ROSARIO (Por María Herminia Grande).- Cuando todo parecía que el tsunami vatileaks haría crujir los cimientos del Vaticano, y con él las estructuras de una fe milenaria: el catolicismo; aparece un Bergoglio (hoy el Papa Francisco) con el corazón en los pobres, con la coherencia de una vida arropada con humildad. Pero con la templanza de hablarle al poder sin temerle.
Bergoglio es hoy el nuevo Papa porque un Ratzinger en la sotana blanca de Benedicto XVI dijo es hora de renunciar y renunció. Pero antes, puso sobre la mesa lo que históricamente la Iglesia puso bajo la alfombra. Alfombra que ocultó todo tipo de corrupciones, los abusos sexuales, los abusos económicos… injusticias amordazadas por la fuerza de un poder que nada tiene que ver con el Evangelio. Benedicto XVI posibilitó que el mundo se enterara de los problemas enormes que existen, y seguramente el próximo jueves cuando Francisco lo visite, le dará personalmente toda la documentación que dispone para que el nuevo Papa actúe. Su renuncia fue, a mi entender, la primera actitud revolucionaria. Revolucionaria porque hasta él, no era de uso y estilo renunciar y mostrar las partes pudendas.
Bergoglio llega a Papa con la sotana gastada como símbolo, pero con el espíritu intacto. Bergoglio está claramente al lado, no del lado de los que sufren, como lo estuvo Jesús… pero no denosta al rico. Transitar el camino de la pobreza acompañando el dolor, fue, es y será su camino. Rápidamente lo han advertido los líderes del mundo. Cree en la justicia social como camino terrenal para llegar a la justicia celestial.
Fue en Aparecida, en el año 2005 donde advirtió a través de la utilización del verbo sobrar, del mayor de los problemas de la humanidad. «Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son sólo ‘explotados’ sino que ‘sobran.”
La claridad con que defiende sus convicciones nunca lo alejan de lo humano y en esa comprensión dice por ejemplo sobre el aborto “¡debemos salvar las dos vidas!”. Tal vez de su vieja militancia política, (la religión también es una cosmovisión del mundo) le haya quedado su apego por militar la calle, con sus noches y sus miserias, con sus hospitales, con sus cárceles, con los sin techos, con los enfermos, con la droga.
Bergoglio cree que es necesario revertir el desprestigio del quehacer político dado que “la política es una forma más elevada de la caridad social”. No es amigo de las estadísticas ni del marketing porque cree que alejan de lo esencial y ocultan los valores. Y alguna vez le oí decir algo muy lindo: “el amor social se expresa haciendo política”. Este hombre argentino que hoy el mundo conoce como Francisco, cree profundamente en la educación, distingue entre un profesor de un maestro. Para ser esto último debe existir coherencia entre su conducta y su vida.
Sin lugar a dudas un maestro argentino llega a la sucesión de Pedro. Un maestro que sabe que los pobres son el tesoro de la Iglesia a los que hay que ayudar a salir adelante y cuidarlos. El nuevo Papa ha dicho “si no tenemos esta visión, construiremos una iglesia mediocre, tibia, sin fuerza” (como la que hoy recibe) y continúa: “Nuestro poder es el servicio, no se puede adorar a Dios si nuestro espíritu no contiene al necesitado”.
En pocas horas llenas de gestos, Francisco definió el camino por el que transitará su papado. Manifestó: «Si no profesamos a Jesucristo, nos convertiremos en una ONG piadosa. Cuando la Iglesia no camina se desmorona como un castillo de arena”.
Argentina también está atravesando situaciones de profundas sospechas de corrupción. Como dijimos muchas veces siempre mata inocentes. La pobreza en Argentina es más indigna que en cualquier otro país, porque Argentina tiene todas las posibilidades para que sea el trabajo el sostén de los hogares y no las dádivas. Ya lo advirtió el flamante Papa: “con marketing se puede ganar una elección; sin plataforma, valores y coherencia es imposible concretar la justicia social”.