A los 32 años, Néstor Hipólito Giovannini (83,500 kilogramos) alcanzó la cumbre. En la ciudad alemana de Hamburgo, el sábado 26 de junio de 1993 el rafaelino se consagró campeón mundial de la categoría crucero al derrotar por puntos -en fallo dividido- el hasta entonces monarca Markus Bott (85,700).
El combate, pactado a doce rounds y reconocido por la Organización Mundial de Boxeo (WBO), tuvo un desarrollo violento y reclamó una entrega conmovedora de parte de sus protagonistas.
Bott, que había alcanzado el título frente al estadounidense Tyronne Booze en febrero de ese año, asumió este compromiso con el rótulo de indiscutido favorito. Su condición de local y una campaña en el campo profesional que hasta entonces no registraba derrotas, le permitieron ascender al cuadrilátero con una justificada dosis de optimismo.
Enfrente estuvo un hombre que ya había tenido una chance mundialista, pero que arrastraba una prolongada inactividad. Desempeñó un rol protagónico a la hora de treparse al cuadrilátero. Porque a su impecable condición atlética, el boxeador local le sumó un estado anímico muy particular.
En el comienzo de la pelea, mostró a Giovannini en una actitud dominante, a partir de un correcto manejo de su jab de izquierda y de algunas precisas combinaciones que llegaron a la humanidad del alemán.
El rafaelino, que había establecido algunas diferencias en los pasajes iniciales, volvió a padecer un problema que lo ha venido aquejando en los últimos años de su trayectoria. La inflamación de la mano derecha fue creciendo y en la medida que transcurrieron los asaltos, la posibilidad de utilizarla se fue diluyendo.
Fue entonces cuando afloró el coraje de Giovannini para sobreponerse a una situación realmente preocupante. Bott, alentado por los casi 7.000 espectadores que colmaron la capacidad del estadio Alsterdorferhalle, progresivamente fue equilibrando el trámite de un enfrentamiento, que ganaba en emotividad.
La incertidumbre del resultado se mantuvo hasta el campanazo final. Con dos hombres que no se guardaron nada y que a la hora de jugarse enteros lo hicieron con absoluta decisión. Sangrante -por una herida en su ceja derecha- y dolorido por la lesión en su mano diestra, Giovannini siguió peleando «a hierro corto» hasta que los sorprendió el epílogo.
El fallo fue muy apretado con dos tarjetas (114-113) de los norteamericanos a favor de Giovannini y el restante fallo (con idéntica puntuación) de un danés a favor de Bott. Luego, su padre Ernesto, su hermano Julio -el responsable de conducirlo desde el rincón- y el doctor Sergio Chávez se confundieron en un abrazo interminable, al que se sumó el promotor Hernán Santos Nicolini.
El regreso a Rafaela
Al mediodía del domingo 4 de julio se produjo su arribo al cruce de las rutas nacionales 34 y 19, que desde ese lugar se propuso ir corriendo hasta esta ciudad para dar cumplimiento a una promesa, reiterando lo realizado en 1988 cuando le ganó al italiano Noé Cruciani. El desafío fue más importante: una mano derecha operada y una jornada desapacible por la baja temperatura y la llovizna intermitente, siendo acompañado por el profesor Danilo Coronel -responsable de su preparación física- y el boxeador profesional Marcelo Domínguez.
Luego, desde la esquina de avenida Luis Fanti y Octavio Zóbboli, Giovannini y los integrantes de su equipo se subieron a una camioneta que fueron trasladados hasta el edificio municipal, mientras la gente fue testimoniándole su afecto durante el trayecto.
El sábado 20 de noviembre, Tito Giovannini retuvo la corona mundial frente al ex campeón Bott en la misma ciudad alemana de Hamburgo, donde se había consagrado el 26 de junio. En esta oportunidad, se impuso por un amplio margen que se vio plasmado en las tarjetas del jurado: 117 a 110, 119 a 106 y 118 a 109.
Mario Demarco campeón nacional
El 29 de junio de 1983, Mario Alberto Demarco se consagró campeón argentino de los minimoscas al derrotar por puntos, en fallo dividido, al hasta entonces titular de la categoría Miguel Angel Lazarte, de Tres Arroyos, en un combate llevado a cabo en el Luna Park de Buenos Aires.
Demarco pudo imponer su mayor vigor en la segunda mitad de la pelea ante un rival más experimentado, que en los primeros rounds había acumulado algunas diferencias. Ese trabajo del rafaelino fue reconocido por dos jurados que lo vieron ganador por 119-117 (Allende) y 118-117 (Gariboldi), mientras que el restante (Seleme) se inclinó por el empate en 116 puntos.
El flamante campeón tenía 23 años (nació en Rafaela el 13 de agosto de 1959) y se inició boxísticamente en La Rubia. Posteriormente, se trasladó a Buenos Aires donde se puso bajo las órdenes del técnico Tito Gómez en el gimnasio del Luna Park.
Fuentes: diario La Opinión, 1983 y 1993.