Un Milei alineado con la casta

Desde el criptogate, caso en el que se confirma que funcionarios del Gobierno pedían plata a cambio de llegar hasta el Presidente, Milei aceleró mal. Y el rumbo que ha tomado no augura un destino recomendable.

Por Héctor M. Guyot.- La hiperactividad de Javier Milei produjo resultados que acaso no se hubieran dado sin su determinación desaforada. Por ejemplo, el control de la inflación y el desmantelamiento de la intermediación de los planes sociales. O el ajuste de un Estado inviable, echado a perder por la clase política y en particular por los últimos gobiernos kirchneristas. Sin embargo, su falta de frenos también produce estragos en las bases que sostienen la convivencia civilizada, lo que conspira contra esos logros. No conforme con el escándalo del criptogate, el Presidente tomó decisiones que exhiben el grado de incoherencia que es capaz de asumir y que llaman a preguntarse por el rumbo que le está dando a la Argentina. ¿Hacia qué clase de país nos encamina el gobierno libertario?

Esta semana el Presidente dio algunas pistas. Ver juntos a Milei y a Donald Trump es casi una redundancia. Parecería que cada cual ve en el otro una confirmación de sí mismo, una suerte de espejo, aunque el magnate no pueda erradicar de su mirada ese dejo de desprecio con el que mira todo lo que existe y el libertario se entregue a la admiración cholula del que alcanzó la Meca desde una periferia ignota.

Milei llegó al encuentro conservador de Maryland con una motosierra de regalo. Elon Musk la recibió con reticencia, aunque enseguida cedió a la euforia del libertario y la alzó por encima de sus hombros. Eran dos adolescentes que, en la inconsciencia de la edad, festejaban de antemano las bromas pesadas que tramarían. La escena, aunque grotesca, tiene una carga simbólica inquietante. Porque los chicos juegan, pero las consecuencias de sus diversiones pueden derivar en un daño difícil de reparar.

«El Presidente le soltó la mano a Zelensky y se plegó a Trump. Así, se puso del lado de Putin y traicionó al lider ucraniano, al que le había prometido todo su apoyo»

Trump, Musk y la elite que representan llegan al poder aupados por la bronca de gente que quedó en los márgenes del sistema. Sacan provecho de esa ira gracias a las redes sociales y los medios que controlan, con los que moldean el malhumor social a través de fake news y disparates proferidos sin pudor. Llegados al gobierno, de espaldas a los organismos de contralor y a las desigualdades sociales, acumulan poder político y económico para desplegar sin obstáculos su megalómana voluntad de control. En ese raid, que sobrepasa las fronteras, están llevando al mundo al desquicio y el sinsentido. Milei viaja en ese tren. Y tiene ínfulas como para reclamar el pase del vagón de cola a la locomotora.

“El Estados Unidos que conocían se terminó”, escribió el analista Thomas Friedman a la luz del rumbo que tomó el gobierno de Trump. Podríamos decir que el mundo que conocíamos terminó también. Se resquebraja el viejo orden nacido de la Ilustración, un liberalismo que sentó las premisas morales de Occidente, basado en los derechos universales del hombre y la igualdad ante la ley. La democracia republicana da paso a las autocracias o al autoritarismo iliberal impulsado por un club de arrogantes que, entre tantas otras cosas, ignoran la tradición a la que pertenecen.

Por ser parte de ese club, Milei le soltó la mano a Zelensky y se plegó a Trump. Así, se puso del lado de Putin, con quien el magnate inició un diálogo que rompe con la política exterior de Estados Unidos (mientras aprieta de modo artero a Zelensky con la mira puesta en las riquezas minerales de Ucrania). Al no condenar en la ONU la invasión rusa, al elegir a Putin y abandonar al líder ucraniano, Milei incurrió en una traición a su palabra y al mismo Zelensky, a quien le había prometido todo el apoyo durante su asunción al poder. ¿Del lado de quiénes estamos por seguir a Trump?

El Presidente no modificó en cambio su empecinamiento en llevar a Alfredo Lijo a la Corte Suprema. Milei dice que vino a destruir el Estado y parece decidido a empezar por el Poder Judicial. Como no pudo meterlo por el Senado, esperó a que cerrara el Congreso para meter al juez por la ventana junto con García-Mansilla. Se ha escrito mucho sobre los problemas de forma de este proceder y la incertidumbre que arroja sobre el trabajo de la Corte y, por extensión, sobre la seguridad jurídica que el país pueda ofrecer. Pero lo más grave es el desprecio que expresa el nombramiento de Lijo. Hacia el Congreso, la Justicia y la opinión pública.

El pliego de Lijo ya estaba en el Senado, que no había dado luz verde. Eso representa todo un pronunciamiento, que Milei desoyó (al margen: una actitud honorable del Senado hubiera sido rechazar el pliego de un juez tan desprestigiado, pero el cálculo político y el temor a la represalia judicial del nominado conspiraron contra una impugnación con todas las de la ley). Pero además el Presidente desoyó los cuestionamientos de índole profesional, moral y patrimonial que un número apabullante de entidades del mundo jurídico y los derechos humanos hizo sobre el juez. Ignoró también los datos que avalan esas críticas y metió a Lijo de prepo, como de colado, junto a García-Mansilla.

Desde el criptogate, caso en el que se confirma que funcionarios del Gobierno pedían plata a cambio de llegar hasta el Presidente, Milei aceleró mal. Y el rumbo que ha tomado no augura un destino recomendable.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/

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