Por María Inés Vincenti.- Durante la mayor parte de los tres siglos correspondientes a la época hispánica el espacio que, luego se denominó departamento Castellanos, estuvo bajo la dominación indígena y, hasta donde se sabe, no existió un asentamiento permanente de españoles o indios.
La situación cambió a fines del siglo XVIII. La pacificación posibilitó el surgimiento de estancias: una de ellas fue la de Clemente Peralta, situada en el camino de Santa Fe a Córdoba y en la cañada que brindaba la aguada más permanente de la región, la de Romero. Permaneció poblada hasta mediados de la década de 1810, pero se abandonó debido a la arremetida indígena de ese decenio, fruto del desamparo que se hizo de la frontera cuando se destinó las fuerzas que la guarnecían, a la guerra por la independencia y a las luchas civiles. No volvió a poblarse, ni siquiera cuando Estanislao López logró establecer un cantón en el Romero.
Después de la batalla de Caseros, la frontera santafesina se fue desplazando y cuando llegó a Los Sunchales y Los Tacurales, en 1864, puso en marcha el traspaso de las tierras de Castellanos del dominio público al privado.
La superficie sobre la que se estableció Clucellas salió del dominio fiscal en 1867 y fue comprada por Antonio Zubelzu (6.758 hectáreas) y luego de pasar por las manos de Carlos Casado del Alisal, éste las vendió a Francisco y José Clucellas. Por otra, las suertes número 12 y13 las adquirieron Camilo Aldao y José María Cullen (16.318 hectáreas) y los herederos de Cullen las transfirieron a los hermanos Clucellas. Al año siguiente, formaron la colonia y el Campo Las Mercedes.
El resto del espacio -Campo Romero- tiene un origen disímil: el Gobierno se las había otorgado, en la primera década del siglo XIX, al maestro de la posta de ese nombre, Clemente Peralta. Sus sucesores lo vendieron a Guillermo Lehmann y éste a los exitosos inmigrantes Daniel y Juan Zurbriggen, y a Faustina Gay de Deforel.
Previo a la fundación de Clucellas hubo un proyecto para establecer una colonia agrícola gubernamental acompañada por el plan para establecer postas en el camino de Santa Fe a Córdoba, por el Quebracho Herrado e incluía entregar, a cada maestro de posta, una legua cuadrada y contigua a ella instalar una colonia agrícola. Ese debió ser el destino de Romero y de Corral de Garay (en el actual distrito de Zenón Pereyra).
Asimismo, resultaron frustrados los intentos de Juan Rusiñol y Guillermo Lehmann. Éste diseñó una empresa oportuna y en 1877 firmó un contrato con el gobernador Bayo para establecer una colonia agrícola-pastoril en el Romero sobre una superficie de 10.800 hectáreas que el Estado provincial aún conservaba en esa zona. En 1876 había comprado unas 10.000 hectáreas en los actuales distritos de Angélica y Estación Clucellas. El Santafesino, en su edición del 24 de abril de 1877, aplaudió la iniciativa y reconocía la función de «centinela de avanzada « que cumpliría la colonia. En 1879, Lehmann desmanteló el proyecto y comenzó a desprenderse de sus posesiones en el sur del departamento.
Clucellas, después de Clucellas
Los protagonistas centrales del proceso de poblamiento fueron los colonos, fundamentalmente italianos del norte con una abrumadora mayoría de piamonteses y provenientes de las provincias de Torino y Cuneo.
Emilio Zuccarini expresó queen Clucellas“… los primeros colonos fueron los italianos Oliva Sebastiano, Michele Ballarino, los hermanos Bossano y Vietto Michele, que constituyeron el primer núcleo de la población rural mientras Bertello Bernarco y Botta Giovanni establecían los primeros negocios. (…) Los más ricos colonos son los hermanos Lorenzatti, los hermanos Oliva, los hermanos Pairetti, los hermanos Bossano.”
No se está en condiciones de señalar si los colonos habían sido pequeños propietarios o colonos en su país de origen y si traían consigo algún capital o la acumulación la habían realizado en las colonias más antiguas de la provincia de Santa Fe que actuaban como “escuelas de agricultura”. La alta rentabilidad de la agricultura cerealera en los años ochenta y los primeros del noventa causó que, en 1895, al Cónsul italiano en Rosario subrayara: “Negli anni precedenti il racolto del grano era stato talmente abbondante ed il prezzo così rimuneratore, che una famiglia di colono poteva, nel giro di soli tre o quattro anni, diventare propietaria della terra”.
Lo que diferencia a Clucellas del resto de las colonias, en las que se vendían las tierras en concesiones y a plazos, es que la superficie reunida por los colonos propietarios y el número de arrendatarios era superior a la que es posible observar en otras colonizaciones departamentales. Vivían en ese lugar los inquilinos de la colonia y del Campo Las Mercedes de José María y Francisco Clucellas, y de lo censado en 1895 solo el 16% de la superficie estaba en manos de individuos que poseían la escritura que legalizaba la propiedad. Este hecho indica estrategias empresariales particulares de los hermanos Clucellas, al compararlas con la de otros propietarios territoriales de la región.
El ferrocarril atravesó la colonia en 1888, condicionando el nacimiento de Estación Clucellas creada sobre la estancia Las Mercedes de José María y Francisco Clucellas y Campo Romero. El 1909 se había trazado el pueblo de la estación y en 1931 se estableció la Comuna.
Una de las consecuencias de la gran profusión de colonias en el centro provincial fue el surgimiento de numerosos pueblos. Al ocuparse de esta cuestión, Ezequiel Gallo (1982) afirma lo siguiente:
“Las características tecnológicas de la empresa cerealera en los nuevos países condujeron a una mayor radicación de habitantes que la existente en épocas de predominio ganadero” y “(…) la distribución más equilibrada de los ingresos prevalecientes en las zonas cerealeras redundó en una mayor demanda de bienes y servicios que podían ser producidos dentro de la región”.
La agricultura requería una serie de bienes y servicios que no eran indispensables en las zonas ganaderas: herrerías, talabarterías, talleres mecánicos, ferreterías, acopiadores de cereales, albañiles, fábricas de carros, algún molino harinero.
Al fundarse la colonia, Miguel Ballarino estableció el primer almacén y es sumamente probable que también se hayan establecido individuos con los oficios esenciales que demandaba la agricultura. Circa 1890 Ernesto y José Vionnet instalaron, en el pueblo de Clucellas, el primer almacén de ramos generales y en 1895 funcionaba un molino harinero, como es posible observar en otros del centro santafesino.
El censo de 1887 no da indicios de población urbana y solo nos indica la cantidad de habitantes de Clucellas, Cello y Josefina: 805 individuos. Aunque las cifras censales suelen ser engañosas, ocho años más tarde la población total de Clucelllas contabilizaba 4.346 almas y de ellas 1.182 estaban radicadas en la zona urbana.
José y Francisco Clucellas o Clusellas descendían de José María Clusellas y Gobardes, de origen catalán, radicado en Santa Fe que comerciaba con el Paraguay con una flotilla de barcos, tarea que continuó su hijo Iroteo, encarcelado por el dictador Francia durante 20 años en Asunción. Por esa razón, su hijo José debió asumir la dirección de los negocios familiares.
José y Francisco (escribano) eran miembros del comercio y la burocracia santafesina. Posteriormente, incursionaron como propietarios territoriales: fundaron la colonia Dos Hermanos en el Departamento San Justo de la provincia de Córdoba y poseyeron islas y campos en Recreo y posiblemente en el departamento San Javier y en la provincia de Santiago del Estero, convirtiéndose de esa forma en hacendados. Es necesario señalar que la disposición económica de los santafesinos no tenía el nivel de acumulación de los bonaerenses, pero el origen del capital era similar: el comercio. Y el caso de los Clucellas, en ese sentido es sumamente elocuente: compran y colonizan inmediatamente y solo se reservan una parte de la posesión. Con las ganancias derivadas de las ventas y arrendamientos adquieren otras tierras que, en parte, también colonizaron. Agreguemos como ingresos los provenientes del comercio y en el caso de Francisco los de su profesión como escribano.
La autora es miembro de número de la Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe.