Por Enrique Marchiaro.- Cincuenta años pasaron entre la revolución de mayo de 1810 a la sanción de la Constitución Nacional en 1853 que culmina con la incorporación de la Provincia de Buenos Aires en 1860.
Apenas tenemos 200 años como país y 50 nos llevaron organizarnos. Si agregamos los golpes de estado, el período de vigencia plena institucional se reduce notablemente.
Luego de casi 30 años de vida democrática continua podemos olvidar lo traumático y difícil que fue construir una sociedad y un Estado, lo que en términos simples se conoce entre nosotros como “un país”.
Este proceso tiene un hito en la asamblea general constituyente del año XIII -convocada por las autoridades nacionales que por entonces eran el segundo triunvirato- con el objetivo de darnos una constitución.
La asamblea no logró este cometido precisamente porque no hubo acuerdo entre las dos grandes tendencias del S. XIX: el centralismo porteño vs. el interior provincial. A pesar de ello se dieron dos grandes pasos, uno dentro y otro fuera de la asamblea.
Tal vez lo más conocido es el producto interno: se aprueban los símbolos nacionales (himno nacional, escudo y escarapela), se suprimen los títulos nobiliarios y se prohíben los tormentos y el mayorazgo. Finalmente, se proclama la “libertad de vientres” con lo cual se destierra el tráfico de esclavos.
La Revolución de Mayo produce uno de sus primeros grandes frutos en el terreno institucional, los que perviven aún entre nosotros. Ellos constituyen como una especie de “sentido común” entre los argentinos, sintetizado en un fuerte sentido de igualdad entre los hombres. Algo de lo que debemos sentirnos orgullosos como legado que hemos dado para América Latina por entonces y como faro democrático en un Occidente en el que las monarquías precisamente volvían al poder.
El otro logro de la asamblea del año XIII se dio por fuera de la misma: las “Instrucciones Federales” dadas por José G. de Artigas, primer antecedente institucional del federalismo argentino.
Si bien se presentaron cuatro proyectos de constitución en la asamblea, siendo uno de ellos presumiblemente el del diputado oriental Felipe Cardozo (pues no lleva firma sino sólo las iniciales del mismo, titulado “Plan de una Constitución liberal federativa para las Provincias Unidas de la América del Sur”) este no se trató como ninguno de los otros cuatro proyectos, dos de los cuales eran de neto corte unitario.
Dicho proyecto casi no se conoce pero sí las Instrucciones del caudillo oriental, que son la fuente primera de nuestro federalismo, originado nada menos que en el litoral argentino.
La asamblea -por su conducción unitaria- desconoció el mandato de los diputados de la Banda Oriental pero ello no empaña a este documento, que es el primero que plantea la forma federal de estado. Insisto, no desde lo académico o la tribuna política sino desde un hecho institucional dado en conjunto por un bloque de congresistas.
El concepto republicano supo ir de la mano con el concepto federal. Así dijo Artigas en el Congreso de Peñarol de 1813: “Ciudadanos, los pueblos deben ser libres. Ese carácter debe ser su único objeto, y formar el motivo de su celo. Por desgracia -agrega- va a contar tres años nuestra Revolución, y aún falta una salvaguarda general al derecho popular. Estamos aún bajo la fe de los hombres, y no aparecen la seguridades del contrato…Es muy veleidosa la probidad de los hombres y sólo el freno de la Constitución puede afirmarla”.
200 años después, los ecos de Artigas deberían llevarnos a que nos preguntemos que tipo de República hemos y estamos construyendo, así como si nuestra condición federal es tan importante como la democrática.
No es casual que nuestra Constitución Nacional exprese en su primer artículo: “La Nación Argentina adopta para su gobierno la forma representativa, republicana y federal”. Siendo la federal una forma de estado y no de gobierno y lo representativo-republicano se yuxtaponían con la forma democrática de gobierno, lo cierto es que 200 años después el mundo se tornó federal como nunca en su historia y el federalismo es una especie de “democracia territorial”, lo que demuestra que el ideario de la asamblea del año XIII sigue desplegándose.
Ojalá el feriado nacional ayude a reflexionar sobre estos y otros aspectos centrales de aquellos hechos que aún están entre nosotros, pues como país y sociedad somos también lo que fuimos y lo que queramos ser en adelante.
Fuente: diario La Opinión, Rafaela, 31 de enero de 2013.