Por Joaquín Morales Solá.- Un hombre que se acerca a los 65 años hizo una larga cola en la delegación de la Anses en Escobar. Había decidido empezar anticipadamente los trámites de su jubilación como autónomo. Al final, lo atendió un joven bien predispuesto. Comenzaron entre los dos a llenar planillas y recabar información. En medio del trámite, el empleado de la Anses recibió un llamado en su celular. Habló, colgó y le dijo al señor con gesto afligido: «Disculpe, pero tengo que ir a una reunión de La Cámpora». Fin del trámite. Al futuro jubilado lo esperaba otro día, el siguiente o el posterior al siguiente, para hacer otra larga cola hasta que llegara su turno. La anécdota viene a cuento de lo que acaba de ocurrir en la delegación de la Anses en Vicente López. Jóvenes de la agrupación política que lidera Máximo Kirchner derrocaron a la jefa de la delegación, Malena Barcelona, para colocar en su lugar a Ezequiel Gesto, un ayudante del líder peronista local Lorenzo Beccaría, de excelentes vínculos con La Cámpora y anterior jefe de esas oficinas. El problema de los camporistas no son sus planes, sino la insaciable voracidad que tienen por los empleos públicos.
De hecho, ya gran parte de la estructura de la Anses de Vicente López estaba bajo control de La Cámpora. El gobierno de Macri solo había cambiado a los dos principales directivos de esa delegación. Esos son los cargos que ahora los camporistas quieren recuperar. La Cámpora no debería ser un problema. Podría ser una corriente política como cualquier otra dentro de un partido, siempre que respete el principio de igualdad de condiciones para todos. El madrinazgo de Cristina Kirchner, en cambio, coloca a esos jóvenes en la condición privilegiada de príncipes de la sangre dentro del peronismo. Además, les da lo mismo ocupar cargos importantes en el Estado y, al mismo tiempo, protagonizar las peores protestas contra las instituciones del Estado. ¿Ejemplo? Andrés «Cuervo» Larroque, secretario general de La Cámpora y ministro de Desarrollo bonaerense, participó de la manifestación que tiró varios kilos de basura en la sede de los tribunales donde funciona la Corte Suprema. «La Corte que la corte», dijo Larroque, en defensa de Milagro Sala, cuya situación tratará dentro de poco el máximo tribunal. La Corte es una institución indispensable del Estado. ¿Quién presiona a los jueces? ¿Es «la derecha»? ¿Son los «medios hegemónicos»? ¿Es el macrismo?
Otro caso significativo se está dando con los preparativos para la vacunación masiva contra el virus del Covid-19 en la provincia de Buenos Aires, que podría comenzar a principios de febrero. Comenzaría, desde ya, si Rusia cumple con su promesa de enviar para esa fecha cerca de 5 millones de dosis de vacunas. No hay otra vacuna, por ahora. Sea este o cualquier otro inmunizante, lo cierto es que el gobierno de Axel Kicillof rechazó la colaboración de varios intendentes y decidió que los operativos de vacunación se harán solo en las escuelas de la provincia, bajo su directa jurisdicción. El intendente de Vicente López, Jorge Macri, llegó a mandarle una carta formal al gobernador para ponerle a disposición 20 centros de atención primaria con profesionales que saben vacunar. La respuesta fue un no, firme y rápido. La vacunación se hará solo en siete escuelas de Vicente López. Si bien es el gobernador el que toma esas decisiones, la campaña de vacunación estará a cargo de jóvenes de La Cámpora. Como carecen de expertos propios, contratarán a estudiantes de medicina y dan cursos online para enseñar a vacunar.
Los problemas de la incursión camporista en la vacunación contra el coronavirus son dos. Por un lado, la ocupación de escuelas podría retrasar el comienzo de las clases. Es imposible que en el mismo local funcionen una escuela y un centro sanitario de vacunación. El comienzo de las clases está programado para mediados de febrero y la campaña de la vacunación comenzaría a principios de ese mismo mes. Un proceso de vacunación sin demoras ni conflictos imprevistos llegaría hasta mayo o junio. ¿Qué harán con las clases? ¿Esperarán hasta que termine la vacunación? El segundo problema es la indiferencia ante los profesionales de la salud que trabajan en la provincia de Buenos Aires. La provincia y los municipios cuentan ya con personal que sabe aplicar correctamente una vacuna. ¿Para qué, entonces, contratar a personal alternativo, sin conocimiento ni experiencia? ¿Solo para que los jóvenes de La Cámpora queden ante la opinión pública como los héroes de la vacunación? No sería de extrañar. En las inundaciones de La Plata de abril de 2013, miles de jóvenes repartieron ayuda del Estado a los damnificados con pecheras de La Cámpora. La ayuda era del Estado, no de La Cámpora. Pero Estado, necesidades personales y partido político son para el kirchnerismo parte del mismo asunto (y del mismo paquete).
También La Cámpora se metió en el conflicto interno de YPF, que terminó con la salida de su presidente, Guillermo Nielsen. Nielsen fue siempre un economista muy cercano a Alberto Fernández y es uno de los argentinos con mayor experiencia en la renegociación de deudas. Fue él, como secretario de Finanzas de Roberto Lavagna, quien encabezó las negociaciones para que la Argentina saliera del default en 2005. Debió hablar no solo con bancos y fondos de inversión, buenos y malos, sino también con pobres jubilados italianos y japoneses que habían puesto los ahorros de toda su vida en bonos argentinos. YPF está en medio de un proceso de renegociación de su deuda por más de 6000 millones de dólares. A Nielsen lo mandaron a otro destino. No lo necesitan. Nielsen era un presidente con poco poder en YPF, porque la conducción real la tiene el CEO, Sergio Affronti, un hombre propuesto por el exmandamás de YPF Miguel Galuccio, cercano a Cristina. Galuccio tiene su propia compañía petrolera. Pero ¿por qué crucificaron a Juan José Aranguren por sus antecedentes como directivo de Shell? ¿Por qué Galuccio puede hacer cosas que le prohibían a Aranguren? ¿Es, acaso, la vieja superstición de que los partidos definen la calidad moral de sus dirigentes y militantes? Es una superstición. Solo eso.
Nielsen se va porque no toleraría como presidente de la empresa más importante del país que se la use para la campaña electoral. Los precios de las naftas no están regulados, pero es YPF la que fija los precios testigo. Los precios de las naftas serán parte de la campaña. Tan importante como eso: YPF tiene una estructura como para contratar a muchos militantes de La Cámpora, algunos de los cuales ya ocupan cargos directivos en la empresa. La petrolera cuenta además con una fenomenal estructura publicitaria, que también será usada en la campaña electoral. Lo cierto es que YPF cuesta hoy solo un 10 por ciento de lo que valía cuando el Estado se la vendió a Repsol en los años 90. Luego, Cristina Kirchner la nacionalizó. El resultado no puede ser más magro.
En YPF pasa lo mismo que en muchas otras dependencias estatales: conviven una mezcla de albertismo, cristinismo y camporismo, sazonado, en algunos casos, con un poco de massismo. El resultado de tales galimatías políticas es, a veces, la inacción. «Antes, el peronismo hacía cosas y con muchas de ellas estábamos en desacuerdo. Pero hacía. Ahora no hace nada. Es desesperante», dice un político opositor bonaerense. Con Nielsen se va el albertismo de YPF y le pasará lo mismo al massismo. Cristinismo y camporismo son lo mismo. Esas dos corrientes unificadas intentarán también terminar con los liderazgos provinciales confeccionando las listas de los candidatos peronistas con jóvenes camporistas. Adiós a los Schiaretti, a los Perotti o a los Manzur de este mundo.
La Cámpora podría ser, en efecto, una franja partidaria más, como lo fue en su momento la Coordinadora del radicalismo. Algunos coordinadores resultaron buenos políticos, otros malos y al resto lo sepultó la deriva política. El conflicto esencial de La Cámpora es que quiere puestos en el Estado. Nada más. No tiene un plan, que se conozca al menos, ni una acción destacada en la conducción del Estado. Solo cuenta con la protección maternal de la lideresa, de su arbitrariedad y de sus antojos.
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