“Una auténtica perspectiva ecológica no sólo deberá seguir teniendo en cuenta los daños sufridos por el planeta, sino también por nosotros, los seres humanos, en cuanto especie y en cuanto personas”, dice Rodolfo Alonso, escritor y poeta. Y advierte que el hombre se enfrenta hoy al desafío de preservar su integridad en un mundo que tiende, cada vez más, a producir consumistas compulsivos y acríticos. “Y el consumismo tiene como aliado el ruido y el vértigo de la vida moderna. Hay música ruidosa en los subtes, los colectivos, los bares, los comercios y hasta en los mismos hogares. Y donde hay aturdimiento no se puede pensar bien”, agrega.
A la vez, denuncia que la depresión y la ansiedad, cada vez más aguda, del hombre del siglo XXI se debe a que hoy, como nunca antes en la historia, se niega la muerte y la última etapa de la vida, que es la vejez: “Hoy nadie quiere envejecer –dice– y este inútil afán de ser eternos adolescentes lleva a las personas a aturdirse, a llenar su vacío existencial comprando objetos banales, y a alejarse del pensamiento reflexivo y la creatividad”. También opina que Internet no contribuye a la democratización del mundo, sino que es una forma más sofisticada de control social y de homologación cultural, y que la poesía es una de los antídotos más eficaces contra la alienación moderna, debido a que es el género en el que el hombre se expresa más espontánea y sinceramente: «Lo que llamamos poesía es, acaso, una forma de comunicarnos más a fondo, de ser más hombres, de vivir el lenguaje como una experiencia de asombro, celebración y encuentro».
Rodolfo Alonso es poeta, traductor, y ensayista. Fue el más joven de la legendaria revista de vanguardia Poesía Buenos Aires . Tuvo su propio sello editorial. Fue el primer traductor de Fernando Pessoa en América latina. Además, es una de las voces más reconocidas de la poesía latinoamericana contemporánea.
-¿Cuál es la situación del artista en este nuevo siglo?
-El triunfo de la sociedad industrial blanca, con su sistema agresivo de producción, se propagó por todo el planeta y alcanzó a gigantes como China y la India. Todos los grandes países del mundo se han convertido hoy en sociedades burocráticas y autoritarias de consumo, al decir de un pensador. Pero hay que destacar que, junto a este modelo de sociedad, ha surgido un modelo paralelo, y es la «sociedad del espectáculo», como la llamó Guy Debord, que no es otra cosa que la sociedad de los grandes medios de difusión audiovisuales. Esta nueva sociedad del show surgió del seno de la sociedad de consumo, y ha crecido hasta envolverlo todo, y me atrevo a decir que ha sumido al mundo en una especie de mar de mediocridad, del que el mismo artista rara vez puede salvarse. Para crear se necesita de silencio, y la sociedad de consumo es ruidosa y vertiginosa.
-¿De modo que el hombre que desea conservar su independencia de pensamiento y su paz interior debería aislarse para evitar el aturdimiento y la disipación?
-Este es el problema con la sociedad del espectáculo: es muy difícil sustraerse a su influencia. Antes los poetas hacían peñas literarias y se reunían en los bares a leer, a conversar. Pero ahora el ruido lo impide. Y me extraña que, a la par de los movimientos ecologistas que bregan por el bien de la naturaleza, no surja un movimiento que luche contra la contaminación del espíritu humano.
-¿Un nuevo humanismo?
-Es probable. Yo deseo que surja un movimiento que se interese por los daños sufridos por el hombre en esta cultura de la banalización, en la que una especie de tecnolatría ha desplazado a los valores de la cultura. Y la tecnolatría tiene que ver con la entronización de la imagen y la desvalorización de la palabra. Esto no sería algo grave si nuestra cultura no tuviera sus cimientos en el lenguaje, pero todos saben que esto es así.
-¿Se refiere al lenguaje como a un reservorio de determinados principios, ideas, y creencias?
-Claro. Cuando el lenguaje se vacía de pensamiento y se convierte en mero instrumento práctico, desaparecen los valores y, con ellos, la cultura. Fíjese que asistimos a una suerte de deseo obsceno colectivo, que es la búsqueda desenfrenada de riquezas. Antes, un hombre rico tenía una riqueza que podía ser contada, medida. Hoy, en cambio, la riqueza, como el poder, ya no tiene medida humana. El dinero se cuenta por billones y la influencia de los poderosos tiene un alcance incalculable, fuera de todo control. Y ese afán desmedido, de alguna manera ha contagiado a todos. Y aunque la enfermedad tiene mucho de virtual, ése es precisamente el problema: su irrealidad. Su cuota de delirio y de fascinación que obnubila la capacidad de crítica.
-Algo habrá en la psicología humana para que las personas se dejen tentar tan fácil por el consumismo, y prefieran el ruido al silencio y el tumulto a la soledad.
-Las ansiedades del hombre pueden reducirse a una sola y gran ansiedad: el miedo a la muerte. Que es también miedo a la vejez. Hoy todos quieren ser adolescentes, no envejecer jamás. Y el precio es el agravamiento de esa ansiedad fundamental de la que le hablo.
-¿Cuándo fue que los adolescentes se convirtieron en el objetivo principal del mercado?
-Antes la publicidad no se dirigía a los adolescentes, y ni siquiera a los jóvenes, porque, simplemente no tenían plata para gastar. Paradójicamente, fue a partir de los picnics de los 60, que organizaban los jóvenes que se rebelaban contra el sistema, los primeros adolescentes en llamar la atención del mercado. Se reunían de a miles y compraban de todo durante esas aglomeraciones. Por su parte, los periódicos underground de San Francisco vendían millones de ejemplares a los más jóvenes, y cuando se organizó el festival de música y arte de Woodstock, en 1969, que reunió a 400.000 jóvenes hippies que estaban en contra de la guerra y a favor del sexo libre, las drogas y el rock and roll, se convirtió en otro de los acontecimientos históricos que ubicaron a los adolescentes en favoritos del mercado capitalista.
-¿Cuál es el lugar de la poesía y la filosofía en la sociedad de consumo?
-En esta sociedad, la palabra se convierte en producto y deja de ser comunicación. A partir de la revolución industrial, se impuso una actitud mercantilista en el mundo, que privilegió el dinero, el poder, y la explotación, y despreció todo aquello que tenía que ver con la creatividad desinteresada y el pensamiento reflexivo. Fíjese que una frase muy usada en los últimos cien años es «el tiempo es oro». ¿Quién, en su sano juicio, puede creer que esto es verdad? Ya los filósofos de la antigüedad decían que el hombre es tiempo, de manera que esa frase es absurda.
-¿Cree que Internet contribuye a la democratización del mundo, al poner al alcance de las multitudes la casi totalidad del conocimiento humano?
-Me temo que Internet no será, como algunos imaginan, un espacio de mayor democratización. No me parece que sea inocua. En estos temas, he vuelto a coincidir con mi admirado y querido amigo Tomás Maldonado, cuya Crítica de la razón informática prácticamente agota el tema en cuestión. El asegura que un acceso indiscriminado a la información conducirá al hombre no a una forma más avanzada de democracia, sino sólo a una forma más sofisticada de control social y de homologación cultural.
-Si estuviera en sus manos realizar un cambio profundo en la sociedad argentina, ¿qué medida tomaría?
-Intentaría resolver primero, y ante todo, el problema de los chicos que están en la calle. No se puede convivir en paz con esta realidad. Resolver este problema implicaría resolver muchos otros asuntos de suma urgencia, porque no sólo hay que sacar de la calle a los chicos, sino darles educación, salud, trabajo, ideales. ¿Cómo puede ser que en un país como el nuestro que es exportador de alimentos, haya millones de personas que pasan hambre? Son contradicciones de la Argentina que se han agravado en las últimas décadas. Pero no hay que descuidar la urgencia de educar y de volver a prestigiar las instituciones.
-¿Cuáles son los desafíos espirituales del hombre moderno?
-Dentro de una perspectiva humanista, el mayor desafío para los intelectuales del siglo XXI es continuar siendo intelectuales. Pero el pensamiento es algo que concierne a todos los hombres. Quienes sean capaces de sostener un pensamiento crítico en medio de esta pesadilla de seductora banalidad universal, serán los hombres imprescindibles de los tiempos venideros.
Por Sebastián Dozo Moreno
Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 20 de enero de 2007.