Por María Herminia Grande.- Javier Milei es el único candidato con ambiciones presidenciales que, sin tapujos, dice lo que haría de ser elegido. Claro que lleva en su orillo una enorme contradicción: hace política desde la antipolítica. En realidad despotrica contra la casta perteneciendo a ella. Si resulta raro imaginar un país sin Banco Central, sencillamente es inviable una democracia cimentada en la antipolítica. Sabemos que la fascinación por la antipolítica lleva a gobiernos autoritarios. La falta de política o las desviaciones políticas sólo se corrigen multiplicando, robusteciendo, fortaleciendo al instrumento político. Ahora bien, ¿cómo hacerlo cuándo quienes integran y conducen las coaliciones conocidas “cruzan los semáforos en rojo”, cada vez con más frecuencia y a mayor velocidad?
Así como en las Pascuas de 1987 se puso a prueba la solidez de la reconquistada democracia, a 40 años son los propios dirigentes políticos quienes la someten a semejante delirio. Torpeza extrema.
La semana pasada se traspasó un límite y la respuesta política y social no se pareció en nada al acompañamiento que ante aquella situación tuvo el Dr. Raul Alfonsín. El ministro de Seguridad, Sergio Berni fue agredido mal y pudo haber sido más grave. Sin embargo, el rechazo a la agresión fue débil. Lamentablemente el “ah pero” es el nuevo justificativo para la banalidad politiquera. Para la no diferenciación entre lo que está bien y lo que está mal, en realidad, entre lo legal y su contracara. La gente está harta pero no hay derecho a la justicia por mano propia.
Milei crece expresando la bronca de la gente. La presencia del libertario impide el “que se vayan todos” del 2001 pero, ¿a qué precio?. ¿Y la política cómo responde para pelearle el voto a Milei? Hasta hoy, con más y mejor irresponsabilidad. Sin asumir sus yerros. Sin la más mínima autocrítica. Con una profunda ausencia. Improvisación. Manejando mal la cosa pública. Trabajando para Milei.
¿Tiene solución? Sí y solo sí ante el espanto de perderlo todo, vuelva la política a trabajar de tal. Con la Constitución en la mano alcanza para acordar un rumbo con futuro. Los problemas son grandes –inflación-, algunos más graves aún –crimen organizado-, pero lo pendiente de realizar es con acuerdo político y aceptación social. Y sin eslogan por favor. Con planes y diciendo todo lo que harían, como lo hace Milei.
Ayer Horacio Rodríguez Larreta decidió hacer cumplir la ley que rige en CABA para las próximas elecciones. Así como será una elección concurrente, concurrentes fueron los motivos que llevaron al jefe porteño a tomar esta definición. En los argumentos podemos priorizar su coherencia. Su apego a la ley. Pero también que de no hacerlo Gerardo Morales, presidente del radicalismo, se lo iba a solicitar pública y judicialmente, porque no aplicar la ley dejaba en una situación de poca competitividad a Martín Lousteau. También esta actitud fue la manera de marcar un “acá estoy yo, no me conduce Mauricio”.
Rodríguez Larreta dijo que habrá un solo candidato del PRO, pero no dijo quién. Se supone el que más mida. Esta acción política lleva a entender por qué el ex presidente Macri no aceptó ser candidato presidencial: no podía conducir a sus pupilos, sus sucesores se muestran con independencia. Cercanos a Rodríguez Larreta dijeron a Infobae: “Si Mauricio quiere ser el jefe de campaña de Patricia, que lo haga. Son momentos en que hay que ganar en todo a todos, pero no esperen que Horacio agreda a nadie. Gane o pierda, hay que seguir juntos, así como tampoco agredirá a la oposición. El 11 de diciembre hay que lograr dos números mágicos en el Congreso: 129 diputados y 36 en el Senado”.
El presidente del Bloque Frente de Todos en CABA, Claudio Ferreño, sobre la decisión de Rodríguez Larreta le dijo a Infobae: “Tiene la facultad de hacerlo. Lo utiliza para dirimir la interna que tiene JxC en la ciudad. Lo que no estamos de acuerdo es como lleva adelante el tema Salud, de la vivienda, tanta gente viviendo en la calle.”. Consultado sobre cómo está el armando electoral del FdT en CABA, manifestó: “estamos bregando y trabajando para que la unidad de nuestro frente llegue a buen término”.
Por su parte en la coalición oficialista el presidente Alberto Fernández cavila entre ser o no ser candidato por la reelección. Pareciera que en lo único en que acuerdan Presidente y Vicepresidenta es en no acordar. En el mientras tanto, en el sector de La Cámpora le amagan una vez más con abandonar los cargos. Nadie cree que esto suceda y mucho menos en un año electoral. Ambos tienen sus fortalezas y debilidades. La vicepresidenta, en teoría, tiene en la provincia de Buenos Aires la posibilidad de reelección de Axel Kicillof. Pero a su vez, este esquema tiene la debilidad de no tener un candidato presidencial fuerte. En el caso del Presidente tiene candidatos razonables: él o Scioli. Aquí la debilidad estaría en la provincia de Buenos Aires, no así en el resto del país. A esta altura la incógnita sigue siendo Massa y finalmente hacia donde inclinaría la balanza.
Tal vez sea oportuno recordarle a la política la respuesta que el Papa Francisco le dio a una joven cuando la misma le consultó sobre los motivos del alejamiento de los fieles a la Iglesia: “La Iglesia se oxida y pierde credibilidad porque le falta el coraje de salir a las periferias y eso hace que pierda la noción de la realidad”.
Cualquier parecido con la realidad política argentina no es pura coincidencia.
Fuente: https://www.infobae.com/