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Los límites a los rasgos autoritarios del gobierno nacional

Se trata del editorial del programa “Sábado 100” por radio El Espectador (FM 100,1) de Rafaela. El arzobispo de Buenos Aires Jorge García Cuerva cuestionó la falta de valores de la dirigencia y de empatía con los sufrimientos de la gente.

Por Emilio Grande (h.).- En el tedeum por el 25 de Mayo en la Catedral porteña, el arzobispo de Buenos Aires Jorge García Cuerva pronunció una imperdible homilía: “nosotros también venimos a pedirle a Dios que nuestra Argentina se cure y viva”, delante del presidente Javier Milei, la vicepresidente Victoria Villarruel y el jefe de gobierno porteño Jorge Macri, entre otras autoridades.

Y advirtió: “Experimentamos que se está muriendo la fraternidad, se está muriendo la tolerancia, se está muriendo el respeto; y si se mueren esos valores, se muere un poco el futuro, se mueren las esperanzas de forjar una Argentina unida, una Patria de hermanos”.

El arzobispo porteño alertó que “nuestro país también sangra. Tantos hermanos que sufren la marginalidad y la exclusión; tantos adolescentes y jóvenes víctimas del narcotráfico que en algunos barrios es un Estado paralelo; tantas personas que están en situación de calle; las familias que sufrieron las inundaciones; las personas con discapacidad; tantas madres que ya no saben qué hacer y cómo evitar que sus hijos caigan en las garras de la droga y el juego; los jubilados que merecen una vida digna, con acceso a los remedios y a la alimentación; herida esta que sigue abierta y sangra hace años, pero que como sociedad tenemos que curarla pronto”. 

Remarcó que “muchos podrán ser los responsables de esta triste situación, pero la oportunidad que tenemos nosotros de resolverla es hoy, ¿cuántas generaciones más y hasta cuándo deberán reclamar por jubilaciones dignas? Argentina sangra en la inequidad entre los que se laburan todo y los que han vivido de privilegios que los alejó de la calle, de los medios de transporte público, de saber cuánto valen las cosas en un supermercado; alejados de la gente de a pie, no sienten su dolor, ni sus frustraciones, pero tampoco se emocionan con sus esperanzas y su esfuerzo diario por salir adelante”.

En otro pasaje, García Cuerva dijo: “Argentina, levántate, ponete de pie, vos podés, basta de arrastrarnos en el barro de las descalificaciones y la violencia, basta de vivir paralizados en el odio y el pasado, basta de estar con la esperanza por el suelo; es hora de ponerse de pie, unidos, no a los empujones en un ‘sálvese quien pueda’, no a costa de los demás, o dejando a muchos al costado del camino de la vida. Es con todos, mirándonos a la cara, porque nuestras decisiones y políticas públicas tienen que tener rostros concretos, historias reales que nos tienen que conmover como Jesús se conmovió ante tanto dolor”.

Observó que “muchos hermanos tienen hambre de pan, revuelven basura buscando qué comer, pero todos tenemos hambre de sentido de vida, hambre de Dios. Nos hemos acostumbrado a comer el pan duro de la desinformación; el pan viejo de la indiferencia y la insensibilidad; estamos empachados de panes sin sabor, fruto de la intolerancia; el pan agrietado por el odio y la descalificación. Tenemos hambre de solidaridad capaz de abrir nuestros encierros y soledades. Tenemos hambre, de fraternidad para que la indiferencia, el descrédito y la descalificación no llenen nuestras mesas y no tomen el primer puesto en nuestro hogar. Tenemos hambre de esperanza capaz de despertar la ternura y sensibilizar el corazón abriendo caminos de transformación y conversión”.

Esperemos que estas interesantes reflexiones no caigan en “saco roto”. Lamentablemente, tenemos un Presidente de la Nación que hace oídos sordos a las necesidades del pueblo argentino sufriente, privilegiando el superávit fiscal y el descenso de la inflación, y, al mismo tiempo, mostrando la hilacha en gestos concretos al no saludar a Jorge Macri ni a Victoria Villarruel en el ingreso del tedeum a la Catedral de Buenos Aires.

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