Por Matías Martínez Sella.- Hermes Binner, al asumir como el primer gobernador socialista de Santa Fe en 2007, marcó un precedente histórico al declarar: “No venimos a administrar el viejo Estado, venimos a transformarlo”. Estas palabras tienen hoy plena vigencia, especialmente para quienes creemos que Rafaela puede y debe aspirar a más que la simple continuidad.
Partiendo de esta premisa y considerando el cambio de gestión (histórico) por el que optó nuestra ciudadanía en las últimas elecciones, creemos esencial estructurar la presente y futuras gestiones en un plan claro de transformación para Rafaela. Sistematizar esta forma de trabajo teniendo como norte la idea de transformar la ciudad nos pondría ante la oportunidad como sociedad de darle un giro estratégico a la administración pública, incorporando los cambios e innovaciones necesarias que permitan al Ejecutivo no administrar el modelo antiguo, sino, en busca de una mejor Rafaela, cambiarlo.
La necesidad de un nuevo plan estratégico para Rafaela
Rafaela necesita urgentemente un nuevo plan estratégico que mire hacia los próximos 10 o 20 años. El Plan Estratégico de Rafaela (PER) de los años 90 fue una experiencia determinante. La proyección del traslado de la Vieja Terminal y la construcción del Complejo Ambiental son dos buenos ejemplos que resultaron de aquel hito. Posteriormente, el PER sufrió un desmantelamiento parcial por parte de las gestiones siguientes (como el cierre del Vivero Municipal) y hoy, después de 30 años transcurridos, surge la necesidad de construir un nuevo PER, con un enfoque renovado y de largo plazo. Ciudades como Rosario han demostrado cómo la planificación estratégica puede ser un motor de desarrollo, permitiendo una administración eficiente de recursos y previniendo conflictos futuros.
La planificación estratégica es un proceso sistemático que permite establecer metas claras para el futuro de una ciudad, evaluando sus fortalezas y debilidades, y desarrollando acciones concretas para alcanzar esas metas. Este proceso incluye la participación de diversos actores sociales, como el sector público, el sector privado y la comunidad, asegurando que las decisiones sean inclusivas y sostenibles. En el caso de Rafaela, esto podría traducirse en proyectos integrales que aborden desde la infraestructura urbana hasta la cohesión social, con un enfoque en el bienestar de todos los habitantes.
Un ejemplo claro de esta necesidad es la problemática del crecimiento urbano desordenado. Los límites del ejido urbano han ido expandiéndose en las últimas administraciones, y en la misma medida viene en caída la densidad poblacional urbana.
Esto no solo genera ineficiencias en el uso del suelo y los recursos públicos, sino que también exacerba la fragmentación social. El aumento de las dificultades de acceso al suelo y a los alquileres por parte de las familias rafaelinas es resultado de ello. La clave está en densificar el ejido urbano actual, deteniendo la expansión horizontal sin control y aprovechando al máximo la infraestructura existente.
La creación de un Banco Municipal de Inmuebles podría ser una herramienta transformadora en este sentido. Este banco permitiría gestionar de manera activa y estratégica las propiedades del municipio, facilitando proyectos de vivienda y espacios públicos que respondan a las necesidades reales de los rafaelinos. Esta política no solo beneficiaría a las generaciones actuales, sino que también sentaría las bases para un desarrollo sostenible a largo plazo.
Los peligros de la precarización
El contexto argentino actual, marcado por la precarización generalizada de la calidad de vida, impacta también en Rafaela. En los últimos años, y sin planes de acción por parte de las sucesivas gestiones municipales, nuestra ciudad ha ido desarrollando problemáticas comunes a las grandes urbes americanas, con todos los desafíos que ello implica: marginalidad, desigualdad e inseguridad. Este proceso no es inevitable, pero requiere acción inmediata y decidida por parte del Estado local.
Experiencias internacionales, como los estudios sociológicos realizados en Estados Unidos durante los años 80, muestran cómo el desmantelamiento de los mecanismos sociales estatales puede llevar a la formación de ghettos urbanos, marcados por la pobreza, el desempleo y la violencia. En Argentina, estamos viendo un fenómeno similar: el ascenso social se está volviendo cada vez más inalcanzable para grandes sectores de la población.
Rafaela no puede permitirse seguir este camino. Para mejorar la calidad de vida de los rafaelinos debemos enfocarnos en cuatro pilares fundamentales: educación, salud, vivienda y empleo. Estos elementos no sólo son derechos básicos, sino también herramientas para construir una ciudad más equitativa y próspera.
Bajo ese marco, resulta prioritario fortalecer las áreas más vulnerables de nuestra ciudad.
Esto implica invertir en infraestructura, fomentar la cohesión social y garantizar que todos los ciudadanos tengan acceso a las mismas oportunidades
La educación como motor del cambio
Si queremos construir una ciudad mejor, debemos comenzar por la educación. Esta es la herramienta más poderosa para combatir la desigualdad y abrir puertas al futuro. Pero no basta con garantizar el acceso; también debemos asegurarnos de que ésta sea de calidad y pertinente para las necesidades del siglo XXI.
Propuestas como la creación de programas de capacitación en tecnologías emergentes y oficios demandados por el mercado local podrían marcar una gran diferencia. Estas iniciativas no solo beneficiarían a quienes buscan insertarse en el mercado laboral, sino también a las empresas locales, que a menudo tienen dificultades para encontrar personal calificado.
El momento de actuar es ahora
Rafaela está ante un punto de inflexión. La transición política que vivimos el año pasado nos dio la oportunidad de repensar nuestra ciudad y su futuro.
Estamos convencidos de que Rafaela puede seguir siendo un modelo de desarrollo para otras ciudades de Argentina. Pero esto solo será posible si asumimos la responsabilidad de liderar con visión, valentía y compromiso. No podemos conformarnos con administrar el presente; debemos construir el futuro.
Juntos, podemos hacer de Rafaela una ciudad más justa, sostenible y próspera para todos. Es momento de actuar, de soñar en grande y de convertir esas aspiraciones en realidad.