Sala de espera de clínica privada. Una decena de personas aguardan su turno mientras revisan órdenes de consulta y hablan en voz muy baja. La secretaria atiende el teléfono que suena sin pausa e indica a quién recibirá cada médico que se asoma a la puerta de su consultorio. No parece ser el sitio lógico para hablar de fútbol, y sin embargo lo es. Porque el hombre que saluda extendiendo la mano firme, además de cirujano y especialista en enfermedades de la piel, es el entrenador del equipo que está a sólo un paso de lograr el título del Clausura de la Liga Rafaelina. Y un apasionado por el juego de la pelota.
Es extraño ver a un técnico de fútbol en la piel de un médico. Tanto como descubrir a un entrenador que busca eludir la exposición mediática, aunque se trate de uno que trabaja en el ámbito local. O, más aún, enterarse que el doctor Ricardo Alamo, que de él se trata, ni siquiera usa celular: «Porque no me gusta que me molesten. Y no me es indispensable para mi trabajo ni para mi vida particular», dirá simplemente mientras apura el café y repasa la planilla con los nombres de los pacientes que ya están por llegar.
No se encuentra en su pasado a un futbolista destacado, en todo caso se descubrirá a un buen mediocampista que sumaba campeonatos en las Inferiores de Ferro, club al que su vida está fuertemente ligada. Nacido en Córdoba el 13 de diciembre de 1953, llegó a Rafaela tras un paso por Lehmann, sitio en el que desembarcó su padre médico cuando él tenía sólo 8 años. Pero a los 16 retornó a Córdoba para comenzar sus estudios terciarios. Y el fútbol se terminó. «Jugaba sólo los fines de semana, como diversión. Hasta que Carlos Veronesse me propuso entrenar con el equipo de Ferro que él dirigía y del cual yo era médico, pero tuve que operarme para solucionar un problema de cadera. Y entonces ya nunca más pude hacerlo».
– ¿Cuándo comienza su relación con la dirección técnica?
– Cuando me recibí de médico me fui a vivir a Brasil, donde trabajé en San Pablo por casi tres años. De allí fui a La Rioja, donde mi papá era el director de un hospital, pero al año siguiente me vine a Rafaela, porque este es mi lugar, donde yo me siento a gusto. Entonces me volví a conectar con la gente de Moreno de Lehmann y dirigí al equipo durante esa temporada. Fuimos subcampeones de la zona Norte.
– ¿Por qué un médico decide entrenar a un equipo de fútbol?
– Porque me gusta, simplemente. El fútbol me apasiona y más aún la dirección técnica.
El romance de Ricardo Alamo con la dirección técnica continúa en Ferro, donde había llegado para ser el médico del plantel. Tras esa temporada estuvo un par de años fuera de la actividad antes de regresar y ascender con los «Bichitos» al Grupo Uno. Luego fue doble campeón, de Liga y Provincial, con Sportivo Norte antes de desembarcar en Quilmes. Tras ese año sus pasos se dirigieron nuevamente a Ferro, donde suma tantas buenas actuaciones como tiempo sin dirigir.
– Esa discontinuidad en su función de entrenador, ¿tiene que ver con sus obligaciones de médico o con una elección suya?
– En realidad a mí me hubiese gustado dirigir siempre, pero en esta profesión uno está condicionado por los resultados y por el gusto de los dirigentes. Y yo soy una persona muy frontal e intransigente, algo poco común en el ambiente del fútbol. Si algo no me gusta me voy, y los dirigentes lo saben. Entonces algunos eligen no tenerme en cuenta.
– Usted es técnico recibido y docente en el curso que los forma. Como médico debe asistir a congresos de actualización. ¿Y como entrenador?
– Veo mucho fútbol por televisión, tengo la capacidad intelectual como para ver rápidamente los distintos planteos de juego, los analizo, y extraigo lo mejor de ellos. Pero como no tengo el mejor concepto del técnico argentino en general, salvo de Marcelo Bielsa, Ricardo La Volpe y pocos más, no me he ocupado en tratar de presenciar entrenamientos de equipos profesionales.
– Ahora bien, no ha sido dirigido por entrenadores de Primera ni tampoco ha presenciado el trabajo de cuerpos técnicos profesionales. ¿Se puede decir entonces que su sistema de trabajo es totalmente propio? Y de ser así, ¿cómo es el mismo?
– Yo tengo un sistema propio de trabajo que respeto y exijo que se respete. En él hay mucha carga táctica, mis jugadores saben que tienen libertad para crear, para la impronta, pero siempre respetanto la planificación que hicimos del partido, el esquema del equipo. En los entrenamientos se juega al fútbol y se van interrumpiendo las jugadas permanentemente para corregir cosas o agregar conceptos. En definitiva, quien decide es siempre el jugador, pero yo les doy los parámetros para que pueda accionar en base a ellos. Otro punto clave es que mis equipos son honestos, mis jugadores no hacen tiempo, no golpean ni son violentos y tienen un gran respeto por el compañero, primero, y por el rival, después. Siempre tratamos de salir a jugar, ser ofensivos, y buscamos hacerlo aunque nos superen.
– Pero en el fútbol de hoy mandan los resultados, ¿usted puede ser ofensivo sin grandes temores porque no vive del fútbol?
– Yo no puedo hablar sobre supuestos, no sé qué pasaría si mi fuente principal de sustento fuera ésta. Pero no entiendo este juego de otra manera y, además, siempre he obtenido buenos resultados. Así que no tengo razones para cambiar.
– ¿Cómo es su relación con los jugadores?
– Soy muy respetuoso de ellos y exijo lo mismo para conmigo. Me parece que es éste el tema central, yo les exijo porque saben que respondo por ello. Tengo un gran reconocimiento por este grupo de Ferro, por la manera que tienen de comportarse dentro y fuera de la cancha. Y siento que ellos me aprecian.
– Ricardo, ¿qué hace un médico invirtiendo buena parte de su tiempo para dirigir un equipo de fútbol sabiendo que puede ganar poco o nada en la parte económica?
– Es un cable a tierra, una pasión. Nunca tuve ofertas importantes como para dirigir en otro nivel, pero de haberlas tenido, si económicamente me servían, no lo hubiese pensado: el técnico hubiese reemplazado al médico. Al menos lo hubiese intentado.
– ¿Y usted hizo algo para recibir ese ofrecimiento?
– Mostrar resultados y rendimiento dentro de la cancha. Este Ferro es un ejemplo de lo que puedo hacer. Lo que pasa es que no soy amigo de dirigentes ni de periodistas, no busco ayudas, y eso me condiciona.
– ¿Sigue esperando que lo llamen?
– Ya no, me parece que ahora es muy difícil que eso ocurra. Y entonces ya no tengo sueños de fútbol, pero sí desafíos. Como el de mejorar y llegar lo más arriba posible con Ferro, un lugar en el que me siento muy cómodo.
– El técnico, ¿hasta dónde afectó al médico?
– En nada, no ha influido en mi vida profesional ni para bien ni para mal.
– ¿Aceptaría integrar un cuerpo técnico sin ser el eje del mismo?
– No, de ninguna manera. Estoy acostumbrado a trabajar solo y no serviría para asesorar. Debería respetar muchísimo al otro entrenador y, como dije, en Argentina no hay tantos respetables.
Fuente: diario Castellanos, Rafaela, 19 de setiembre de 2005.