Por María Ayuso.- No es que se levantó un día y mirándose al espejo soltó un “lo mío es el cine”. Tampoco era su sueño de pibe. Nada de eso. Para Alan Gómez, como para muchos de quienes nacieron y se criaron en la Villa 21-24 de Barracas (”la 21?), en los proyectos de la infancia las opciones se barajaban entre ser boxeador, jugador de fútbol o albañil. Guionista y director de cine, ni por asomo.
Lo que sí le interesó siempre fue contar historias. De chico se tiraba panza abajo sobre el piso de la casa familiar, con el cuaderno entre los codos. Después le agarraría el gusto a la poesía: “Lo que leía, lo volvía a escribir pero con mis palabras”, recuerda Alan, que hoy tiene 28 años. En aquel entonces todavía le faltaba tiempo y varias casualidades para descubrir que una cámara de video (o un celular) podía ser la puerta que le permitiese a otros (“los de afuera”) examinar las entrañas de su barrio.
Porque en el fondo, su idea fue siempre esa: mostrar que el mundo de pasillos estrechos donde conviven una diversidad de culturas, de laburantes que arrancan el día antes que asome el sol y donde se tejen códigos propios (“berretines que tienen que ver con la identidad del lugar”, describe Alan), no se parece en casi nada a lo que suelen mostrar los medios.
“Los barrios populares están muy mal vistos. Desde las series hasta los noticieros, todos te muestran un reality 24 horas de motochorros arrastrando a una señora. Y en el cine, hay una mirada muy caricaturesca de la marginalidad, de lo que es un penal o una villa. No sé si es con mala intención o desde la ignorancia, pero creo que todo eso influye a la hora de que un pibe le presente su curriculum a una chica de Recursos Humanos que está viendo El Marginal, la 1-5/18 o que vio El Elefante Blanco. El arte siempre influye en la historia”, asegura Alan, que actualmente estudia la licenciatura en Artes Visuales en la Universidad Nacional de Avellaneda y trabaja como realizador audiovisual en la Casa de la Cultura Popular de la 21.
Eso le daba vueltas en la cabeza cuando, en 2019, con un grupo de siete amigos fundaron Berretines Audiovisual: “Villas – Monoblock – Barrios Bajos. Productora de contenidos audiovisuales”, como se presentan en Instagram. Además de patear prejuicios, buscan que “los pibes del barrio vean que ahí también hay una salida posible”.
Ya tienen varias producciones con sello propio. Desde videoclips (el primero que hicieron fue el de Jona, un rapero de la 21) hasta el corto “Queda en casa”, que dura cinco minutos y capta la vida en la villa desde los ojos de un nene que podría haber sido él. Alan dirigió ese corto y se filmó de punta a punta con el celular de Guido Ledesma, uno de sus socios.
Con ruidos de heladera y ladrido de perros, carta de mamá pegada en la pared (“Tuve que salir más temprano. Pedí fiado en Anselmo una caja de Paty y medio kilo de pan”), un hermanito a cargo y filas para cargar el táper en una olla popular, esa infancia se parece a la que tuvieron Alan y tantos otros.
O “El Rengo”, también con guión y dirección general de Alan, que en 17 minutos aprieta la historia de Maxi, un pibe al que le apuñalan al hermano durante un partido de fútbol entre dos bandas. A partir de ahí se produce una grieta, los vecinos quedan en el medio y todo es caos. Maxi se da cuenta de que la cosa no da para más cuando, como cuenta la voz en off de Alan, “impactado, ve un par de fisuras peleando por una pipa, las casas enrejadas como la cárcel de Devoto, wachos planeando un hecho y recuerda a su hermano Oscar. Mira todo el clima y decide que algo tiene que cambiar”.
Algo tiene que cambiar. Eso también se dijo Alan cuando empezó a hacer cine. Las historias que muestran desde Berretines (con mucho de ficción pero también de realidad) están escritas, protagonizadas y producidas por vecinos de la villa. No es una mirada ajena: es la de quienes lo palpitan todos los días. “Es contar el barrio desde adentro del barrio”, resume Alan.
Tampoco se trata de pintar un mundo color de rosas. Sino de mostrar distintas caras de una realidad cotidiana. “También es cierto que en el barrio hay mucha droga y está muy complicado por la crisis, lo que dejó la pandemia, los pibes que no terminan la primaria ni empiezan la secundaria. Pero siempre hay una alternativa e intentamos brindarla”, dice Alan. Y agrega: “Hay un discurso armado de que en los barrios se vive de planes o que la pibas se embarazan para cobrar la AUH. Pero la realidad es que mi vieja sale a laburar a las seis de la mañana y llega a las ocho de la noche. Yo me siento un privilegiado de vivir de lo que me gusta”.
Otra perspectiva
Alan es uno de los jóvenes que fueron seleccionados por el Proyecto +Miradas, una iniciativa de Google News Initiative y el Foro de Periodismo Argentino (Fopea) que se lanzó el 25 de junio pasado y propone sumar diversidad a las perspectivas de quienes producen las noticias. ¿Cómo? Incorporando nuevas voces en los medios de comunicación, mediante la formación profesional de jóvenes con vocación periodística de barrios populares de Buenos Aires. Si bien esta es la primera edición, el objetivo es que el proyecto pueda replicarse en todo el país. Los talleres duran tres meses y los responsables son periodistas de distintos medios.
Cuando le contaron de la iniciativa, Alan se postuló y lo eligieron. “Está muy bueno porque genera redes entre pibes de otras villas. Te das cuenta de que hay muchas realidades compartidas pero también que cada barrio tiene sus particularidades y necesidades”, señala Alan.
Antes de ser parte de +Miradas, el periodismo ya había sido para Alan un trampolín que terminaría por lanzarlo al cine. En 2010 cursaba la secundaria cuando alguien le contó de un programa con actividades para adolescentes que tenía el gobierno porteño. Se anotó en fútbol y fue durante dos años. Era 2012 cuando se quedó sin cupo para seguir con ese deporte y le preguntó a la coordinadora qué otras alternativas había. “Hay un taller de periodismo”, le propuso. ¿Periodismo? Dudó y aceptó.
Lo daba el equipo de Mundo Villa y era todos los sábados. “Me fui enganchando. Ahí conocí a William Ayala, que hoy es parte de la productora y amigo. Me interesó poder contar lo que pasa día a día en los barrios, las problemáticas. Había otra mirada respecto a las villas y eso me pareció interesante. Me fui involucrando y de ser un pibe más que iba al taller pasé a ser parte del equipo de producción periodística”, detalla.
Por aquellos años empezaba a tomar forma en el barrio la Casa de la Cultura Popular, que depende del gobierno porteño, y en marzo de 2014 un grupo de jóvenes de aquel taller de periodismo fueron convocados a trabajar en esa institución. “Me contrataron y empezamos a hacer cursos más intensivos, más profesionales, de edición y video. Entre tantos talleres, vi uno que era de cine”, cuenta Alan. Lo daba la directora argentina Natural Arpajou y él se entusiasmó desde el comienzo.
“Entablé una buena relación con Natural y empecé a aprender mucho de dirección de arte, de foto, de todas las ramas y procesos que implica hacer una peli. En un curso de guión me pidieron describir a un personaje y así nació El Rengo”, cuenta Alan. Dice que está inspirado en Gustavo Benítez, un referente que en los 90 “juntó a los más picantes del barrio, porque era una época donde había muchos problemas entre bandas”. Benítez “la vivió un montón”, pero después hizo un cambio. “Era un gran orador y trabajó para sacar a los pibes de la esquina, de la droga y el delito. Como él, El Rengo logra a través de la palabra organizar a la comunidad y cambiar un poco la ausencia de Estado y de todo lo que se vivía en el barrio en ese momento”, explica Alan sobre la trama.
El guión lo escribió en una noche y con la ayuda de Natural le terminó de dar forma. Lo filmó en 2015 y se convirtió en su primer cortometraje. En el festival de cine de Cosquín le dieron una mención especial. “La humildad se refleja en cada pasillo. La vecina que cuelga la ropa a las cinco de la mañana antes de ir a trabajar. Filas numerosas en la parada de colectivos. Comedores repletos. Un pequeño mundo alejado de todo y miles de historias que no son contadas. Esta es una de ellas”, narra Alan al comienzo del corto.
Estudio y trabajo
Alan trabaja desde las 7.30 hasta las 11 en una cooperativa de recolección de residuos. De 13 a 17 va a la facultad, y después pasa la tarde con sus compañeros de Berretines. A dos cuadras del barrio tienen instalado un espacio donde funciona la isla de edición. Los sábados, cursa en +Miradas.
Para él fue siempre así: libros y trabajo. En un depósito, haciendo delivery o en donde surgiera una oportunidad. “Me las rebuscaba porque en mi casa, al ser tantos, era estudiar o laburar y, si podías, las dos cosas”, explica. Sus viejos vinieron de Paraguay antes que naciera su hermano mayor, que hoy tiene 33 años La mamá de Alan siempre trabajó en casas de familia; su papá en el mantenimiento de un club y luego en una textil. Pasaron por el conurbano y después se instalaron en la 21. El matrimonio tuvo cinco hijos: los más chicos son Alan y su hermana Rocío, que son mellizos.
Cuando él le dijo a su mamá que quería hacer cine, ella primero se sorprendió. Pero después terminó por naturalizarlo. “¿Hoy tenés rodaje?”, le pregunta cuando lo ve.
Para Alan las puertas que se fueron y continúan abriendo, resultaron impensadas. Después de varios cortos, en 2017 con Natural decidieron hacer un largometraje. “A ella le interesaba mucho contar algo del barrio desde una mirada más sincera y cercana, con actores y actrices del barrio que hicieran los papeles protagónicos, y no solo de extras, como suele pasar”, señala Alan.
Está convencido de que eso que se da en el cine, se repite en otros escenario. “Creo que ni en la política hay una presentación sincera de los barrios. Porque muchas veces es la clase media o media alta la que habla por nosotros. Eso de a poquito se va rompiendo. En el cine, por ejemplo, está César González, el escritor y cineasta de La Carlos Garde, que es mi máximo referente”, dice Alan.
Con Natural escribieron el guión de Libre, película que aún no se estrenó y presentaron un adelanto en el festival de cine de Mar del Plata, en la categoría “work in progress” (trabajo en proceso). “Quedamos seleccionados y estábamos todos re contentos, fuimos con todo el equipo a Mar del Plata y vivimos la mística del festival, eso nos abrió el panorama y nos motivó a querer seguir haciendo esto, a decir: es por acá. Ese fue el click”, asegura. En 2019 la filmaron y Nancy Duplá es una de las protagonistas. El resto son vecinos de barrios populares, como Esteban El As, el reconocido rapero de Fuerte Apache.
¿Cómo se ve a futuro? Alan hace una pausa. “Me gustaría seguir con esto. Queremos hacer talleres audiovisuales para seguir sumando a más gente. Esa es la idea: darle una herramienta a la comunidad, formar un equipo, dedicarnos al cine y contar historias. Si se puede llegar a un festival o algo de eso, viene de yapa. Para nosotros con hacer nuestro arte con pibes y pibas del barrio, ya es un montón”, concluye.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/