Reflexiones al borde

Pensemos en los que realmente la pasan mal, en la mitad del país que son pobres, en los 4.2 millones que son indigentes, en los que viven en la calle, en los jubilados que comen una vez al día, en los enfermos que están en lista de espera. En los 15 millones de argentinos que viven de planes, que no tienen proyecto de vida y caen en las adicciones o las jóvenes que se embarazan sin desearlo.

Por Ricardo Miguel Fessia.- Se están apagando las luces del sábado 21 y comenzamos a desandar las horas de la vigilia del acto comicial donde las personas habilitadas estamos convocados a concurrir a las urnas.

Sería hasta casi fútil pretender influenciar en la convicción de cada uno de ustedes, gentes con sus propios principios ideológicos.

Trato de ser lo más objetivo posible y no tomar partido, aunque es sabida mi filiación política desde hace varias décadas cuyos principios se mantienen inalterados y por ello, tengo decido por quién votaré esta mañana.

Tomo la pluma ahora para compartir la idea que la este domingo no es una elección más, que por la noche vamos a ser testigos de un momento histórico en nuestro país, que independientemente quien gane es un fin de época, y que la única garantía de ser parte es ejerciendo el derecho a voto, que tanto nos cuesta.

Habiendo transcurrido 40 años de democracia resulta esencial que la cantidad de votantes sea la más importante de nuestra historia. El lunes nosotros seremos los mismos, pero no lo será nuestro país, existiendo un ganador o abriendo el espacio a una segunda vuelta. Pensemos en los que realmente la pasan mal, en la mitad del país que son pobres, en los 4.2 millones que son indigentes, en los que viven en la calle, en los jubilados que comen una vez al día, en los enfermos que están en lista de espera. En los 15 millones de argentinos que viven de planes, que no tienen proyecto de vida y caen en las adicciones o las jóvenes que se embarazan sin desearlo.

Con un poco más de holgura o con algunas restricciones, nosotros podemos pensar, razonar, trabajar, vacacionar, morar en una casa digna, llevar la comida a la mesa diría y hasta comprarle un juguete a un hijo o a un nieto.

Tenemos el deber moral de mirar hacia el costado y reflexionar. No podemos permitir que se nos intimide por la seducción de la política ni por el bramido de las musas de la desesperación y de la bronca. Más que nunca debemos ser prudentes, solidarios, emotivos y racionales. Debemos votar en positivo, en la idea de un proyecto de país posible, inclusivo, moderno, inserto en el concierto internacional del mundo moderno, productivo, soberano en toda la dimensión del término, no solo en lo discursivo.

Analicemos los candidatos y su historia, detengámonos en los compromisos y el cumplimiento de promesas, no quedemos encerrados en un falso presupuesto o decisiones contrafacticas.

A mi edad no me puede equivocar ni sentirme cómplice, sometido, funcional. Estoy persuadido de la responsabilidad tanto del presente como del futuro.

Aliento la esperanza que estas pocas palabras sean leídas por personas inteligentes, generosos, sensibles y por sobre todo libres en su pensamiento alejados de ideologías obtusas, que viene de los fracasos y ahora elevan discursos vocingleros vacíos de contenido que ni revisten el carácter de slogan.

Muchas gracias.

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