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La Iglesia y la defensa del orden natural

Monseñor Héctor Aguer –arzobispo de La Plata- explicó que la Iglesia no sólo enseña verdades religiosas, es decir las verdades de nuestra fe contenidas en el Credo, sino que también esclarece las realidades del orden natural; las que “tienen que ver con la naturaleza de las cosas, con la naturaleza de la persona humana y sus actos, con el orden de la creación”.

El sábado 2 de septiembre, en su reflexión semanal en el programa “Claves para un Mundo Mejor” (Canal 9), Mons. Héctor Aguer –Arzobispo de La Plata-, explicó que la Iglesia no sólo enseña verdades religiosas, es decir las verdades de nuestra fe contenidas en el Credo, sino que también esclarece las realidades del orden natural; las que “tienen que ver con la naturaleza de las cosas, con la naturaleza de la persona humana y sus actos, con el orden de la creación”. “La Iglesia –afirmó el prelado- tiene el deber de esclarecer también la conciencia del pueblo sobre estos asuntos y lo hace proyectando sobre ellos la luz de la Revelación”. Por eso, advirtió, “estas enseñanzas no deben descartarse rápidamente como opiniones religiosas. No son opiniones religiosas”.

Resaltó además el Arzobispo de La Plata que ese esclarecimiento se torna tanto más urgente “cuando la fuerza de la propaganda y las presiones de los personeros de la cultura de la muerte difunden una mentalidad favorable al aborto, a la eutanasia y a otros atentados contra la vida humana y la dignidad de la persona”.

A continuación adjuntamos el texto completo de la alocución televisiva de Mons. Aguer:

LA IGLESIA Y LA VERDAD SOBRE EL HOMBRE

“Frecuentemente, cuando se discuten cuestiones acerca de la familia, los problemas de bioética, lo que atañe a la vida humana y su dignidad, el derecho a la vida desde la concepción a la muerte natural, y otros temas, hay gente que se asombra porque la Iglesia tenga algo que decir sobre ellos”.

“Hemos escuchado a mucha gente comentar que éstas son cuestiones religiosas y que por tanto la problemática moral relacionada con ellas es algo que corresponde observar a los creyentes pero que los demás, los que no comparten nuestra fe, no tendrían por qué prestar atención estas indicaciones de la Iglesia”.

“A otras personas les parece excesivo que la Iglesia remarque con tanta insistencia estas cuestiones, que intervenga con frecuencia sobre estos problemas”.

“Hay que decir que en realidad, estos temas no pertenecen de suyo al orden religioso o dogmático; no son problemas que se le plantean sólo al hombre de fe, sino que son cuestiones de orden natural. Así debemos llamarlos: de orden natural, porque tienen que ver con la naturaleza de las cosas, con la naturaleza de la persona humana y sus actos, con el orden de la creación. La problemática moral acerca de ellos es algo que brota espontáneamente en la conciencia del hombre que sabe distinguir el bien del mal”.

“¿Porqué, entonces, la Iglesia se permite enseñar sobre estas cuestiones? Hay encíclicas de los Papas, intervenciones continuas del Magisterio de la Iglesia; hay puntualizaciones de los obispos sobre estos temas… La Iglesia interviene en estas cuestiones entrañablemente humanas que son de carácter filosófico, tienen que ver con la recta razón, que es capaz de captar el orden de la creación, la verdad de las cosas”.

“La Iglesia lo hace porque a lo largo del tiempo, según los vaivenes de la cultura, estas verdades quedan muchas veces como borroneadas en la mentalidad común, quedan oscurecidas; ya no es tan claro para muchísima gente, por ejemplo, que deba respetarse la vida de cualquier ser humano desde el momento de la concepción. Más aún, hay ciertas opiniones y discusiones sobre el asunto que complican mucho más el panorama porque añaden confusión y se mueven por intereses ajenos a la verdad”.

“Más grave es, todavía, cuando en un época determinada, en un país, en una generación, se pierde el sentido de estas realidades fundamentales de la condición humana. Así ocurre cuando la fuerza de la propaganda y las presiones de los personeros de la cultura de la muerte difunden una mentalidad favorable al aborto, a la eutanasia y a otros atentados contra la vida humana y la dignidad de la persona”.

“La Iglesia tiene el deber de esclarecer también la conciencia del pueblo sobre estos asuntos y lo hace proyectando sobre ellos la luz de la Revelación. Para eso Dios nos ha dado los 10 Mandamientos. Si vamos al caso, el contenido de ellos corresponde al orden natural, son expresiones de la ley natural, y sin embargo Dios ha promulgado esos 10 Mandamientos para que no quepa duda de que esa es su voluntad. Él es el Creador de la naturaleza y es, también, el Creador del hombre, es el que le ha fijado al hombre un destino y por eso con su Palabra nos orienta en la vida para que no fallemos en aquel destino que Él nos ha ofrecido y que es, en definitiva, el encuentro con Él en la vida eterna”.

“De modo que la Iglesia no sólo enseña verdades religiosas, es decir las verdades de nuestra fe contenidas en el Credo, no solamente nos comunica a través de los sacramentos la vida de la gracia sino que también esclarece las realidades del orden natural. Así presta un servicio a la humanidad, como que es experta en humanidad”.

“¿Porqué la Iglesia insiste tanto en estos asuntos que, hoy, son discutidos por muchos y que, incluso, son vulnerados por leyes inicuas? Lo hace por respeto a la dignidad humana y para salvar la condición humana de la ruina que la amenaza en un momento cultural caracterizado por la confusión y el relativismo”.

“Debemos estar agradecidos, entonces, de poder contar con esta iluminación”.

“Estas enseñanzas no deben descartarse rápidamente como opiniones religiosas. No son opiniones religiosas. Que la autoridad religiosa las enseñe no implica que ellas sean exclusivas para los creyentes; ayudan a conocer cada vez mejor qué es el hombre, quiénes somos, cómo somos, qué es este mundo, esta creación en la cual nos movemos y cuál es el fin de nuestra vida, el sentido de nuestra existencia en la tierra.”

Fuente: Notivida, Año VI, nº 388, 2 de septiembre de 2006.

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