballos y vacunos, concursos de diversas destrezas camperas y conjuntos musicales.
Gozamos en general de temperaturas agradables. Un solo día usamos todos los abrigos. Fue en Quebec para el avistaje de ballenas embarcados durante hora y media. Vimos varios ejemplares, entre ellos uno de la ballena azul, la más grande del mundo y otro color blanco, la ballena del Artico.
En una avenida principal de Vancouver luce un raro reloj centenario que funciona a vapor. Es una artística pieza de cuatro metros de altura con cuatro caras de cristales engarzadas en sostenes de bronce, a través de las cuales se observa el curioso funcionamiento. Tan atractivo que hay que hacer cola para fotografiarlo.
En Canadá se profesan varios credos entre los principales el catolicismo y en cada ciudad visitamos imponentes templos y catedrales, particularmente la de Notre Dame de una belleza singular en Montreal, en particular enormes vitrales en la que se hace anualmente la segunda peregrinación más concurrida.
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