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Carlos Pérez Llana: «Este gobierno carece de política exterior»

No sabemos con quién aliarnos, dice el experto en relaciones internacionales.Por Carmen María Ramos

“Hay un gran desconocimiento del mundo. Falta una evaluación correcta de la agenda internacional. Este gobierno no tiene política exterior; no sabe quiénes son sus socios, sus aliados y no ha decidido si quiere estar al lado de los modelos populistas o de los socialdemócratas”, dice Carlos Pérez Llana, especialista en el tema.

Pérez Llana nació en Santa Fe. Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional de Rosario e hizo su tesis de posgrado en el Instituto de Altos Estudios para América Latina de la Universidad de París III. Veinticinco años después regresó a Francia como embajador del gobierno de Fernando de la Rúa.

De los dos viajes volvió al país con decisiones que marcarían su vida. La primera vez lo hizo con la idea de afiliarse al radicalismo. No pudo hacerlo entonces más que en intención, porque eran tiempos de gobierno militar y las urnas, según la frase tristemente célebre, estaban bien guardadas.

“En París me había aproximado al grupo que lideraba el socialista Michel Rocard, que después fue primer ministro. Me hice socialdemócrata y lo más parecido que encontré en la Argentina fue el radicalismo», dice. Empezó a militar junto a Antonio Tróccoli -de quien después sería subsecretario en la cartera de Interior- y en 1983, con el retorno de la democracia, se afilió.

La segunda vez que regresó de Francia, concluido abruptamente el gobierno de la Alianza, decidió que no quería vivir más en Buenos Aires. Después de recorrer distintos lugares del interior del país decidió que su lugar en el mundo estaba en La Granja, un lindísimo pueblito serrano a 50 kilómetros del aeropuerto cordobés de Pajas Blancas, lo que le simplifica sus viajes quincenales a Buenos Aires para dictar clases en la Universidad Di Tella.

En la ciudad de Córdoba dirige también la carrera de Relaciones Internacionales en la Universidad Siglo 21. Fue profesor de la Universidad de Belgrano, de la UCA y de la Universidad de San Andrés, y es autor, entre otros libros, de «El regreso de la historia» (Sudamericana), una reseña del mundo a partir del fin de la Guerra Fría, que incluye la caída del Muro y la crisis asiática de 1997 y 1998. Actualmente prepara un libro sobre América latina.

-Usted hizo su tesis de doctorado sobre la política exterior de los populismos latinoamericanos en los años 70. ¿Qué pasa hoy con esos modelos políticos?

-El triunfo de Evo Morales, el protagonismo de Hugo Chávez, el peso creciente de las corrientes indigenistas en Perú, Ecuador y Guatemala, sumado a gobiernos como los de Lula da Silva en Brasil, Tabaré Vázquez en Uruguay, Ricardo Lagos y ahora Michelle Bachelet en Chile y el propio Néstor Kirchner impulsaron una lectura común: América latina habría girado a la izquierda. Como suele ocurrir, estos diagnósticos generalistas simplifican y deforman.

-¿No hubo un viraje hacia la izquierda, entonces?

-En la actualidad, yo describiría por lo menos tres modelos políticos en América del Sur: uno socialdemócrata, uno conservador y uno populista o chavista. Cada uno de estos modelos tiene una visión del mundo, un bagaje histórico y una política exterior distinta. El primero prioriza el comercio, la inserción económica internacional, las inversiones, y trata de administrar la globalización. Sería el modelo de Chile y, probablemente, el de Uruguay. El segundo les da prioridad a estos temas, pero incluye aspectos vinculados con la seguridad. Consecuentemente, busca una fuerte alianza con los Estados Unidos. Son los casos de Colombia y de Paraguay. Finalmente, el modelo populista está configurado como una alianza que integra a diversas corrientes: nacionalismo, indigenismo, cesarismo militar, castrismo y marxismo postsoviético. En general, amalgaman el antinorteamericanismo y la figura carismático-providencialista de sus líderes.

-Cuba, Venezuela

-En Venezuela, Bolivia y, probablemente, Ecuador habita este populismo. En Perú, el triunfo del APRA, con Alan García, significó una derrota populista y la inclinación hacia el modelo socialdemócrata. Al castrismo actual se le complicaría la supervivencia sin los recursos económicos que le proporciona Chávez. El líder venezolano le da ese plus económico que antes le daba la Unión Soviética, lo que le va a permitir a la elite castrista tener después de Castro una transición mucho más ordenada y segura que lo que uno podía vislumbrar hace diez años. El colapso del castrismo sin Chávez estaba prácticamente escrito, pero la presencia de Chávez le da la posibilidad de prolongarse.

-¿Qué papel juegan los recursos energéticos en este nuevo escenario de los nacionalismos sudamericanos?

-La existencia de cuantiosas reservas de petróleo y gas coloca a la región en un lugar expectante. De allí la preocupación norteamericana por los movimientos de Chávez en la zona andina (Bolivia, Perú y Ecuador), así como por el creciente antinorteamericanismo y por el apoyo a la estatización de las reservas energéticas que expresan los movimientos indigenistas.

-¿Qué papel juega Kirchner en todo este esquema?

-Así como hay un modelo de derecha, un modelo socialdemócrata y un modelo populista, la pregunta que uno se hace es dónde se anota la Argentina. La sensación, desgraciadamente, es que estamos bastante cerca del modelo populista o chavista, lo que me parece un error.

-¿Cuán cerca estamos?

-Si la Argentina recibió a Chávez tantas veces, si aceptó el papel que tuvo en la cumbre de Mar del Plata, en noviembre último, si permitió el show de Castro y de Chávez en la reunión del Mercosur en Córdoba, y si nuestro país impulsa a Venezuela en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, todo esto no es gratuito. Pero donde veo el principal error, no sólo de la Argentina sino también de Brasil, es en la incorporación de Venezuela al Mercosur. En vez de plantear una dinámica de profundización, se optó por la huida hacia adelante. Lamentablemente, creo que el Mercosur va a sumar un componente político en detrimento del componente económico, y estoy casi seguro de que entonces Brasil va a terminar negociando con los Estados Unidos. Ahí se renovaría la pregunta acerca de con quién se queda la Argentina, a quién nos queremos parecer, con quiénes nos queremos aliar. Yo creo que para estos interrogantes la Argentina no tiene respuesta, porque no hay política exterior.

-¿Este gobierno no tiene política exterior?

-Creo que hay un gran desconocimiento del mundo y un gran desconocimiento de la importancia del mundo. Tampoco hay una evaluación correcta de cuál es la agenda internacional, cuáles son las tendencias y cómo podemos beneficiarnos. Este gobierno no tiene política exterior porque no ha definido una lectura del mundo. Tampoco sabe quiénes son sus socios, quiénes son sus aliados, a quiénes nos queremos parecer, si al modelo populista o al socialdemócrata.

-Daría la impresión de que hay mayor afinidad con el eje Bolivia-Venezuela-Cuba. ¿O no?

-Al menos es lo que se ve. Ahora, si yo digo que soy un aliado estratégico de Venezuela y Venezuela es un aliado estratégico de Irán o de Belarús, me estoy equivocando en las afinidades electivas. Esos aliados no nos sirven, porque no nos ayudan a ser confiables y a generar condiciones para una mejor calidad de vida de nuestra gente. Necesitamos tener una brújula que nos indique dónde están las oportunidades, y aprovecharlas. Consecuentemente, lo que define la política exterior es el interés y no la ideología.

-No es lo que estamos viendo

-La prioridad hoy es estar en el mundo. Seguirlo a Chávez no es lo más adecuado, primero por las características de Chávez y segundo porque Venezuela es un «petroestado», que puede hacer una serie de apuestas internacionales en función de los importantes recursos que posee, derivados del petróleo. Esas apuestas están inspiradas en medidas que intentan complicarles a los Estados Unidos el ejercicio de su poder. De allí su alianza con Irán, de allí su apoyo a Corea del Norte, de allí la compra de armamento a Rusia y el planteo de la opción nuclear también para Venezuela. Todo esto encaja dentro de una visión que busca impedir que los Estados Unidos puedan avanzar, y nosotros pareceríamos adscribir a ese modelo.

Carmen María Ramos

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 2 de setiembre de 2006.

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