Restaurando nuestra alma: la felicidad

Por María Inés Adorni.- Sí, la felicidad, a propósito de felicidad, hay que buscarla todos los días, continuamente, es más, quien está leyendo este texto ahora, que se ponga a buscar la felicidad ahora. En este mismo momento, porque está ahí, la tienen, la tenemos, porque nos la dieron a todos nosotros, nos la donaron cuando éramos pequeños.

Nos la dieron como regalo tan bello, que lo escondimos como hacen los chicos con sus caramelos para que su mama no se lo encuentren.

Y muchos de nosotros la escondimos tan bien que no nos acordamos dónde lo metimos.

Pero la tenemos, la tienen, miren en todos los lugares, las cajas, los compartimientos de sus almas.

Tiren todo por el aire.

Los cajoncitos, los armarios que tienen dentro, verán que sale afuera.

Prueben de buscar, tal vez la pillen por sorpresa, pero está allí.

Debemos pensar siempre en la felicidad.

Y aunque ella a veces se olvide de nosotros, nosotros no tenemos que olvidarnos jamás de ella.

Hasta el último día de nuestra vida y no tenemos que tener miedo a la muerte.

Miren que es más arriesgado nacer que morir.

No tenemos que tener miedo a morir sino de no comenzar nunca a vivir de verdad.

Saltar adentro de la existencia ahora, aquí, porque si no encuentran nada ahora no lo encontrarán nunca más.

Está aquí la eternidad.

Debemos decirle si a la vida.

Debemos decir un si tan lleno a la vida que sea capaz de dejar fuera todos lo no porque al final entendimos que no sabemos nada, y que no se entiende nada, y que se entiende solo que hay un gran misterio, y que es necesario aceptarlo como es, y no molestarlo.

Y que la cosa que impresiona más en el mundo es la vida que va hacia adelante y no se entiende como lo hace. ¿Cómo lo hace?,¿ pero cómo hace?, ¿cómo hace para resistir? ¿cómo hace para durar así?

Es otro misterio y nadie lo ha entendido nunca, porque la vida es mucho más de lo que podemos entender nosotros, por eso resiste.

Si la vida fuera solo lo que entendemos nosotros, se hubiera terminado hace tanto, tanto…

Y nosotros sentimos que de un momento a otro no puede suceder algo infinito.

Entonces a cada uno de nosotros nos queda solo una cosa por hacer: inclinarnos, hacer una reverencia al mundo.

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