Por Carolina Brunstein.- A los 80 años, murió el expresidente de Uruguay Tabaré Vázquez. “Nada se logra solo, lo que se logró lo hicimos entre todos participando, trabajando con la gente, convenciendo, ganando conciencia”. Así se despedía del poder, en febrero de este año, en medio de una fiesta popular en el barrio donde nació, en Montevideo, con una frase que guió su gobierno.
Una multitud se había reunido en una plaza del popular barrio La Teja (en el oeste de la capital) a pocos metros del Club Arbolito, fundado por el propio Vázquez en 1958, para demostrar su apoyo al hombre que dejaba el poder luego de un segundo mandato de cinco años para dar lugar al nuevo gobierno de centroderecha de Luis Lacalle Pou.
No era sólo una despedida del poder. Vázquez ya se había quitado una vez la banda presidencial, en marzo de 2010, cuando terminó su primer mandato y dejó en manos de José “Pepe” Mujica el desafío de avanzar con el giro histórico que había dado el país.
Vázquez, del Frente Amplio, fue el primer presidente de centroizquierda luego de la cruenta dictadura militar que gobernó desde 1973 hasta 1985 y de una seguidilla de gobiernos de centroderecha.
Las leyes uruguayas no permiten una reelección inmediata, por eso debió esperar cinco años para volver al Palacio de Gobierno. En las elecciones de 2014 venció a Lacalle Pou, del Partido Nacional (Blanco) y retomó el mando para avanzar con el camino que había abierto una década antes y que profundizó Mujica.
Este año, cuando debió dejar su silla a la coalición de centroderecha que retornó al poder, sabía que ya no volvería.
La despedida en La Teja era, tal vez, un adiós general al pueblo de Uruguay, consciente de que el tiempo comenzaba a ganarle la carrera. Su mayor adversario no era ya un líder político. Era el cáncer de pulmón que se le diagnosticó en 2019 y que marcó los últimos meses de su presidencia, aunque él decidió mantenerse en el cargo durante el tratamiento y mostró fortaleza hasta el último día de su mandato.
El diagnóstico de cáncer llegó poco después de la muerte de su esposa, María Auxiliadora Delgado, con quien se había casado en 1964. Tenían tres hijos.
Vázquez, él mismo un médico oncólogo que encabezó una fuerte lucha contra el tabaquismo, fue quien anunció públicamente, en agosto del año pasado, que tenía un “nódulo maligno”. Fue operado y en septiembre comenzó un tratamiento de radioterapia.
Sus médicos anunciaron entonces que la respuesta del mandatario era buena y Vázquez continuó con su agenda. En diciembre de 2019 estuvo en Buenos Aires para la asunción de Alberto Fernández como presidente.
Moderado y de perfil bajo
Sin el carisma de Pepe Mujica, Vázquez fue uno de los principales líderes de la izquierda uruguaya, aunque encarnó el ala más moderada del Frente Amplio. Antes de llegar a la presidencia, había sido elegido como intendente de Montevideo en 1989 y fue uno de los responsables del crecimiento de la izquierda en el país.
Nacido en enero de 1940 en una familia modesta, se recibió de médico y se especializó en radioterapia oncológica después de que su madre, su hermana y su padre murieran de cáncer. Cuando llegó a la presidencia en 2005 ya era una referencia médica en Uruguay y durante su primer mandato continuó ejerciendo.
Vázquez hizo de la salud uno de los pilares de su presidencia, con la creación del Sistema Nacional Integrado de Salud, en el que se aseguró el acceso a servicios sanitarios integrales a todos los habitantes.
Recibió varios premios por su enérgica guerra contra el tabaco y promovió leyes restrictivas para el consumo, como la prohibición de fumar en espacios públicos y de hacer publicidad, y la incorporación de imágenes fuertes en los paquetes de cigarrillos para sensibilizar a los fumadores.
Esto dio lugar a una demanda millonaria del gigante Philip Morris contra Uruguay ante el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI). En 2016 la corte falló a favor del país y obligó a la tabacalera a pagar los gastos del proceso.
Discreto y de bajo perfil, Vázquez fue un presidente singular en América Latina: solía medir sus apariciones públicas, hablaba poco y no solía utilizar las redes sociales para comunicarse.
“Cuando habla un presidente, habla un país y el presidente no puede entrar más que a decir las cosas que le importan a la gente”, señaló alguna vez, parafraseando al ex presidente francés François Mitterrand, a quien admiraba, según recordó una nota del diario El País, de Madrid.
En la despedida en el barrio La Teja, en febrero pasado, Vázquez sí se animó a hablar. Pidió disculpas por si se le escapaba “un lagrimón” y repasó algunos puntos principales de los 15 años de gobierno del Frente Amplio.
En el plano internacional, hizo énfasis en la diversificación de los mercados de Uruguay en estos años (que pasó de exportar a 60 países en 2005 a 165 en 2019) y remarcó que Montevideo defendió la no injerencia de actores externos en los conflictos de los países (en una velada referencia a la crisis venezolana) y de buscar la solución pacífica de las controversias.
«El legado que nuestro Frente Amplio le va a dejar al pueblo uruguayo es un legado que tenemos que defender, apoyar, estar convencidos de la importancia que tiene y que está por encima de todo esto que hemos hecho entre todos”, remarcó, antes de despedirse, entre lágrimas suyas y de su auditorio, leyendo el poema “No te rindas”, de Mario Benedetti.
Allí estaban algunas de las figuras más importantes de los últimos 15 años de gobierno, como el ex vicepresidente y luego ministro de Economía, Danilo Astori y, claro, Pepe Mujica.
Aunque a fines del año pasado Vázquez había asegurado que estaba “curado” de su cáncer, su salud se notaba deteriorada. Este sábado se encendieron las alarmas cuando se informó que había tenido una recaída y estaba grave. No quiso ser internado. Prefirió morir en su casa, con su familia.
Fuente: https://www.clarin.com/
Vetó la ley del aborto
El médico Tabaré Vázquez fue dos veces presidente de Uruguay y perteneciente al Frente Amplio (partido de izquierda), vetó la iniciativa abortista aprobada por el Congreso uruguayo, el 14 de noviembre del 2008, argumentando que “la legislación no puede desconocer la realidad de la existencia de vida humana en su etapa de gestación, tal como de manera evidente lo revela la ciencia”, para agregar que “el verdadero grado de civilización de una nación se mide por cómo se protege a los más necesitados. Por eso se debe proteger más a los más débiles”.