“Pascua es la noche santa en que Jesús pasa de la muerte a la vida”

Testimonió el obispo Fernández en la homilía pascual en la Catedral. “Crisis en nuestro país, no solo por la vivencia larga del covid, que ataca con la muerte de muchos, sino también por las consecuencias educativas, sociales, de pérdida del trabajo, problemas económicos, familiares, de vínculos y contención”, destacó.

El obispo de la diócesis de Rafaela Luis Fernández presidió la vigilia pascual del sábado a la noche en la Catedral San Rafael, que arrancó en el atrio del templo con el “fuego nuevo” y la bendición del cirio pascual, para continuar adentro con la liturgia de la palabra en medio de casi la oscuridad hasta la proclamación del evangelio de san Lucas, con las mujeres desconcertadas al encontrar el sepulcro vacío, donde volvió la luz y el repicar de las campanas.

Vigilia pascual presidida por el obispo Fernández (foto Nicolás Gramaglia).

A continuación compartimos la homilía pascual:

¡Felices Pascuas! Las celebraciones pascuales siempre comienzan junto al fuego, con la iniciativa de la invitación de Dios por el amor que le tiene a su pueblo, fundamentalmente cuando el pueblo vive en desconsuelo y lejanía de Dios, donde abundan los dolores inhumanos de la esclavitud, Dios hace Pascua, que significa el “paso” de Dios junto a su pueblo para liberarlo, para consolarlo y sacarlo de la esclavitud y del sufrimiento.

Hoy también, en este 2022, vivimos el “paso” de Dios, que ante una guerra que afecta a la humanidad, cuando una nación invade a otra nación, provocando muertes, grandes destrucciones y la triste huida de grandes poblaciones hacia países donde reciben a los inmigrantes para vivir en paz y con dignidad que han perdido.

Crisis en nuestro país, no solo por la vivencia larga del covid, que ataca a toda la humanidad con la muerte de muchos, sino también por las consecuencias educativas, sociales, de pérdida del trabajo, problemas económicos, familiares, de vínculos y contención y con una sanidad a veces desbordada hasta el heroísmo del servicio.

Por eso, lo primero que aparece en la Pascua en la vigilia es el “fuego nuevo”, que surge de las cenizas, de un mundo que necesita de la cercanía de Dios, al no encontrar ni en la ciencia, ni la técnica, ni la economía o la política la solución que llegue a lo esencial de la vida, cuando la humanidad toda sufre el desamparo. Se bendice el fuego nuevo, que dará luz al  “cirio pascual”, marcado con el “año en curso 2022” nuestra realidad, la primera letra del abecedario griego “alfa” y la última letra “omega”, en medio de la cruz, que representan la presencia de Cristo resucitado, que entrará iluminando la Iglesia y el mundo  que estaban en tinieblas.

Pascua es la noche santa en que Jesús pasa de la muerte a la vida, disipando las tinieblas de la inteligencia y del corazón. Por eso, se le canta llenos de alegría al Cristo resucitado, en el “signo” del cirio pascual, iluminando y dando nueva vida a su “paso”, que es la Pascua de Jesucristo, triunfador de la muerte.

El pueblo está contento y se entona el “pregón pascual” porque la Tierra comienza como en nueva creación, a ser iluminada, con esplendorosa luz, haciendo huir a las tinieblas, del pecado, que cubrían al mundo entero. Se alegra nuestra madre la Iglesia, adornada con los fulgores, de una luz tan brillante, al contemplar la claridad de esta nueva luz tan santa.

Es tan grande la alegría del corazón humano ante la resurrección de Jesucristo y por eso se le canta con toda la mente y el corazón, al Dios invisible, pero presente, en el fuego bendecido, así como en el cirio pascual encendido, reconociendo el “paso”, la Pascua del Padre todopoderoso y de la resurrección de su único Hijo Jesucristo.

Es la Pascua, el paso de Dios nuevamente, como la que ya había vivido el pueblo de Israel, hacía cientos de años, cuando liderado por Moisés había sido liberado para siempre de la esclavitud en Egipto, pasando a pie firme el Mar Rojo. Ahora en la plenitud de los tiempos, es el mismo Hijo de Dios, el que había muerto en la cruz, liberando a la humanidad de sus pecados y saliendo victorioso de los abismos de la muerte resucitando, trayéndonos la vida nueva, en esta Pascua definitiva y eterna, que se actualiza entre nosotros cada año con la celebración del misterio pascual.

Por eso en cada Pascua vuelve a resonar la palabra de Dios y podemos comprender la creación del mundo en el comienzo de los siglos. Recibimos su palabra con la misma fe de nuestro padre Abrahán y experimentar como las promesas que Dios hizo se van realizando a lo largo de los siglos. Vamos descubriendo a lo largo de la vida saber mirar el mundo desde los ojos de Dios para deleitarnos con sus maravillas, en especial como pasa y vive siempre cercano y como Padre misericordioso junto a nosotros, liberándonos de todo mal. Cómo por su palabra y enseñanzas hemos recibido los sacramentos, que nos ayudan como  el bautismo a hacer que nuestros hijos sean verdaderos hijos de Dios, naciendo de la fuente bautismal. Tu palabra nos enseña Señor a sabernos un pueblo profético, que tiene un tesoro para compartir con todos los pueblos de la Tierra, en las distintas culturas, para que nadie en el mundo se sienta desechado, alejado o descartado de tu amor infinito por toda la humanidad a la que amas con amor misericordioso, porque todos estamos llamados a la santidad que trajo la Pascua de tu Hijo amado.

Hermanas y hermanos, que la Pascua de Jesús, llene de ardor, de entusiasmo y de profunda fe, como la que tuvieron aquellas mujeres que fueron con perfumes a embalsamar a un muerto y se encontraron, llenándose de asombro con que Jesús ya no estaba ahí, y recordando sus palabras se fueron corriendo a los discípulos para anunciarles la alegría más grande que tiene la humanidad, que Cristo ha resucitado y vive, vive para siempre en la plenitud de la vida, que ahora quiere, pueda participar toda la humanidad.

Vida nueva, donde la vida vence la muerte, el bien al mal, la bondad y misericordia a las envidias y odios. El compartir y ser fraternos, al aislamiento y los celos o envidias.

La santísima Virgen Madre de Dios y Madre nuestra supo esperar con confianza y fe, y goza con su Hijo resucitado, por el gozo y alegría de todos nosotros, lograda por la Pascua  de Jesucristo. Feliz Pascua.

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