Por Joaquín Morales Solá.- El resultado fue parcialmente bueno. Desde ya, la imagen simbólica no es la mejor si un juez tan comprometido con el kirchnerismo como Alejandro Slokar (que fue funcionario de Cristina Kirchner y fundador de la agrupación filocristinista Justicia Legítima) sea por un año el presidente de la Cámara de Casación, el más alto tribunal penal del país. Pero es lo que hay. O, dicho de otro modo, es el mal menor entre las alternativas que había. El presidente de esa cámara judicial tiene funciones meramente formales y no puede integrar ninguna sala de las cuatro que tiene Casación. Los jueces de las salas (tres en cada una) son los que realmente toman las decisiones más importantes del fuero penal. El presidente no interviene en ningún momento en esos trámites, porque debe abandonar la sala que integra mientras dure su mandato.
Mucho peor habría sido si el elegido hubiera sido el juez Daniel Petrone, que era la alternativa a Slokar, porque ese magistrado integra la estratégica Sala I de Casación. Se buscó una solución intermedia con la postulación del juez Carlos Mahiques, un magistrado independiente, para ocupar la presidencia. Pero Mahiques puso como condición no abandonar la sala que integra y preside. Ocupar la presidencia de toda la Cámara y ser al mismo tiempo juez en funciones de una sala hubiera significado una crucial modificación de las reglas del juego de la Cámara de Casación. La Sala I está integrada por los jueces Diego Barroetaveña, Ana María Figueroa y el propio Petrone. Barroetaveña y Petrone son dos jueces independientes que vienen de largas carreras judiciales. Figueroa no disimula, en cambio, su simpatía por el cristinismo. Las cuatro salas de Casación tiene más o menos la misma integración política: dos jueces independientes y uno cercano al actual oficialismo. Por eso, la prioridad de los jueces era que no se quebrara esa relación de fuerzas en las salas de un tribunal que es al antesala misma de la Corte Suprema de Justicia en las cuestiones penales federales del país; esto es, en las investigaciones judiciales de la corrupción política y el narcotráfico, fundamentalmente.
Esa trascendental Sala I tiene en sus manos dos de las más descollantes causas sobre la supuesta corrupción del gobierno kirchnerista. Deberá revisar el sobreseimiento sin juicio previo de Cristina Kirchner, sus hijos Máximo y Florencia y los empresarios Lázaro Báez y Cristóbal López por el delito de lavado de dinero en los hoteles de Hotesur y en los edificios de la empresa Los Sauces (las dos firmas son propiedades de los Kirchner). Los jueces Daniel Obligado y Adrián Grunberg, que firmaron el escandaloso sobreseimiento, mancharon seriamente a toda la Justicia. Los jueces Barroetaveña, Petrone y Figueroa deberán decidir ahora si dejan sin efecto esa decisión del tribunal oral y ordenan que se realice el juicio oral con otro tribunal. Se descarta que Figueroa estará de acuerdo con Obligado y Grunberg. Las expectativas están puestas, en cambio, en las resoluciones que puedan tomar los dos jueces independientes, Barroetaveña y Petrone. Por eso, era necesario que Petrone continuara en esa Sala en lugar de recalar en una presidencia de todo el cuerpo con atribuciones solo protocolares. Es la necesidad que se cubrió ayer. Petrone seguirá siendo juez con capacidad de decisión. “Un juez con fierros”, como señalan en los tribunales.
La otra causa importante en manos de esa Sala es la llamada de los cuadernos. Es una monumental investigación judicial que se inició a partir del trabajo periodístico de Diego Cabot en La Nación. Antes de hacer la denuncia en la Justicia, Cabot realizó su propia investigación sobre la verosimilitud de los cuadernos que llevaba el chofer Oscar Centeno. Centeno escribió con obsesiva precisión sobre cómo, cuándo y a quién llevaba en las gestiones para recoger los sobornos de importantes empresarios. En esa causa hay destacados empresarios arrepentidos; también exfuncionarios y hasta quien fue el histórico contador de los Kirchner. La sala de Barroetaveña, Petrone y Figueroa tiene que decidir, por ejemplo, si confirma el procesamiento de Cristina Kirchner en el caso de los cuadernos. Versiones tribunalicias adelantaron que el pronunciamiento podría producirse en los próximos días, pero ninguna fuente pudo adelantar cuál será la decisión de esos jueces.
Habrá dentro de poco una tercera y destacada causa en esa Sala I. Es la que se ventila en estos días en un juicio oral contra Cristóbal López, Fabián de Sousa y Ricardo Echegaray (extitular de la AFIP) por defraudación al Estado de aquellos empresarios. López y De Sousa cometieron una defraudación por valor de 1000 millones de dólares al Estado, según el tipo de cambio de ese momento, porque retenían para su propio provecho el impuesto a las naftas. No fue una evasión impositiva, sino una defraudación lisa y llana, porque ellos eran agentes de retención de un impuesto que el consumidor le pagaba al Estado, no a López y De Sousa. Echegaray fue cómplice de ellos porque no les reclamó desde la AFIP semejante afectación a los recursos del Estado. La causa se abrió luego de una investigación del periodista Hugo Alconada Mon publicada en La Nación. Está previsto que el jueves el tribunal oral tome una decisión final sobre el caso, pero no extrañaría a nadie si terminara beneficiando a López y De Sousa. Por lo menos, esa es la versión que circula, no sin alarma, en importantes niveles de la Justicia. Sea como fuere el fallo final del tribunal oral que juzga a López y De Sousa, tal decisión será revisada por la sala de Casación de Barroetaveña, Petrone y Figueroa. Como se ve, es un tribunal de una importancia decisiva. Era importante que Petrone, un juez con carrera judicial y sin simpatías políticas, continuara en esa sala y no ascendiera a un escalón solo formal.
Slokar será presidente pro tempore de toda la Cámara de Casación, pero no podrá integrar ninguna sala de la misma. Será un juez sin fierros, para seguir con la metáfora que eligieron en los tribunales. El propio Slokar votó por el juez Mariano Borinsky como vicepresidente primero. Slokar armó un escándalo judicial y político cuando se supo que Borinsky y el juez Gustavo Hornos, presidente saliente de la Casación, habían ingresado varias veces a la Casa de Gobierno y a la residencia de Olivos cuando Mauricio Macri era presidente. En rigor, Borinsky integraba una comisión creada por el gobierno de entonces para modificar el Código Penal. Hornos aspiraba al cargo de procurador general de la Nación en reemplazo de Alejandra Gils Carbó y, en esa condición de aspirante, frecuentaba algunos despachos oficiales. Macri nunca lo propuso para el cargo de procurador. ¿Dónde está el favor que recibió y si es que, en realidad, fue a intercambiar favores? De todos modos, el hecho de que Slokar haya votado por Borinsky fue una prueba del “clima de concordia” que se vivió ayer en la Cámara de Casación. Tal clima existió, según el testimonio concordante de varios jueces de ese tribunal.
Slokar será, además, un miembro más del llamado Comité de Superintendencia, que es un significativo organismo de la Cámara de Casación, porque es el que decide sobre las subrogancias de tribunales federales y orales. Es decir, es la dependencia que coloca jueces en lugares vacantes de magistrados. En la Justicia federal de todo el país hay muchas vacantes, demasiadas. Ese Comité estará integrado por los presidentes de las cuatro salas: Barroetaveña, Mahiques, Borinsky y Eduardo Riggi, además de Slokar. La mayoría son jueces independientes, con extensas carreras en la Justicia y sin adhesiones políticas. Ese es un organismo que tiene más capacidad de decisión que el presidente de la Cámara.
El enojo del kirchnerismo quedó expuesto ayer cuando varios jueces con simpatías manifiestas con el oficialismo se negaron a votar a Petrone como vicepresidente segundo, un cargo menos que formal. Al final, resultó elegida para ese cargo la filocristinista Figueroa. Fue el único momento en el que se quebró el “clima de concordia”, pero los independientes decidieron hacer un gesto de concesiones mutuas. Estos temían que el kirchnerismo obligara a Slokar a dar un paso al costado y que quedara Petrone como único candidato a la presidencia de la Cámara de Casación. Pero Slokar no hizo eso, tal vez porque él también quería alejarse de las decisiones importantes que deberá tomar ese tribunal. En esa Cámara se terminará decidiendo gran parte del destino judicial de Cristina Kirchner, de muchos de sus exfuncionarios y de varios empresarios amigos (y no amigos, pero sí socios) acusados de prácticas corruptas durante los doce años anteriores del kirchnerismo. La Corte Suprema ya estableció el precedente de que no trata causas sin sentencias definitivas. Y el punto final a las causas por corrupción lo coloca la Cámara de Casación.
De ahí, entonces, la importancia que importantes sectores del oficialismo le daban a la elección de ayer en la Casación. No fue el resultado que esperaba el kirchnerismo, porque antes hubiera preferido que Petrone saliera de la sala que podría devolver a Cristina Kirchner a un juicio oral y público por lavar dinero en sus hoteles y edificios. Es lo que hay. También para ellos. Como Pirro, rey de Epiro, Cristina Kirchner podría decir: “Otra victoria como esta y volveré sola a casa”.
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