El campeón que salió de un Repollo

En recuerdo de Luis Alberto Fernández, futbolista que brilló en otro tiempo en el Club 9 de Julio y en los combinados de Liga Rafaelina.

Por Víctor Hugo Ibáñez.- Voy a ir de lo general a lo particular.

Rafaela siempre contó con futbolistas destacados. Jugadores que sobresalieron por una característica en especial, como puede ser su visión del juego o por el despliegue físico, por su remate potente o velocidad, tal vez por su habilidad para la gambeta, o una síntesis o combinación de ellas.
Y cada club tuvo en sus filas a una o varias figuras, que terminaron identificadas con los colores de la institución. En ese entonces no se hablaba de casaca, simplemente se decía camiseta, y era habitual escuchar que “jugaban por la camiseta”.

Voy a centrar mi recuerdo en la década del sesenta, por una circunstancia que no se da con frecuencia. En esa época el club 9 de Julio se coronó campeón durante tres años consecutivos del torneo de la Liga, desde 1961 al 63.

Por supuesto que contaba en esos años con un gran equipo. Pero también con un futbolista que se convirtió en uno de los emblemas, por su calidad superlativa y hasta por la particularidad de su apodo: “Repollo”. Me refiero a Luis Alberto Fernández, un cordobés (de provincia) que siendo muy joven se radicó en Rafaela.

Probablemente por una cuestión de edad, ese nombre no le resulte familiar a mucha gente. Pero a otros su sola mención, como es mi caso, les causará una sensación de emoción muy especial. Y en lo que a mí respecta, corresponde que diga que forma parte de mis vivencias de niñez y juventud.

Luis Fernández descolló en el 9 de Julio campeón, y también en los combinados de la Liga Rafaelina que supo integrar. En esa época, en la que trascender no era fácil porque las distancias todavía “no se habían acortado”, y debían sortearse distintas dificultades para lograr la consolidación en alguna actividad que requiriese dejar la ciudad; dentro de ese marco, Fernández quizás no alcanzó a lograr el reconocimiento que por sus cualidades seguramente mereció.

No puedo ser tan preciso, y es probable que alguien disponga de más y mejor información que yo, pero tuvo la oportunidad de viajar a Uruguay convocado por el club Danubio de Montevideo. Por lo que tengo entendido, algún problema físico que sufría en aquel tiempo imposibilitó que se incorporara a esa entidad.

Quiero acotar que en la época a la que me estoy refiriendo, no teníamos el privilegio de disfrutar de los acontecimientos deportivos o de otra índole con trasmisión en directo y en tiempo real, con la inmediatez de imagen y sonido como disponemos ahora.

Por eso resulta interesante mencionar una práctica que había determinado la entidad rectora del fútbol, la AFA, que posibilitaba que equipos de la primera división (generalmente en las fechas patrias) visitaran Rafaela.
Y esas visitas se convertían en verdaderos acontecimientos, en los que los jugadores visitantes y locales – y por derecho propio – se convertían en los grandes actores. En esas ocasiones, siempre tuvo una participación especial el futbolista que hoy recordamos.

Gracias a las revistas que nos llegaban (El Gráfico, Mundo Deportivo, Goles), seguíamos la actividad y conocíamos el nombre y el rostro de los jugadores de los distintos planteles.

También agrego que de ese tiempo quedó ligado a mi memoria el decir del periodista Leonelo Bellezze (como voz del estadio), quien en su trabajo recurría a una marcha muy rítmica para acompañar musicalmente el momento previo al partido, el entretiempo y la finalización del mismo.
Recuerdo (en mi caso) las visitas de Lanús, Huracán, River, Racing, Boca y Estudiantes de La Plata.

Y para no creer que el mundo cambió tanto, en una comparación alegórica diré que las estrellas que ocupaban el cielo de ese tiempo (cielo deportivo si así lo prefiere), tenían el mismo brillo que las actuales.
Volviendo a nuestro personaje de hoy, destaqué sus condiciones deportivas, pero debo decir que por sus virtudes personales, también supo ganarse el reconocimiento en la vida.

Seguramente con este comentario habré acercado un grato recuerdo a muchas personas, y una información primaria a los jóvenes que tienen un interés por conocer algo más de nuestra historia ciudadana. En este caso vinculada al deporte.

Le propongo a usted lector que pensemos lo siguiente: en este momento el árbitro tocó el silbato final del partido y terminado el encuentro (léase este artículo), corresponde realizar el saludo de despedida.

Para ello simplemente vamos a decir, y mencionando el apodo como imagino hubiera sido de su agrado: hasta el próximo partido, “Repollo”.

Fuente: https://diariolaopinion.com.ar/

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