Por Alejandra Colsani.- Ningún gobierno tuvo el monopolio de la mediocridad. El de Omar Perotti, tampoco. Comparte con otros, anteriores, el desprecio por la opinión de los ciudadanos acerca de la educación. Construye castillos de naipes desde un discurso cuidadoso de las apariencias inclusivas y dialogales, pero que atropella la labor docente con dictámenes urgentes, que obligan a cambiar todo lo planificado en las instituciones educativas.
La secundaria renovada, que plantea teóricamente la asignación de recursos, no resuelve la necesidad imperiosa de que los alumnos aprendan, porque desdibuja el esfuerzo. En un año sin pandemia, el 2022, suprime los exámenes regulares como si las condiciones de dictado de clases hubieran coincidido con el 2020. Por lo tanto, si un estudiante no concurrió a clases, o no estudió durante todo el año, puede aprobar de todos modos con un “trabajo” en los últimos días, mediante una calificación colegiada que disfrace los conocimientos no adquiridos. Esos, no importan. En lugar de plantear la evaluación como la oportunidad de medir habilidades y ajustarse uno mismo para superar los desafíos, se propone aflojar la voluntad y suprimir las exigencias.
Los adolescentes están sin rumbo. De este modo, tampoco en la escuela lo encuentran. Son objeto, mercadería de consumo para las redes sociales, los culpables o responsables de la decadencia porque simplemente la reflejan: no pueden aprobar las evaluaciones, no tienen perspectivas de continuar sus estudios, o, si lo hacen, necesitan la tutela permanente (si no militante…).
Qué pena que esta ciudad de gringos nos esté mostrando un representante que lleva a la provincia a los niveles más bajos de rendimiento académico. Aquellos númenes, a quienes cantara Mario Vecchioli, vieron en la tarea conjunta y en el trabajo constante un modo de vencer la adversidad. Nosotros, privados de disciplina y de objetivos de autosuperación, no mostramos admiración por ellos sino todo lo contrario. En una época en la cual la tecnología y la alfabetización son indispensables, apostamos por la no repitencia como un “avance continuo”. Ya sabemos todos hacia dónde.