· Los relatos de la resurrección no describen el hecho en sí mismo. Más bien recogen el testimonio de quienes han visto y dan testimonio. “Vean” y “vayan” son las consignas que reciben las mujeres.
· El cristianismo precisamente depende del testimonio. Nosotros hoy somos cristianos gracias a una “cadena de testigos” que desde hace veinte siglos ha recibido y transmite esta Buena Noticia: esta es la Tradición más genuinamente cristiana. Tan es así que el libro de los Hechos de los Apóstoles identificará a los discípulos como los “testigos de la resurrección”; es decir, testigos de la Vida Nueva que Jesús nos ofrece al haber vencido a la muerte. Por eso los testigos del Resucitado nos convertimos en “testigos de esperanza”.
· ¿Qué decimos con esta expresión? Benedicto nos responde en Spe salvi.
o Por la fe que recibimos en el bautismo – y que dentro de breves instantes vamos a renovar- los cristianos reconocemos que la Pascua de Jesús ya se ha cumplido en él.
o Además la reconocemos cumplida en nosotros “en esperanza”; esto es: ya iniciada en cada uno y en la historia, aunque todavía no plenamente manifestada. Este reconocimiento le da a nuestra vida terrena un horizonte completamente diferente: “Dios se ha manifestado en Cristo. Nos ha comunicado ya la <
o Es decir, al hablar de la Resurrección no hablamos de algo solamente futuro, sino de una realidad que ya ha comenzado y que anhela manifestarse cada día más en nuestra vida personal, comunitaria y social. El germen de la Resurrección “puja” por manifestarse y para ello necesita de testigos que la manifiesten, o –mejor- que la sigan manifestando: los testigos de la resurrección, testigos de esperanza.
· El Papa nos da varias pistas para aterrizar este hermoso nombre, que da identidad a los cristianos. El testigo de esperanza es ante todo un hombre de oración, que se sabe en comunión con el Resucitado:
o La oración ensancha el corazón y le da un horizonte eterno; nos saca de la mera cotidianeidad y la rutina de la vida diaria.
o Al mismo tiempo la oración ejercita y acrecienta el deseo de los bienes futuros.
o Finalmente por la oración, de algún modo, se adelanta el futuro mediante la súplica confiada y perseverante. Por ella se obtienen de alguna manera anticipadamente los bienes anhelados.
· También el testigo de esperanza es alguien que vive en este mundo todavía marcado por el pecado y por ello se forja en la adversidad. La esperanza –paradójicamente- se ejercita en el sufrimiento, las frustraciones, los cansancios que tienden a desanimarnos y desdibujan el sentido de la vida. Anoche en el Via crucis les recordaba algunos “rostros” del Crucificado que hoy nos golpean y cuestionan por culpa de la violencia, la inseguridad, la droga, el alcohol y otras adicciones, la prostitución, la frivolidad o la chabacanería, los vínculos frágiles y tantas otras situaciones que nos pueden hacer perder la esperanza.
· A pesar de tanto dolor y frustración el Papa nos dice: “Es importante sin embargo saber esperar, aunque aparentemente ya no tenga más que esperar para mi vida o para el momento histórico que estoy viviendo. Sólo la gran esperanza-certeza de que, a pesar de todas las frustraciones, mi vida personal y la historia en su conjunto están custodiadas por el poder indestructible del Amor y que, gracias al cual, tienen para él sentido e importancia, sólo una esperanza así puede en ese caso dar todavía ánimo para actuar y continuar…” (SS 35). Mantenernos fuertes y firmes en la adversidad nos constituye en testigos de la esperanza frente a los hermanos que, al contemplarnos, descubren que hay algo o – mejor- Alguien que nos sostiene y anima en el camino de la vida, a pesar de todo.
· Pero, además, para ser testigos de esperanza, es necesaria una firme y comprometida actitud en la construcción de nuestra historia, ya que “…aún siendo plenamente conscientes de la <
· Es lo que han hecho los santos de todos los tiempos: los pies bien sobre la tierra y la mirada y el corazón en el cielo. Por ello los santos son los principales testigos de esperanza. Los santos no son “amuletos” a los que se acude para conseguir beneficios particulares. No. Son hermanos mayores en la fe que se constituyen para nosotros en testigos del Resucitado; hombres y mujeres cuyas vidas nos muestran que el Amor es más fuerte y ha vencido al pecado y a la muerte y por eso es posible tener esperanza. Y si en algún momento su intercesión nos obtiene algún beneficio, éste sólo vale si nos compromete a ser también nosotros testigos de esperanza para los demás.
· En la Carta Pastoral les proponía –y anoche se los recordaba- mirar el testimonio de tres jóvenes que en circunstancias muy distintas supieron ser testigos de esperanza para sus contemporáneos: Ceferino Namuncurá para sus hermanos mapuches y los religiosos salesianos; Laura Vicuña en un contexto familiar destruido y violento; Pier Giorgio Frassati en un ambiente circundante frívolo y agnóstico. Sus vidas fueron anuncio concreto de la esperanza; sus gestos y sus palabras hablaron de otra realidad, de Alguien por quien vale la pena vivir, sufrir y morir; en otras palabras, sus vidas nos indican que no basta con pequeños logros, con conquistas pasajeras, con éxitos fugaces, para vivir y vivir en plenitud.
· El Papa Pablo VI enseñaba que el mundo de hoy no escucha a los maestros sino a los testigos, por eso en esta Pascua le pedimos al Señor la gracia de renovar con entusiasmo y convicción nuestras promesas bautismales, para volver a elegir una vida cristiana en plenitud, siendo firmes en la fe y alegres testigos de esperanza. Este será el primer y más eficaz servicio que cada uno, y todos juntos como comunidad, podremos ofrecer a nuestros jóvenes si realmente queremos ayudarlos a vivir una vida plena, fecunda y feliz: la vida de resucitados que Jesús nos ha ganado con su Pascua.