RAFAELA.- Hay que pararse en el curvón sur del óvalo, con los edificios más altos como relieve en el fondo del paisaje, para sentir el vértigo desde debajo de los autos. En ese lugar se advierte la velocidad, si hasta se contiene la respiración, como si incidiera en el rendimiento del auto que protagoniza el vuelo rasante sobre el asfalto.
Jamás el TC 2000 vivió una clasificación tan veloz y emocionante. Cada coche salió solo a la pista para buscar su mejor vuelta. Y, piloto por piloto, se confeccionó la tabla clasificatoria. El gran favorito era el líder del campeonato, Gabriel Ponce de León (Ford Focus), que dominó las dos tandas de entrenamiento y hasta logró la mayor velocidad final, con 267 km/h. Pero quien no se rinde es Emiliano Spataro (Volkswagen Bora), después de lograr la vuelta más rápida en la historia en una clasificación del TC 2000 con 1m7s166/1000, a 247,859 km/h.
Si bien los pilotos siempre buscan la mayor velocidad, en este caso el temor incide entre los protagonistas. «Ojalá ésta sea la última carrera en un óvalo», sentenció Spataro, que marcha 3o en el certamen, con dos victorias en 2005: en Buenos Aires y en la histórica prueba de Curitiba, Brasil.
«Lo digo porque no hay experiencia en este tipo de circuitos. Cuando yo me fui al exterior, no elegí Estados Unidos justamente por los óvalos, y resulta que ahora estoy corriendo en un súper óvalo. Pero tampoco hay excusas, no es momento de protestar. Estamos acá y hay que cumplir. Si hubiese habido un planteo, debió hacerse con anterioridad. De todas formas nunca se pensó en parar la carrera», explicó Spataro.
En realidad, se advierte que los pilotos tienen desconfianza entre ellos mismos, al margen de los inconvenientes que puedan sufrir los motores (por demás exigidos) o los neumáticos. Spataro continuó con sus argumentos: «No tenemos experiencia en los óvalos. Por eso puede haber maniobras impredecibles. Pero descarto la mala intención. Una cosa es apretar a un competidor en una curva lenta. Otra, muy distinta, es hacerlo a más de 250 km/h. Tener mala intención aquí sería de un idiota».
Ponce de León compartió la idea de su rival: «Yo me voy a encontrar con algo totalmente nuevo, porque ni siquiera participé del simulacro de carrera. Yo también espero que sea la última carrera en un óvalo».
Esteban Tuero, 3o con su Volkswagen Polo, minimizó la controversia: «Es riesgoso por la velocidad, pero es parte de este deporte». Pablo Peón, presidente de la categoría, admitió: «Todos estamos nerviosos, porque es distinto. Pero a la vez orgullosos por devolver al automovilismo el histórico óvalo».
El primer equipo que padeció la exigencia en los impulsores fue Toyota. Norberto Fontana rompió dos motores, mientras que su compañero, Gabriel Furlan, también sufrió un problema similar en la vuelta clasificatoria.
El campeón, Christian Ledesma (Chevrolet) cambió el motor y pasó del 11° al 21° puesto de partida. El también manifestó disconforme por las características de esta prueba y teme no aguantar semejante exigencia física.
A las 10 serán las pruebas de tanques llenos, una costumbre perdida en el automovilismo argentino, y a las 13 (en directo por Canal 13 y TyC Sports) se largará la carrera (con partida en movimiento, a 80 km/h ), sobre 34 vueltas o 100 millas de extensión. Máxima velocidad y tensión para la 9a fecha de la temporada, que vivirá una jornada con una carrera atípica y riesgosa. Un cura, como en el automovilismo norteamericano, dará apoyo espiritual a quienes lo requieran. Más de uno rezará hasta que el semáforo se ponga en verde.
Roberto Berasategui
Fuente: diario La Nación, 4 de setiembre de 2005.