Colombia: la prudencia estuvo ausente en el fracaso rescate de rehenes

El fracaso estuvo en la conformación de la delegación que integraría la comisión de garantes de la supuesta entrega de rehenes, que nunca sucedió.Está bien que Kirchner se ocupe de los derechos humanos conculcados en el mundo, pero podría empezar por el caso de Hilda Molina, que nos toca a los argentinos más de cerca.Por Joaquín Morales Solá

Hugo Chávez se metió con histrionismo en la estrategia de la organización guerrillera más experimentada y hábil de América latina. Así le fue hasta ahora. Néstor Kirchner siguió los pasos de su viejo aliado venezolano sin medir los riesgos políticos e institucionales que corría no sólo él, sino también su país. Todo esfuerzo humanitario para resolver los problemas de las personas sin derechos es necesario y urgente, pero exige una indispensable cuota de prudencia. Sin esa moderación, el peligro consiste en que no se resuelvan los problemas preexistentes de violaciones de derechos humanos y, por el contrario, cualquiera quede atrapado por la astucia de la cruel guerrilla colombiana.

¿Dónde estuvo la falta de prudencia argentina? En primer lugar, en la conformación de la delegación que integraría la comisión de garantes de la supuesta entrega de rehenes, que nunca sucedió. Un ex presidente y el actual canciller del país, Jorge Taiana, formaron parte de una comisión integrada sólo por embajadores en Colombia, salvo el caso de Brasil.

Por el gobierno de Lula fue Marco Aurelio García, un hombre encantador, un sabelotodo de la política latinoamericana, quizás el amigo más cercano del presidente brasileño entre sus funcionarios, pero su cargo oficial no es más que el de asesor del jefe del Estado. Ningún ex presidente de Brasil ni su canciller, Celso Amorim, se mezclaron personalmente en la nueva teatralización de Chávez.

Kirchner debió chequear permanentemente la información que le suministraba Chávez con la que podía darle el presidente de Colombia, Alvaro Uribe, que tiene años de experiencia en el trato con las FARC. Sólo cuando Cristina Kirchner lo llamó, ya en el momento agónico de su decisión de enviar a su marido a Venezuela y Colombia, Uribe pudo hacerle una advertencia: apoyaba la operación, pero era sencillamente escéptico sobre la buena voluntad de la organización guerrillera. «Sería un escándalo internacional si no cumplieran. No pueden hacer eso», le respondió la jefa del Estado. «A ellos no les importa el qué dirán», le contestó Uribe y la conversación quedó ahí: ninguno convenció al otro.

Uribe sabe de qué habla. En uno de sus intentos de pacificación, Colombia les dio a las FARC, que cuentan con unos 15.000 efectivos, hasta un territorio libre de controles, que el grupo guerrillero usó para rearmarse y reorganizarse como amasijo subversivo. El líder de las FARC es el guerrillero más anciano del mundo y su organización lleva 50 años negociando y combatiendo con todos los presidentes colombianos. Manuel Marulanda Vélez (un alias de su nombre verdadero, Pedro Antonio Marín Marín), más conocido por su seudónimo de «Tirofijo», nació en 1930 y es el jefe de las FARC. A los 78 años, está tan viejo y enfermo como su antiguo icono ideológico, Fidel Castro. «Tirofijo» ha hecho del cinismo y el perjurio un arte.

Ya ni Fidel puede influir en «Tirofijo», sobre todo desde que éste descubrió que el narcotráfico tenía más recursos que el líder cubano. La ideología de las FARC ha quedado sepultada por los negocios de la droga. Se necesita mucha insensibilidad como revolucionarios para meterse en el comercio de la droga, que ha matado más gente en este mundo que cualquier revolución. Es necesaria mucha ferocidad para anunciar liberaciones de personas secuestradas desde hace seis años y abortarlas en el momento culminante. Las familias, y tal vez los propios rehenes, viven la tristeza, la alegría, la excitación y la decepción en un proceso ya insufrible.

En ese mundo de intrigas y de engaños incursionó Kirchner con el solitario consejo de Chávez. Chávez mismo hizo de la operación un ejercicio espectacular de su histrionismo; echó mano a una verborragia que no cesó nunca, micrófono en mano y con mapas a la vista. El Caribe es también un torrente imparable de palabras que no dicen nada. ¡Dónde estaba el rey Juan Carlos justo cuando Chávez necesitaba que lo callaran otra vez con un ultimátum corto y efectivo! La diplomacia del mundo ejerce estas funciones con recato, ponderación y silencio, porque están en juego vidas humanas y la tranquilidad de los familiares. Francia viene ocupándose de los secuestrados colombianos desde mucho antes que Chávez, sobre todo por la suerte de Ingrid Betancourt, pero nunca se conocieron sus negociaciones de trastienda.

Chávez, el actor

La sobreactuación de Chávez ya le valió un serio enfrentamiento con Uribe. El presidente colombiano lo dejó meterse como mediador ante las FARC, hace unos meses, hasta que Uribe descubrió que Chávez se movía como presidente de Colombia y no como mediador venezolano. Hablaba con legisladores colombianos y llamaba directamente por teléfono al jefe del ejército colombiano. Entonces, Uribe lo echó. Pobre Chávez si en lugar de Uribe hubiera estado Kirchner en la presidencia de Colombia.

La opción de Kirchner no es ahora creerle a Chávez o a Uribe, sino a Uribe o a «Tirofijo». El presidente colombiano fue muy convincente cuando declaró que nunca hubo ningún impedimento, ni siquiera climático, para concretar la entrega de los rehenes. Chávez parece creer más en la versión de las FARC, que denunciaron un acoso militar que impidió la liberación de los secuestrados. No se puede contar con que las FARC digan la verdad después de haber mentido tanto. ¿A quién le cree Kirchner? El documento que leyó pareció no creerle a nadie y pidió la futura colaboración de todos.

Extraño: Kirchner siempre habló bien de Uribe y tuvo un buen trato con él. Valoraba a ese presidente popular con una vocación clara de poder; apreciaba su habilidad para ejercerlo y su pericia para conservarlo. Admiraba también en Uribe a un líder capaz de aliarse con Washington sin romper con Chávez, hasta que éste lo obligó a romper. No hablaría bien del ex presidente argentino si, encima, se comprara ahora los pleitos de Chávez.

Por los datos que existen hasta ahora, Kirchner terminó galopando sobre una estrategia de las FARC para conseguir notoriedad internacional durante 10 días. La repercusión internacional del fracaso ha sido también muy grande. Las FARC han ganado esa figuración mundial. La fama de organización inhumana, que también ratificaron, ya la tenía y no le importa cargar con ella.

Está bien que Kirchner se ocupe de los derechos humanos conculcados en el mundo. Pero podría empezar por el caso de Hilda Molina, que nos toca a los argentinos más de cerca. La abuela cubana, encerrada en la isla por el régimen de Castro, tiene nietos argentinos que viven en Buenos Aires y a quienes no puede conocer. Kirchner debería acordarse de ella, aunque su amigo Chávez nunca se interesará por la anciana médica de La Habana.

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 2 de enero de 2008.

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