El Equipo Argentino de Antropología Forense identificó el cuerpo de Léonnie Duquet, una de las dos monjas francesas secuestradas y asesinadas en la Argentina durante la última dictadura militar, que estaba desaparecida desde hacía casi 28 años. El anuncio lo hizo ayer la Cámara Federal porteña en una conferencia de prensa.
Duquet estuvo desde diciembre de 1977 enterrada como NN «probable masculino» en el cementerio municipal de General Lavalle, provincia de Buenos Aires. Su cuerpo había sido hallado en la costa atlántica, el 20 de diciembre de 1977, e inhumado en enero pasado.
Gracias a los exámenes genéticos, los forenses determinaron que uno de los siete cuerpos inhumados corresponde, con un 99,92 por ciento de certeza, a la monja francesa.
El cuerpo de Duquet presentaba signos de haber sido arrojado desde las alturas, lo cual confirma, dijeron ayer, que fue arrojado desde un avión en uno de los denominados «vuelos de la muerte».
La identificación de los restos de Duquet se suma a los recientes hallazgos de Azucena Villaflor, primera presidenta de las Madres de Plaza de Mayo, de otras dos mujeres que integraban esa organización, Esther Ballestrino de Careaga y María Eugenia Ponce de Bianco, y de Angela Auad, militante de derechos humanos.
Los cinco cuerpos, inhumados en enero pasado, estaban enterrados en tumbas individuales en el cementerio de General Lavalle.
Todas pertenecían a un grupo que se reunía en la iglesia de la Santa Cruz, en el barrio porteño de San Cristóbal, para coordinar esfuerzos en la búsqueda de familiares y de amigos desaparecidos. La monja francesa Alice Domon, compañera de Duquet, también participaba de los encuentros.
En ese grupo se infiltró el ex marino Alfredo Astiz, que se identificó como Gustavo Niño y se hizo pasar por hermano de un desaparecido. En la justicia argentina, Astiz está procesado y detenido por los secuestros de Duquet y Domon, a la espera de un juicio oral. En Francia, un tribunal lo condenó en ausencia.
Por ahora, nada se sabe del destino de los restos de Domon y, aunque quedan aún dos cadáveres por identificar en el cementerio de General Lavalle, Carlos Somigliana, del equipo forense, descartó que alguno de ellos sea del grupo de la Santa Cruz.
En el segundo piso de los tribunales federales de Comodoro Py, el juez Horacio Cattani habló en nombre de la Cámara Federal en pleno. «En el marco de la búsqueda de la verdad, recibimos los informes del Laboratorio de Inmunogenética y Diagnóstico Molecular de la ciudad de Córdoba esta mañana y ya podemos dar por identificada legalmente a Léonnie Duquet», dijo ayer el camarista.
Cattani informó que se había ordenado rectificar la partida de defunción e informar los resultados del peritaje al juez Sergio Torres, a cargo de la causa que investiga los crímenes cometidos en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).
El camarista explicó que los exámenes que permitieron identificar a la monja francesa fueron hechos con muestras de sangre de uno de sus sobrinos, Michel Jaennigros.
Desde el comienzo de los juicios por la verdad, la Justicia identificó 230 cadáveres que habían sido enterrados como NN.
Lo acompañaron en la conferencia de prensa los camaristas Eduardo Freiler, Martín Irurzun, Gabriel Cavallo y Horacio Luraschi; el subsecretario de Derechos Humanos de la Nación, Rodolfo Mattarollo; la encargada de negocios de la embajada de Francia, Blandine Kreiss; el abogado de las familias de las monjas, Horacio Méndez Carreras, y representantes del equipo de forenses.
Reconocimiento
Tras el anuncio de Cattani, Kreiss expresó su «reconocimiento y agradecimiento» a las autoridades argentinas, por lo que calificó como un «hallazgo muy importante» para avanzar en la búsqueda de la verdad.
Hoy, según trascendió, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia difundirá una declaración para manifestar su «emoción» por el hallazgo, su acompañamiento en el duelo de los familiares y su deseo de que se pueda avanzar en las investigaciones. Durante la última dictadura, desaparecieron 16 franceses.
Méndez Carreras destacó la actitud del actual gobierno, que «se preocupó por preservar la memoria» y «facilitó la búsqueda de la verdad», con una política que «permitió derribar las barreras que impedían el juzgamiento de los delitos de lesa humanidad».
El abogado dijo que, aunque no pierde las esperanzas, será difícil encontrar los restos de Domon.
«Es una buena señal»
La hermana Yvonne Pierron tiene 77 años y trabaja en un albergue de jóvenes en un pequeño pueblo de Misiones. Llegó de París en 1955 y durante 20 años misionó junto con Alice Domon y Léonie Duquet. «Yo nunca perdí las esperanzas. Se sabía que estaban en el mar y el mar siempre trae de vuelta», dijo sobre el hallazgo del cuerpo de Duquet.
«Vinimos para ser uno más del pueblo y luchar con la gente contra los atropellos», relató Pierron, que habla con una dulce voz baja y un inconfundible acento francés que décadas en la Argentina no pudieron borrar. «Luchadoras. Eso eran», dijo sobre sus compañeras asesinadas, y su voz suave se volvió firme: «Que hayan encontrado a Léonie es una buena señal. Ahora se sabe lo que les hicieron. Ellos pensaron que nadie se iba a dar cuenta y una vez más se equivocaron».
Cuando dice «ellos», Pierron se refiere a los cabecillas de la dictadura a quienes llama «monstruos» y «robots del mal», y los compara con los nazis.
Pierron comenta que fue justamente ver a Francia devastada por la Segunda Guerra Mundial lo que la convenció de que debía ser monja. «Vi tanta atrocidad, que quería hacer algo para ayudar», recuerda. Durante la década del 70, ya en Buenos Aires, Pierron revivió el peligro: en 1977, el mismo año que desaparecieron sus compañeras, fue detenida durante un día en una marcha de las Madres de Plaza de Mayo. Desde allí supo que la perseguían. Vivió en Corrientes, en la clandestinidad, hasta que la embajada de Francia, para protegerla, le pidió que regresara a París.
-¿Usted y sus compañeras tenían miedo de morir?
-Uno se compromete y sabe que en cualquier momento puede pasar, pero cuando se defiende la verdad, la justicia para sus hermanos, no se puede dejar el trabajo.
-¿Apoyaban la lucha armada?
-Nada que ver. Eso es otra cosa; no nos competía. Nosotros queríamos hacer lo mejor con la gente.
-¿Pudo perdonar?
-Eso lo dejo en manos de Dios.
Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 30 de agosto de 2005.