“Fútbol, dinámica de lo impensado”. Un concepto entre millones para definir con claridad meridiana lo que es capaz de generar un deporte que se vive con una pasión conmovedora en este rincón del mundo.
Así lo reflejó, con una exactitud que nunca perderá vigencia, aquel verdadero maestro de periodistas que fue Dante Panzeri.
Y lo impensado ocurrió en la dramática Promoción que nos entregaron Atlético y Gimnasia. Entre el jueves y el domingo se sucedieron, con diferentes sensaciones, los estados de ánimo de unos y otros.
Después del encuentro de ida, que la “Crema” logró resolver por una diferencia impensada en barrio Alberdi, quién podría atreverse a quitarle la ilusión al pueblo “Celeste”.
Los tres goles del chaqueño Aldo Visconti parecieron instalar a los dirigidos por Marcelo Fuentes en los umbrales de la Primera División afista.
Los más optimistas, se atrevieron a pronosticar un ascenso libre de sobresaltos en la revancha. No fueron muchos los que pensaron de esa manera. Al margen de la apreciable ventaja numérica, los más cautos interpretaban que no era prudente ganar a a cuenta.
Esta última postura fue la adoptada por el cuerpo técnico y por los propios futbolistas. En definitiva, todos coincidieron en el mensaje que transmitieron entre uno y otro partido.
“Todavía no ganamos nada. Dimos un paso importante, pero la serie no está definida”, se escuchó con insistencia en los medios. No fueron declaraciones de compromiso. Respondían, seguramente, a una realidad que de ninguna manera podía soslayarse.
Del otro lado, Leonardo Madelón, tras el durísimo revés sufrido en Rafaela fue el único que puso la cara. “No nos den por muertos”, se atrevió a decir el técnico del conjunto platense. Pudo haber sonado como una expresión de deseos, pero nadie puede desconocer que fue al menos un pensamiento feliz de lo anímico.
Ayer, esa dinámica de lo impensado parecía no haber sido invitada a una cita que en el Bosque tenía a dos protagonistas con similares obligaciones y con todas las miras apuntando hacia un mismo objetivo.
Después de un primer tiempo sin fisuras y en el que llegó a generar, por mérito propio, las opciones más propicias, Atlético había dado un paso gigante.
Tuvo maniatado en ese pasaje, a un rival impreciso y nervioso. Ni siquiera le pesaba, a los de Marcelo Fuentes, jugar como visitantes. Todo estaba bajo control para la “Crema”, porque los tiempos ya se habían recortado a la mitad y se conservaba la diferencia.
Claro, restaba la segunda mitad. La lógica – si es que existe en el fútbol – indicaba que para acrecentar definitivamente las chances se debía “aguantar” el primer cuarto de hora. Atlético lo supo hacer, frente a un oponente que pocas veces llegó a inquietarlo.
La obtención del ascenso, definitivamente, parecía ser una simple cuestión de tiempo. El reloj era otro aliado a esa altura de las circunstancias.
Pero a los 27’ se achicó la brecha con el gol de Diego Alonso. ¿Era preocupante? No demasiado. Apenas una luz de alarma que se había encendido en el horizonte de Atlético, la que dio la sensación de apagarse cuando se hizo expulsar de manera infantil Roberto Sosa.
Con superioridad numérica y apenas un puñado de minutos por jugarse, había llegado el momento de cerrar el partido y abrochar la vuelta a Primera.
Gimnasia, con vergüenza y una buena cuota de tozudez, siguió dando pelea. Federico Niell, un “chiquitín” de apenas 162 centímetros, se hizo fuerte para ganar de cabeza, dos veces en dos minutos, en el corazón del área rafaelina. Las desconcentraciones en el fondo y el estatismo de Diego Capogrosso hicieron el resto. Por aquello de la dinámica de lo impensado, el fútbol le dio la razón, una vez más, a quienes lo definen como el espectáculo deportivo más apasionante.
Frustración. Simplemente una palabra que puede encerrar miles de sensaciones. Es, quizás, la más apropiada para definir el sentimiento del hincha., por más que pueda sonar como tremendamente dolorosa. La bronca no se agotará por un tiempo. Las heridas tardarán en cerrarse. Pero el corazón del simpatizante nunca dejará de hacerse sentir. Con sus latidos acelerados, como siempre, porque el fútbol así lo exige.
El cachetazo fue tremendo, como para inclinar a cualquiera. Pero la historia debe continuar. Y la gente, hoy golpeada, seguramente tendrá la capacidad de reacción suficiente como para volver a cantar en el próximo torneo: “Esta campaña volveremos a estar contigo…”, con las mismas fuerzas y con las ilusiones renovadas. Como antes, como hoy, como siempre.
Fuente: Víctor Hugo Fux en diario La Opinión, Rafaela, 13 de julio de 2009.