Desde principio del siglo pasado se corrieron carreras de caballos en lo que fue la colonia Rafaela, que se denominaban cuadreras. Su nombre proviene de la distancia a recorrer los competidores que en aquel entonces se las medía en cuadras lineales de 130 metros; también se las llamaba mano a mano porque corrían dos competidores.
Para esos tiempos, los caballos no tenían una preparación especial para correr, se decía que corrían a campo, eran sacados del campo uno o dos días antes, se los dejaba en un corral con pasto seco y los llevaban a correr.
Los protagonistas de estas carreras no tenían antecedentes en pistas, eran los que se utilizaban para desarrollar tareas rurales (trabajos con carros, en hacienda, sulky o para montar). No eran percherones, por su estructura se los denominaba caballos livianos.
Para esa época no venían jockey de los hipódromos, los montaban personas livianas que pesaban alrededor de 60 kg; eran los hijos de los colonos o algún peón rural y era muy común que la gente usara los caballos.
Los organizadores anunciaban las carreras por medio de afiches que se colocaban en los bares, almacenes u otro punto de concentración de gente. Siempre debía tener un destino el dinero recaudado, podía ser la cooperadora policial o la cooperadora de alguna escuela, también indicaban el recorrido para llegar, considerando que se disputaban en el campo de algún vecino.
Las carreras se llamaban concertadas o de topada. Las concertadas eran las que se hacían por anticipado, entre amigos de boliches, donde la conversación de las ligerezas de los caballos era muy corriente. Las de topadas eran cuando los dueños o simpatizantes se desafiaban entre sí en el momento de la reunión. Debían acordar el peso de los jockey y la distancia. Para pesar a los jockey se utilizaba una balanza pilón que se colgaba casi siempre de un gajo de árbol y la distancia se medía con una cinta métrica.
Las canchas para competir eran trazadas en los campos, se trataba de dos franjas paralelas de 3 metros de ancho por 400 m de largo aproximadamente, con un borde de tierra en ambos lados. Se las alisaba con rieles o pesadas ruedas tiradas por caballos. No eran de tierra movida y por lo tanto se decían que eran duras, el alisado consistía en sacar las malezas y emparejarlas.
A los caballos de carreras que corrían que disputaban este tipo de eventos se los denominaban «pasajeros» porque corrían en pareja, no más de dos participantes.
Carreras en los barrios
Además de las carreras cuadreras, a fines de la década del 20 comienzan a correr mochilas, vale decir que se alternaban y se corrían domingo tras domingo.
Las expectativas y el interés se iban incrementado dentro de los aficionados, ya no se corrían en los campos solamente sino que se organizaban en la ciudad.
Los organizadores principales fueron el Club 9 de Julio y el Club Atlético. También era común ver carreras en los barrios para sus fiestas, las organizaban los clubes y corrían en las calles, por ejemplo el Club Argentino Quilmes lo hacía en calle España de norte a sur, en el barrio 9 de Julio en la llamada Plaza Nueva (hoy 9 de Julio) frente al hospital también de norte a sur, en barrio Villa Podio frente al chalet en el mismo sentido. A los ganadores se les asignaba un premio.
Los primeros cuidadores fueron Elías Sarmiento que representaba al barrio Villa Rosas, los hermanos Serafín y Fernando Pieroni al Central Argentino con el caballo llamado «Chinche», Ramón Lazarte al 9 de Julio con un caballo muy conocido de pelaje bayo y Ramón Cejas a Villa Podio con un caballo curcuncho llamado «Sillón». Estos cuidadores y caballos eran los más nombrados. Los caballos eran llevados a las carreras con la manta con los colores del club del barrio.
En ese entonces también se corrían carreras cuadreras, las canchas más famosas estaban ubicadas en los campos de Violo a pocos km al norte de la ciudad, en el campo de Juan Abele en avenida Italia en el barrio homónimo detrás del actual templo Santa Josefa Rosello, en el campo de los Maggi situado en la prolongación de bulevar Lehmann y padre Cerdán, otra muy nombrada estaba en el campo de Sidades hoy avenida Italia y Maggi. Estas canchas ya estaban preparadas y se trataba de mantenerlas ya que los caballos se los vareaba allí.
A los caballos se los cuidaba en boxes, si bien no eran como los actuales eran precarios, algunos eran galpones cerrados con maderas, chapas y tejidos; se les reemplazaba la cama de paja por viruta.
Inauguración del hipódromo
El Jockey Club de Rafaela fue fundado por iniciativa de un grupo de vecinos de la ciudad el 2 de enero de 1937 (hace 70 años) en cuya asamblea constitutiva fue designado presidente de la primera comisión directiva Eduardo Lorenzo Mahieu. Inició sus actividades en un local provisorio en bulevar Santa Fe 251 planta alta.
Entre los fundadores pueden citarse a Atilio Almeida, Enrique Carbajo, Pedro Chiaraviglio, Luis Costa Lapegna, Luis Dardati, Juan B. Frossi, Artejeres Gaveglio, Nicolás Gutiérrez, Faustino Lencioni, José Nidasio, Pascual Pairola, Francisco Roulet, Rosendo Ruíz e Isaac Velasco.
El 4 de agosto de 1939 y a los efectos de programar la sección Carreras las autoridades de la entidad procedieron a designar una comisión que correría con todo lo relacionado a la actividad hípica.
La inauguración oficial del hipódromo fue el 8 de octubre de ese año con una reunión hípica que alcanzó atrayente desarrollo. Se habilitó en una tarde soleada propicia para esta clase de espectáculos. En el circo rafaelino se dieron cita unas 4.000 personas.
«Todo estaba dispuesto en buena forma con una pista hermosa, lástima que cuenta con muy pocas ventanillas para la venta de boletos, al igual que para el cobro», dice la crónica de La Opinión del día siguiente.
Asistieron muchos agentes de policía para mantener el orden, pero sus servicios no fueron necesarios. El programa fue cubierto en su totalidad. Hubo varias revelaciones en la carrera de potrillos. La principal la dio el potrillo Machín, un hijo de Altanero, padrillo que en ocasión de las mochillas de Atlético y 9 de Julio pisara la arena local, midiéndose con Garibaldi, Cola Mora y Chiche, sacando triunfante dos veces los colores del stud propiedad de T. Mántaraz, «turfman» conocido de Rosario y Santa Fe. La restante revelación estuvo a cargo de Meterete, otro potrillo que pudo dar sus satisfacciones.
Reinaldo Pieroni
Fuente: diario La Opinión, Rafaela, 8 de enero de 2007.