Francisco al Banco Mundial y FMI: finanzas al servicio del bien común

El Papa pide una reducción de la carga de la deuda externa de las naciones más pobres, "un plan global" para afrontar la pospandemia y el acceso universal a vacunas, salud, educación y empleo.

El papa Francisco se dirige, mediante una carta, a los participantes en las Reuniones de Primavera 2021 del Grupo del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, que ha confiado al cardenal Peter Turkson, prefecto del Dicasterio de la Santa Sede para la Promoción del Desarrollo Humano Integral.

En la misiva, el pontífice afirma que la pandemia del Covid-19 obligó a la sociedad mundial a “afrontar una serie de graves e interrelacionadas crisis socioeconómicas, ecológicas y políticas».

«Espero que sus debates contribuyan a un modelo de ‘recuperación’ capaz de generar soluciones nuevas, más inclusivas y sostenibles para apoyar la economía real, ayudando a los individuos y a las comunidades a alcanzar sus aspiraciones más profundas y el bien común universal”.

El Papa llama la atención sobre la noción de recuperación la cual “no puede contentarse con una vuelta a un modelo de vida económica y social desigual e insostenible, en el que una ínfima minoría de la población mundial posee la mitad de su riqueza”.

Asimismo, vuelve su mirada sobre la convicción de que todos los seres humanos “han sido creados iguales”, sin embargo, “muchos de nuestros hermanos y hermanas en la familia humana, especialmente los que están en los márgenes de la sociedad, están efectivamente excluidos del mundo financiero”.

“La pandemia, sin embargo, nos ha recordado una vez más que nadie se salva solo.  Si queremos salir de esta situación como un mundo mejor, más humano y solidario, hay que idear formas nuevas y creativas de participación social, política y económica, sensibles a la voz de los pobres y comprometidas con su inclusión en la construcción de nuestro futuro común”, recuerda citando la encíclica Fratelli tutti.

El pontífice subraya que en el ámbito de las finanzas y de la economía, “la confianza, nacida de la interconexión entre las personas, es la piedra angular de todas las relaciones, incluidas las financieras.  Esas relaciones sólo pueden construirse mediante el desarrollo de una «cultura del encuentro» en la que todas las voces puedan ser escuchadas y todos puedan prosperar, encontrando puntos de contacto, tendiendo puentes y previendo proyectos inclusivos a largo plazo (cf. ibíd., 216)”.

El Papa pone en evidencia que, aunque algunos países están impulsando planes particulares de recuperación, “sigue siendo urgente un plan global que pueda crear nuevas instituciones o regenerar las existentes, especialmente las de gobernanza global, y que ayude a construir una nueva red de relaciones internacionales para avanzar en el desarrollo humano integral de todos los pueblos”.

Para Francisco lo anterior se traduce en “dar a las naciones más pobres y menos desarrolladas una participación efectiva en la toma de decisiones y facilitar el acceso al mercado internacional”.  También en propiciar la reducción de la carga de la deuda de las naciones más pobres, lo cual, dice el Papa sería “un gesto profundamente humano que puede ayudar a las personas a desarrollarse, a tener acceso a las vacunas, a la salud, a la educación y al empleo”.

Al referirse a la deuda ecológica, a la que también considera importante, el Papa plantea: “De hecho, estamos en deuda con la propia naturaleza, así como con las personas y los países afectados por la degradación ecológica y la pérdida de biodiversidad inducidas por el hombre.  A este respecto, creo que la industria financiera, que se distingue por su gran creatividad, se mostrará capaz de desarrollar mecanismos ágiles para calcular esta deuda ecológica, de modo que los países desarrollados puedan pagarla, no sólo limitando significativamente su consumo de energía no renovable o ayudando a los países más pobres a promulgar políticas y programas de desarrollo sostenible, sino también cubriendo los costos de la innovación necesaria para ello”.

Francisco resalta el objetivo y fin de toda actividad económica: “el bien común universal”. En este ámbito, desarrolla la idea de ‘compromiso con la solidaridad económica: «Significa pensar y actuar en términos de comunidad.  Significa que la vida de todos es anterior a la apropiación de los bienes por parte de unos pocos.  Significa también combatir las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, de tierra y de vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales… La solidaridad, entendida en su sentido más profundo, es una forma de hacer historia» (Fratelli Tutti, 116).

“Los mercados deben estar respaldados por leyes y regulaciones que aseguren que trabajan para el bien común, garantizando que las finanzas -en lugar de ser meramente especulativas o de financiarse a sí mismas- trabajen para los objetivos sociales tan necesarios en el contexto de la actual emergencia sanitaria mundial”, afirma.

“En este sentido, reitero mi llamamiento a los gobernantes, a las empresas y a las organizaciones internacionales para que colaboren en el suministro de vacunas para todos, especialmente para los más vulnerables y necesitados». Al mismo tiempo, expresa su deseo de que las deliberaciones de estas instituciones produzcan soluciones inclusivas y sostenibles, “al servicio del bien común, en el que los vulnerables y los marginados se sitúen en el centro, y en el que la tierra, nuestra casa común, esté bien cuidada”.

Fuente: https://aica.org/

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