Por Emilio Grande (h.).- El obispo Luis Alberto Fernández presidió el lunes a la noche en la Catedral San Rafael una emotiva misa de despedida del sacerdote español Faustino Torralbo, quien luego de 40 años se vuelve a su patria, siendo concelebrada por parte del presbiterio diocesano.
Al final de la ceremonia Torraldo dirigió unas palabras a los presentes, agradeciendo a Dios y a las distintas comunidades que lo acogieron durante su misión en la diócesis de Rafaela (departamento Castellanos, San Cristóbal y 9 de Julio) y los tendrá presentes en sus oraciones en la nueva etapa de su vida (tiene 82 años). Luego Fernando Sepertino también expresó su agradecimiento por la vida denodada del cura español y Neri Zbrun (ambos vicarios generales de la Diócesis) le regaló una imagen de la Virgen de Guadalupe, patrona de la diócesis de Rafaela.
No ha sido ningún “trepador”
A continuación se comparte la homilía pronunciado por Fernández.
Como Iglesia Diocesana estamos en esta Catedral de San Rafael, dando gracias al Buen Pastor, porque a lo largo de “40 años”, hemos podido experimentar la presencia pastoral del querido padre Faustino Torralbo, que este próximo fin de semana, emprende el camino de regreso a su tierra natal, España, de la diócesis de Sigüenza, cercana a Madrid, que lo enviara como misionero a estas tierras latinoamericanas.
Ya antes de llegar a estas tierras, no solo había madurado el “llamado” a la vocación sacerdotal, en la Madre Patria, sino que también había transitado los primeros y fundamentales pasos del sacerdocio en la diócesis que lo vio nacer y donde realizó como seminarista la formación inicial de la vida sacerdotal, con distintas tareas pastorales que le iba encargando el Obispo de Sigüenza, tanto en la parroquias como también como formador de seminaristas.
Después de ese primer tiempo es que reza, decide y charla con su Obispo, pidiéndole venir a estas tierras, al sentir el deseo incontenible de gastar, entregar su vida, ahora al servicio de la Iglesia en América. Vida que entregó en tantas comunidades como extensa es nuestra diócesis de Rafaela, no solo en esta ciudad en varias parroquias, sino también, solo menciono algunos pueblos como Humberto Primo, San Guillermo, San Vicente, Zenón Pereyra y Esmeralda.
Un Pastor con olor a oveja, ya que son muchos fieles a los que acompañó y sirvió, sin pedir nada a cambio, no era un “asalariado”, por eso no dejaba su rebaño, y pareciera decirnos que solo se aleja, cuando puede sentir en su corazón a lo mejor, ser un peso o una carga para los hermanos…
El amor que le tiene el presbiterio y la gente hablan de un gran respeto y afecto íntegro que supo ganarlo con una presencia transparente y sencilla de un bajo perfil que como el del Buen Pastor va delante del rebaño, mostrando caminos y senderos que llevan a plenitud de vida al estilo del Resucitado.
En su caminar en medio nuestro, se nos ha manifestado El Buen Pastor, como esa “puerta del corral de las ovejas”. Faustino no ha sido ningún “trepador” sino el “guardián”, que ha sabido escuchar a Dios y al pueblo. Encontrando muchas personas: saberse atendidos y orientados, reconciliados, amados y acariciados por la bondad de Dios en el ejercicio de su ministerio. Ha conocido por su nombre a tantos fieles, ayudándoles a ser más libres, con más dignidad.
Que hermoso cuando la gente no huye de nosotros los sacerdotes ni se esconden, como ante un extraño, sino que nos buscan como buscaba la gente a Jesús, lo que les ayudaba a tener una vida más plena.
Gracias en nombre de tanta gente, por tu servicio y entrega generosa, porque no los retuviste para vos egoístamente, ni los abandonaste por una vida cómoda e indiferente, y no los soltaste hasta que tuvieran vida plena en la libertad de los hijos de Dios.
Tu vida sacerdotal, entre “luces y sombras” como es toda vida en este mundo, querido padre Faustino, es un “señuelo” más, como el de tantos sacerdotes, signos vivientes y auténticos del Buen Pastor, que nos ha llamado a esta hermosa vocación, en esta semana del Buen Pastor, te despedimos, donde nuestros ojos a pesar de la lejanía te seguirán viendo en tantas mujeres y hombres que tienen sed y hambre del Dios viviente y vienen buscando a la Iglesia vida nueva, y nuestros oídos seguirán hambrientos de tus escuchas y silencios pacientes, y desearan con esa tenue voz tuya seguir orientando y ayudando a descubrir un mundo más humano y cristiano.
Hermanos todos, pidámosle al Buen Pastor, vocaciones sacerdotales, capaces como el apóstol san Pedro en la primera lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles, de saber donar la vida, abiertos a los tiempos nuevos de la historia que nos toca vivir, siempre con sentido de respeto, comunión, diálogo y ternura con las nuevas culturas. Y no te olvidaremos nunca Faustino, buen viaje, lleva en el corazón a tu querida Madre de Guadalupe, a san José Obrero y a esta que ha sido parte de tu vida, la Iglesia diocesana de Rafaela.