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Juan Pablo II: un modelo para la Iglesia y el mundo

Su influencia fue más allá del mundo cristiano y en cada uno de sus viajes movilizó muchedumbres. Este Papa, que hizo teatro y escribió poesía, tuvo una llegada especial a los jóvenes con gestos emocionantes.Por Emilio Grande (h.)

Por Emilio Grande (h.).- Después de haber pasado unos días de la ceremonia multitudinaria -más de un millón de personas- en la plaza San Pedro del Vaticano en la que fue beatificado Juan Pablo II, es bueno destacar algunos secretos de su vida.
Trece años después del Concilio Vaticano II y de los papas italianos Pablo VI y Juan Pablo I, en 1978 la Santa Sede recibió un aire renovado con la llegada de Karol Wojtyla, de 58 años, cuya sonrisa encantadora no pasó desapercibida.
«No tengan miedo», dijo a los católicos ese polaco llegado desde el otro lado de la Cortina de Hierro, que conoció el nazismo -cerró los seminarios y tuvo que estudiar en forma clandestina- y el comunismo.
Su influencia fue más allá del mundo cristiano y en cada uno de sus viajes movilizó muchedumbres. Este Papa, que hizo teatro y escribió poesía, tuvo una llegada especial a los jóvenes con gestos emocionantes.
En plena agonía de su enfermedad a los 84 años estuvo siempre sereno y consciente de los dolores que sufrió y se entregó a las manos de Dios, sabiendo que tenía su hora cumplida.
Juan Pablo fue un referente moral no solamente para la Iglesia sino también para el mundo de la política, la cultura y las relaciones humanas.
A poco de empezar su pontificado en 1978 hizo esfuerzos para evitar una guerra con los hermanos chilenos, enviando al cardenal Antonio Samoré para hablar con ambos gobiernos militares.
Argentina fue testigo del paso del sucesor de Pedro en 1982 con motivo de la guerra de Malvinas y en 1987. En su segunda visita fueron multitudinarios los encuentros con la gente. En su mensaje a los empresarios dijo que “las ganancias no sólo deben destinarse a incrementar el capital, sino también a mejores salarios, beneficios sociales, educación e investigación técnica por el sendero de la justicia distributiva”.
Además de ser el Papa más viajero de la historia, que proclamó más beatos y santos en la Iglesia (cerca de 2.000), que reanudó relaciones diplomáticas con muchos países (de 84 a 174 países), anunciando el Evangelio a creyentes y personas de buena voluntad, dejó a la Iglesia y a la humanidad un legado de encíclicas, cartas, documentos y libros, en el contexto de la nueva evangelización.
En lo personal participé de actos masivos en 1987 del Papa en Rosario y Buenos Aires. En 1995 mientras estudiaba en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma estuve en la bendición de la imagen de la Virgen de Luján en el Vaticano en el marco de la visita «ad limina apostolurum» del que participó el entonces obispo diocesano Héctor Romero. En 2002 en luna de miel con mi esposa Claudia Baronetti asistimos a la audiencia general de los miércoles en la plaza San Pedro.
En un contexto de violencia mundial -la más reciente el asesinato a Ben Laden- Wojtyla señaló que «al mal se lo combate siempre con el bien», entendiéndose el gesto de haber perdonado al turco Alí Agca, quien fue el autor material de dispararle en la plaza San Pedro el 13 de mayo de 1981.
Concluyo con el retrato moral del periodista que esbozó Juan Pablo en 1982 en su mensaje a los medios de comunicación en Madrid: «La búsqueda de la verdad indeclinable exige un esfuerzo constante. Exige situarse en el adecuado nivel de conocimiento y selección crítica».

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