Por Mariano De Vedia.- El abrupto crecimiento de la inflación y la pobreza en la Argentina no es el único desvelo de Francisco. “Al Papa le preocupa la falta de diálogo y el desencuentro social. Insiste, además, en el cuidado de los pobres”, amplió el presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, monseñor Jorge Lugones, al revelar las inquietudes que el pontífice les transmite a los obispos.
Jesuita como Francisco y obispo de Lomas de Zamora desde 2008, Lugones sostiene que el país necesita “más empleo y de mejor remuneración” y, en una entrevista, abundó en el análisis de la economía y la crisis social. “Hay que consolidar un modelo que anteponga la producción a la especulación, la distribución a la concentración y el acaparamiento, el bien común a la rentabilidad sectorial”.
Lugones, de 70 años, añadió que ello “solo podrá lograrse a partir de un serio y profundo acuerdo social y político” y reclamó “políticas públicas que salgan del cortoplacismo, con el consenso de todos los sectores del mundo del trabajo”. Una tarea difícil, en momentos en que percibe “un clima político enrarecido por las divisiones internas de las principales coaliciones”
–¿Comparte la preocupación de Francisco sobre el problema de la inflación y la pobreza en la Argentina?
–Ciertamente es una preocupación central. Nos hemos pronunciado ya en distintas oportunidades y foros sociales sobre estos temas, que hacen a la vida y convivencia social. No solo nos preocupan, sino que, en la medida en que podemos, nos estamos ocupando desde Cáritas, con la “ayuda inmediata” y con proyectos de promoción humana y social. La formación y acompañamiento de cooperativas y mutuales barriales en el conurbano bonaerense. El acompañamiento de movimientos sociales como “cuidadores de la casa común”, que contiene y forma desde la encíclica Laudato si sobre el cuidado de la naturaleza y los descartados de la sociedad, con capacitación a jóvenes en vulnerabilidad psicosocial, que ya está en 18 provincias.
–¿A qué atribuye el fuerte impacto de la inflación, cuando en otros países aparece como una variable relativamente controlada?
–La inflación en nuestro país se advierte como una cuestión estructural que responde a múltiples causas, pero afecta más fuertemente a los sectores más pobres. Podemos señalar, entre otras, la inexistencia de un motor industrial en el país desde 1976, que sea un generador de divisas extranjeras. Eso hizo de manera sistémica que haya un faltante de dólares año tras año, debido a exportaciones de bajo nivel de manufactura. A eso se suma el déficit permanente que es cubierto por una emisión monetaria sostenida en los años y sin respaldo suficiente en el Banco Central, para mantener el tipo de cambio, lo que provoca una volatilidad del dólar que acarrea el ajuste de precios en todos los otros bienes de la economía y termina reflejado en el índice de inflación. A diferencia de otras épocas, hoy también es un problema global.
–¿Qué esfuerzos debe hacer la Argentina para revertir la pobreza?
–Tal como analizaba Francisco, el aumento de la pobreza estructural a lo largo de los años, que reconoce entre otras causas la desindustrialización y concentración en las grandes urbes, reclama políticas públicas que salgan del cortoplacismo, con acuerdos de todos los sectores involucrados en el mundo del trabajo. Se necesita más empleo y de mejor remuneración. La Argentina tiene grandes dificultades para enfrentar por sí sola estos desafíos, por ello se advierte como clave la integración sudamericana y, eventualmente, latinoamericana y las perspectivas que ofrece una política internacional, ejercida desde los espacios regionales como el Mercosur y Unasur.
–¿Cómo evalúa el clima político y social en la Argentina, en el comienzo de un año electoral?
–Estamos convencidos de que la patria es tarea de todos, en especial en este tiempo en nuestro país y en la región, ya que asistimos a una instigación permanente al odio y al desencuentro, que nos impide reconocernos como hermanos y dar pasos trascendentes en términos de unidad. Francisco dice que de la crisis se sale arriesgando y tomando la mano del otro. Se advierte un clima enrarecido por las divisiones internas de las principales coaliciones, aparece un ansia de protagonismo de varios candidatos, sin voluntad de consenso para generar una futura gobernabilidad, sea del color partidario que fuere. Del mismo modo se ve desánimo en mucha gente descreída de la política, con cierta polaridad entre la crispación y la desidia o apatía. Por ello, es necesario defender el sistema democrático.
–¿Qué evaluación hace de la gestión económica del Gobierno?
–En el escenario global generado por la pandemia del Covid-19 y la guerra en Europa, aunque se verifique crecimiento en la actividad económica o en el empleo, sigue habiendo un número inaceptable de hermanos en situación de pobreza. Nos preocupan los datos sobre la desigualdad económica en nuestra patria, el modo en que la concentración excesiva de la riqueza en pocas manos desalienta el empleo nacional, estimula el ahorro fuera del país, el consumo externo y la fuga de divisas. Además, como dice el Papa, la deuda externa es una condicionante del desarrollo.
–¿Los planes sociales constituyen una política permanente en la Argentina?
–Tal cual lo venimos sosteniendo, los planes sociales son necesarios en la coyuntura, hasta la consolidación de modelos de economía popular sustentables, pero que es imprescindible un verdadero plan de desarrollo humano integral, que incluya un proyecto de repoblación de nuestro país para encausar la angustiante necesidad de tierra, techo y trabajo que tiene gran parte de nuestro pueblo. En este proceso, algunos planes van a tener que durar en el tiempo como medio de sustento para los que no tienen otra salida ni otro recurso. Pero es indispensable que no sean administrados discrecionalmente, de modo que no queden sin cobertura aquellos sectores que no estén asociados a los grandes movimientos.
–¿No se cumplió con la prometida reconversión de los programas sociales en empleo genuino?
–Entendemos que se están dando pasos en ese sentido, pero es un proceso que demandará grandes esfuerzos de conjunto, porque es imprescindible para ello consolidar un modelo que anteponga la producción a la especulación, la distribución a la concentración y el acaparamiento, el bien común a la rentabilidad sectorial, lo que solo podrá lograrse desde un serio y profundo acuerdo social y político.
–¿La Iglesia promueve la convocatoria a una instancia de diálogo o de acuerdo social?
–La Iglesia siempre abre espacios de escucha y diálogo. Desde la Pastoral Social el año pasado hemos promovido esa instancia con muy buena respuesta de las coaliciones políticas mayoritarias y lo seguiremos haciendo. En este tiempo, advertimos la necesidad de ver la confianza en nuestro país y, con ella, el sentido de pertenencia; de generar un acuerdo político, social y empresarial, buscando una visión superadora de la violencia ligada a la lucha por espacios de poder y que nos permita centrarnos en las verdaderas necesidades y búsquedas de nuestro pueblo; la necesidad de profundizar las políticas de redistribución del ingreso para cerrar la brecha social.
–¿Hay preocupación entre los obispos por los enfrentamientos entre dirigentes del oficialismo y el Poder Judicial?
–Es doloroso ver los tiempos de los procesos en la Justicia para los más pobres, como hemos dicho los obispos: demasiado largamente esperada… Desde el punto de vista institucional y político, estas fuertes tensiones entre el oficialismo y la oposición y, también, por conflictos crecientes en cada uno de esos espacios, han impedido establecer los acuerdos necesarios y dificultado el funcionamiento de los órganos del Estado: no se ha podido nombrar a un nuevo juez de la Corte Suprema, ni al procurador general, ni al defensor del Pueblo, continúan vacantes cientos de cargos judiciales y se han multiplicado los conflictos en torno al Consejo de la Magistratura. Nuestra gente percibe una Justicia muy alejada de sus necesidades.
–¿Qué preocupaciones sobre el país les transmite Francisco a los obispos?
–La falta de diálogo, el desencuentro social, insiste en el cuidado de los pobres, en los criterios que propone en la encíclica Fratelli tutti: fraternidad universal y amistad social, y en el libro Soñemos juntos: creatividad para acercar la brecha entre adultos mayores y jóvenes, la misión en las periferias existenciales y en los barrios, creatividad para anunciar el Evangelio. Discernir juntos a través de lo que la Iglesia llama los “signos de los tiempos”: el Espíritu nos muestra cosas nuevas, esto nos permite entender el sentido de los cambios, al rezar sobre estos eventos y tendencias a la luz del evangelio, podemos detectar las mociones que reflejan los valores del reino de Dios y su oponente.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/