Por María Herminia Grande.- Tensión y fricción podría ser el título con el cual sintetizar el accionar de la política argentina de este 2020 que comienza a irse. El 2019 a pesar de haber sido un año electoral, que incluye de por sí tensión y fricción, concluyó con aquella misa en la Basílica de Luján bajo la advocación de la Virgen Patrona de la Patria; donde el Presidente saliente y el entrante se dieron la paz. Fue un gesto esperanzador. Claro que allí no estuvo Cristina Kirchner.
En este marco de fricción y tensión, los conflictos y las tensiones forman parte de la vida social. Podría definirse también a la política como el arte de resolver los conflictos que provocan las tensiones. Le consulté al presidente Alberto Fernández cómo califica su primer año de gestión y me respondió: “Estoy más que conforme. El barco todavía flota, y el mar sigue crispado por la tormenta”. Entiendo que la crispación a la que alude el Presidente tiene que ver con distintas tensiones cuyo epicentro, fue para la Argentina y el mundo la sorpresa del COVID-19.
En cuanto a las tensiones: en las sociales, el eje está en la gente que se fue empobreciendo de a poco, y los que ya lo eran; aún con el activismo de organizaciones sociales y la contención del gobierno central y los locales. Me decía la Dra. Ianina Tuñón que “en la franja etaria de 0 a 17 años, la pobreza más extrema se mantuvo estable gracias a la tarjeta AlimentAR en los más pequeños, no así en los más grandes. Y hubo un fuerte retroceso en niños sanos por no acudir a los controles habituales de salud. En este sector, la salud del 57% de ellos, depende exclusivamente de lo que les brinda el Estado. En este año de coronavirus hubo una tensión transversal: violencia en todas las infancias, incrementada por el efecto del hacinamiento durante 24 horas”.
En lo institucional, termina el 2020 en tensión con el Poder Judicial -es suficiente remitirse a la última carta de la vicepresidenta-, donde la no resolución de sus conflictos judiciales y los de sus hijos, repercute en la alianza de gobierno que encabeza Alberto Fernández.
En cuanto a la institución Iglesia, seguramente habrá tensión de aprobarse en el Senado el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo. En las tensiones políticas: dentro del oficialismo las fricciones se dan entre un Presidente que tiene una manera de pensar el país y una forma de expresarlo, y la Cámpora y el kirchnerismo duro que tienen otro proyecto. Ante esto se ha visto a un mandatario que baja tensiones a costa de desilusionar a gran parte de sus votantes.
Aunque como luego expresaré aparece fortaleciéndolo, una incipiente liga de gobernadores. Las tensiones y fricciones no son sólo patrimonio del oficialismo. Dentro de Juntos por el Cambio: el radicalismo aún no logra acordar. El PRO mide fuerzas entre halcones y palomas. Un JxC que aún se debe la autocrítica sobre los cuatro años de gestión y el resultado electoral adverso.
Quizás entre tantos Debes para con la sociedad, el mayor de ellos esté en la no planificación a largo plazo de los unos y los otros. En definitiva, no hay proyecto. Argentina es un país con tensiones, donde el sector sindical y el empresario también protagonizan sus propias fricciones. Argentina tiene una sociedad movilizada, tiene recursos, tiene una democracia débil y frágil con necesidad imperiosa de un rumbo, producto de los consensos que demoran en llegar.
Los gobernadores parecen sacudirse el letargo al que los sumió el COVID-19. El domingo el gobernador Gustavo Bordet de Entre Ríos manifestó a Jorge Fontevecchia que “Alberto Fernández debería ser el candidato del Frente de Todos en el 2023”. No es menor esta declaración dado que implica a sus pares de la región Centro, que además de la posición geográfica, también sus posturas políticas son de centro. Ante esta declaración el presidente Fernández me dijo: “Valoro mucho el gesto de Bordet. Falta demasiado para el 2023. Tengo por él mi más sincero afecto y creo que es un muy buen gobernador. Pero hablar hoy del 2023 es un poco apresurado”
En cuanto a las tensiones y fricciones en la provincia de Santa Fe conocidas desde hace diez días a nivel nacional, tras la declaración ampliatoria del destituido ex fiscal Gustavo Ponce Asahad, se debe tener en cuenta, que se está enfrentando un problema del crimen organizado donde el vínculo entre criminales y poderosos es real. También es real que cada uno de los involucrados cargue las tintas sobre los otros a la hora de mejorar su situación procesal.
Ayer uno de los sindicados, el senador Armando Traferri convocó a una conferencia de prensa donde apuntó al ministro de Seguridad Marcelo Sain y al MPA. Argumentó que el primero dispone de un aparato de inteligencia influyendo sobre los fiscales a los que catalogó como delfines del ministro. El mismo lunes los fiscales solicitaron al Senado provincial el desafuero del senador Traferri. Altas fuentes del MPA creen que hay suficientes evidencias de los últimos cuatro años que comprobarían la relación del Senador con el fiscal destituido.
Esta semana la mirada estará puesta sobre el Senado provincial. Para producirse el desafuero, éste debe ser convalidado por los dos tercios del cuerpo. Según la Constitución provincial, sin el desafuero la investigación de los fiscales puede seguir, pero no puede haber detención. El bloque presidido por el citado senador tiene con él incluido, 12 miembros. El lunes dicho bloque se partió creando uno nuevo, integrado por cuatro senadores que responden al gobernador Perotti: Marcelo Lewandowski, Marcos Castelló, Alcidez Calvo y Ricardo Kaufmann. Dada esta escisión, más que nunca los ojos están puestos sobre la actitud de los senadores del Frente Progresista Cívico y Social. Al cierre de este análisis, fuentes allegadas a Fiscalía dejaban entrever que aparecerían nuevos nombres provenientes de otros sectores políticos.
Fuente: https://www.infobae.com/opinion/2020/12/15