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Cómo cambió la Iglesia en 10 años del papa Francisco

Reformas, divorciados, sexualidad, abusos.

Por Elisabetta Piqué.- Una Iglesia católica inclusiva, abierta a todos, especialmente a los pecadores, a los heridos, a los excluidos -divorciados vueltos a casar, homosexuales, migrantes, presos-. Una Iglesia católica que con él, Francisco, ha vuelto a ser influyente, protagonista. Una iglesia que no condena, sino que acompaña, que parte de la realidad concreta de la vida de los hombres y mujeres de hoy y ya no más de teorías abstractas.

Es el gran cambio que se palpa a diez años de la elección de Jorge Bergoglio, el primer papa latinoamericano, el primer papa jesuita, el primer papa “outsider”, considerado uno de los más libres de los últimos tiempos, quizás, porque jamás estudió en Roma. Hasta los 76 años vivió y trabajó como pastor, obispo y cardenal, en Buenos Aires, su ciudad, una metrópolis llena de contradicciones, plagada de villas miserias que recorría, embarrándose los pies. Periferias repletas de “descartados” y migrantes, que, al convertirse en Papa, el 13 de marzo de 2013, puso como prioridad de su pontificado, marcado, también, por otros hitos. En el balance, claro, también quedan cuestiones pendientes.

Cambio de estilo

Francisco eligió su nombre por San Francisco de Asís, el santo de los pobres y de la naturaleza, algo que ya significaba de por sí un programa de gobierno. Desde que fue electo en un cónclave que tuvo lugar no porque había muerto un papa, sino porque había renunciado, en tan sólo 24 horas Francisco dejó en claro que su estilo de ser papa iba a ser disruptivo. Un estilo descontracturado, informal, cercano, que enseguida comenzó a ser cuestionado por un ala conservadora. Saludó con un normal “buonasera” se mostró ante el mundo desde el balcón central de la Basílica de San Pedro la tarde del 13 de marzo de 2013, después de la fumata blanca. Entonces, se autodefinió “obispo de Roma”, no bendijo desde lo alto de su potestad pontificia a la multitud presente en la Plaza de San Pedro, sino que pidió que ese “pueblo de Dios”, le pidiera a Dios que lo bendijera, todo un cambio. Llegaba un Papa “pastor”, que, en nombre de la simplicidad y humildad, rechazaba ese mismo día la cruz pectoral de oro y mantenía la suya de siempre de plata.

Enseguida el papa del fin del mundo demostró ser un hombre de gobierno, con ideas claras. Al margen de los oropeles, también se negó a vivir en el Palacio Apostólico: prefirió seguir viviendo en comunidad, en la Casa Santa Marta, el hotel para eclesiásticos del Vaticano. Y en su primera misa solemne, que no quiso que se llamara de “entronización” porque ya no había un papa-rey, sino de “asunción petrina”, puso en primera fila, junto a los jefes de Estado y de gobierno, a un cartonero: Sergio Sánchez, amigo de Bergoglio desde 2005. Un mensaje de ruptura y al mismo tiempo de pastoral claro, contundente, como cuando dijo que quería “Una iglesia pobre para los pobres” y “pastores con olor a oveja” y fustigó el clericalismo.

Comunicación

foto AML

Consciente de la importancia de los medios y de las imágenes, Francisco desde el principio impactó por sus gestos. Cuando abrazó a un hombre deformado por una enfermedad en la Plaza de San Pedro o cuando, como hacía en Buenos Aires, en su primer jueves santo fue a una cárcel de menores y les lavó los pies a los presos, sorprendió a todo el mundo. También impactó por su forma de transmitir el Evangelio con un lenguaje claro, directo, sencillo, de la calle, comprensible hasta para los niños. Un lenguaje utilizado en decenas de homilías, en sus misas matutinas de Santa Marta, en documentos, videoconferencias y en sus dos encíclicas: Laudato Sí, sobre el grito de los pobres y de la Tierra, y Fratelli Tutti, sobre la amistad social.

Como cardenal primado de Buenos Aires, Bergoglio era famoso por no dar entrevistas. Todo cambió al convertirse en Francisco. En estos diez años concedió decenas de entrevistas. Y convirtió en una marca registrada sus conferencias de prensa en el avión, al regresar de sus viajes internacionales, en los que contesta, sin filtro, las preguntas de los periodistas. “¿Quién soy yo para juzgar a un gay?”, es la frase que nadie se esperaba que un Papa pronunciara en su primera conferencia de prensa a 10.000 metros de altura, al regresar de la Jornada Mundial de Río de Janeiro, en julio de 2013, el primero de sus 40 viajes internacionales a 60 países.

En diez años Francisco, además, internacionalizó como nunca antes el Colegio Cardenalicio a través de ocho consistorios en los que creó diversas tandas de cardenales. Rompiendo la tradición, muchos de ellos son de países periféricos, nunca antes representados. Así, transformó la geografía del cónclave que deberá elegir a su sucesor, donde ya no hay una mayoría europea, como cuando fue electo hace diez años.

Reforma de la curia

En las congregaciones generales -las reuniones anteriores al cónclave-, los cardenales le dieron a Francisco un mandato claro. Después de los escándalos que habían marcado el pontificado de Benedicto XVI -traicionado por su mayordomo- de corrupción, derroche de dinero y nepotismo en la curia romana, había que hacer limpieza, poner orden. En 500 años de historia de la Iglesia, hubo cuatro reformas de la curia: la de Pío X, la de Pablo VI, la de Juan Pablo II y la de Francisco.

El 19 de marzo del año pasado, después de nueve años de trabajo, promulgó la Constitución Apostólica “Predicad el Evangelio”, que reformó drásticamente la curia romana, la administración central de la Iglesia. La prioridad ahora es la evangelización.

Otro mensaje claro del Papa, que también instituyó la Jornada Mundial de los Pobres y que por primera vez abrió un Jubileo, el Jubileo de la Misericordia –palabra clave del pontificado-, a fin de 2015, no en Roma sino en una periferia: Bangui, capital de República Centroafricana, uno de los países más pobres del mundo. Otro fiel reflejo del fin del eurocentrismo que reinaba antes en el Vaticano.

Si antes la curia romana tendía a ser un ente de control de los obispos del mundo, que cuando viajaban a Roma tenían que dar una suerte de examen en las visitas “ad limina”, como si fueran alumnos, también esto cambió. La curia no sólo está al servicio del Papa, sino también, de los obispos y la actitud es la de escuchar, ya no la de dictar cátedra.

Otro cambio enorme es que los laicos -incluidas mujeres- pueden tener puestos dirigenciales: hasta ahora el poder de gobierno estaba relacionado con el poder del orden, es decir, sólo alguien ordenado podía llegar a dirigir un dicasterio. En este sentido, otro cambio gigantesco en estos diez años de Francisco es la creciente presencia de mujeres en cargos dirigenciales del Vaticano, institución desde siempre dominada por hombres: en la curia romana el porcentaje de mujeres pasó del 19,3 al 26,1%, según un reciente estudio de Vatican News.

Finanzas

Para hacer limpieza y que haya transparencia en las antes turbias finanzas del Vaticano, por otro lado, el Papa creó una Secretaría para la Economía que antes no existía. Para eliminar corrupción, nepotismo y derroche de dinero, puso en marcha nuevos sistemas y mecanismos que implicaron controles, presupuestos, licitaciones en lo que antes era una jungla. Nombró un auditor general, un comité de inversiones y renovó los estatutos del IOR (Instituto para las Obras de Religión).

En otra movida audaz, le quitó a la Secretaría de Estado el manejo de fondos reservados. Un fiel reflejo del cambio es que, gracias a los nuevos controles, se destapó un escándalo por una inversión fallida con fondos reservados realizada por la Secretaría de Estado, que determinó un juicio por malversación de fondos en el Vaticano. Por primera vez en el banquillo, entre otros, hay un cardenal: el otrora influyente exsustituto, Angelo Becciu. Algo sin precedente.

Abusos sexuales

El gigantesco escándalo de los abusos sexuales de menores cometidos por sacerdotes, estallado al final del pontificado de Juan Pablo II y que continuó en el de su sucesor, Benedicto XVI, también le causó enormes dolores de cabeza a Francisco. Aunque en marzo de 2014 creó una Pontificia Comisión para la Tutela de Menores, presidida por el cardenal Sean O’Malley, arzobispo de Boston –diócesis de Estados Unidos especialmente golpeada por el escándalo-, el exarzobispo de Buenos Aires comprendió realmente la entidad del daño después de su viaje a Chile, en enero de 2018.

“Ahí me convertí”, admitió recientemente en una entrevista a AP, al reconocer que se había equivocado en la percepción del problema en Chile, a cuya población le pidió públicamente perdón en una carta. Al margen de invitar a tres víctimas chilenas a convivir a su casa de Santa Marta, ocasión en la que les pidió, de nuevo, perdón y de convocar a una cumbre antiabusos a los presidentes de todos los episcopados, el papa Francisco en estos diez años aprobó muchas leyes para que los obispos sean responsables e instruyan correctamente los casos de abusos sexuales a menores.

Consciente de que el daño a la credibilidad de la Iglesia es inmenso, admitió recientemente que hay que seguir adelante con la lucha contra el flagelo de los abusos -también de conciencia y poder-, que se da también en la Iglesia contra los “adultos vulnerables”.

Diálogo interreligioso

En virtud de esa cultura del diálogo y del encuentro que siempre pregonó, Francisco en estos diez años dio pasos gigantes para superar el drama de la división de los cristianos. Dejando de lado las diferencias teológicas, se concentró en lo que une.

En 2016, en el aeropuerto de La Habana, tuvo el primer cara a cara desde el cisma de 1054 que tiene un Papa con el Patriarca Ortodoxo de Moscú, Kirill. En 2017 celebró los 500 años de la Reforma Protestante en Lund, Suecia. Es amigo del Patriarca de Constantinopla, Bartolomé, desde el principio un firme aliado en la lucha común por el medio ambiente y en favor de los más desfavorecidos. También es amigo de los anglicanos, viajó recientemente a Sudán del Sur en un peregrinaje ecuménico por la paz junto al arzobispo de Canterbury, Justin Welby, y el Moderador de la Iglesia de Escocia, Iain Greenshields.

El mismo enfoque, es decir, concentrarse en lo que une, no en lo que divide, utilizó con las otras dos grandes religiones monoteistas, el Judaísmo y, especialmente, con el Islam. Francisco recompuso el vínculo con los musulmanes, dañado por el discurso de Ratisbona de Benedicto XVI. Visitó 12 países musulmanes y se hizo amigo del jeque Ahmad al-Tayyeb, Gran Imán de la universidad de Al-Azhar, considerada “el Vaticano” de los sunnitas.

En otro orden, Francisco en 2018 firmó un acuerdo provisorio con China -país con el que el Vaticano no mantiene relaciones diplomáticas- sobre designaciones episcopales en la superpotencia comunista, donde hay unos 12 millones de católicos. Se trata de un acuerdo cuestionado por sectores conservadores, pero considerado un hito de esa cultura del diálogo a ultranza, más allá de los problemas.

Mayor participación de las mujeres

foto AML

Aunque aún hay un largo camino para recorrer, el Papa nombró en 2016 al frente de los Museos Vaticanos a la italiana Barbara Jatta y en la vice dirección de la Sala de Prensa a la periodista española Paloma García Ovejero, que tras dejar ese cargo a fin de 2018 fue reemplazada por la brasileña Cristiane Murray. Nunca antes hubo voceras mujeres en el Vaticano. En 2021, nombró a la religiosa italiana Alessandra Smerilli secretaria del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, el cargo más alto jamás alcanzado por una mujer. Ese mismo año, nombró a la teóloga argentina, Emilce Cuda, como nueva Jefa de Oficina de la Pontificia Comisión para América latina (PCAL) y a la monja franciscana Raffaella Petrini, secretaria general del Governatorato del Estado de la Ciudad del Vaticano, otro cargo nunca antes en manos de una mujer. En 2020 nombró a seis mujeres en el organismo supervisor de todas las actividades económicas del Vaticano. “Designé a estas seis mujeres por su profesionalismo pero también porque pienso que las mujeres en general son mejores administradoras que los hombres”, explicó Francisco en su libro Soñemos juntos.

Ordenación de hombres casados

El tema de los “viri probati”, en discusión en la Iglesia desde los tiempos del Concilio Vaticano II, causó un enfrentamiento feroz entre ultraconservadores y progresistas durante el sínodo sobre la Amazonía, que a nivel mediático quedó reducido a si se aprobaba, o no, este cambio. En el documento post-sinodal “Querida Amazonia”, publicado en febrero de 2020, Francisco no tocó el tema, descolocando a todos los que esperaban una respuesta. Y fue un mensaje claro a las dos partes: no era el momento para hacer cambios pastorales en un clima de división y de polarización como el que se había creado.

Los sectores ultraconservadores, en efecto, estaban listos para salir a denunciar, si le hubiera dado el visto bueno a la ordenación excepcional de hombres casados, que le había abierto la puerta al fin del celibato -que en realidad no es un dogma sino una cuestión disciplinar-, y algo que Francisco siempre aseguró no querer cambiar. Si le hubiera dado luz verde a los llamados “viri probati”, el ala progresista hubiera salido a celebrar con bombos y platillos una “victoria” en contra del sector opositor. Francisco, en todo caso, no le cerró la puerta a la cuestión.

Moral sexual

La Pontificia Academia para la Vida en los últimos 18 meses estuvo revisando las enseñanzas de la Iglesia sobre cuestiones como el fin de la vida y la moral sexual. También la encíclica Humanae Vitae de Pablo VI que prohibió la contracepción artificial. Y ha estado explorando otras formas de enfocar estos temas de enorme sensibilidad, partiendo del hecho de que la gran mayoría de los católicos no sigue los dictados de la Iglesia católica en dichas materias. El tema es que nadie sabe si el Papa tiene intención de escribir un documento sobre esto.

Mediación en la guerra de Ucrania

En medio de esa “Tercera Guerra Mundial en pedazos” que denunció en estos diez años en los que siempre pregonó la paz, el dramático conflicto Ucrania-Rusia, sin solución a la vista, y una posible mediación del Vaticano es otra asignatura pendiente. El Papa siempre se manifestó dispuesto a esa mediación, pero en este momento es impensable porque Vladimir Putin la resiste. Sí es querida por el presidente Volodimir Zelensky.

Desde hace más de un año, cuando Rusia invadió Ucrania, el Papa se movió y levantó la voz para intentar detener este conflicto, aunque en un momento fue criticado por una posición que era vista como ambigua porque no mencionaba al agresor ruso, justamente para dejar los canales abiertos a una posible mediación.

En una entrevista que concedió hace unos meses a la revista jesuita norteamericana America Magazine, Francisco enfureció a los rusos porque explicó por primera vez claramente por qué no lo mencionaba a Putin. “Ciertamente quien invade es el Estado ruso. Eso es muy claro. A veces trato de no especificar para no ofender y más bien condenar en general, aunque se sabe bien a quién estoy condenando. No es necesario que ponga el nombre y el apellido”, dijo.

Viaje a la Argentina

Otro cabo suelto es un posible viaje a la Argentina. Desde que fue electo, hace diez años, la idea del viaje a su madre patria creó grandes ilusiones, enormes expectativas, especulaciones de todo tipo y manipulaciones. La polarización política del país seguramente no ayudó a que se realizara hasta ahora este tan esperado viaje, donde algunos muchas veces malinterpretaron sus gestos.

Como explicó él mismo muchas veces, el Vaticano había programado un viaje a la Argentina, Chile y Uruguay a fines de 2017, que finalmente se desestimó debido a elecciones en el país trasandino. La visita se pasó a enero. “[En enero] uno en la Argentina no encuentra ni al perro en la calle”, dijo para explicar porque finalmente excluyó al país de la gira.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/

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