Cada 1º de mayo tiene un significado especial para los trabajadores del mundo. Podríamos tomarnos el atrevimiento de compararlo con una segunda Navidad y no nos faltarán razones. El 1º de mayo marca también un nacimiento fundamental en nuestra vida: es el día que nació la conciencia plena de nuestros derechos. Y fue además el día que gestó a nuestros primeros mártires, los 8 condenados por haber militado, con el cuerpo y con la vida, la defensa del primer derecho básico y elemental, el de la jornada de 8 horas diarias.
Como en Navidad, es un día que nos convoca a estar en familia, a juntarnos con nuestros afectos más cercanos. El simple saludo deseándonos un día feliz encierra mucho más que una expresión de buenos augurios: significa ponderar el lazo que nos hace compartir el esfuerzo con que nos ganamos el pan de cada día, que nos convierte en «compañeros», que no es una identificación partidaria, sino un vínculo social. Somos esto, somos trabajadores: en las fábricas, en las aulas, en las oficinas, en las obras, en los hospitales, en los palacios y en los barrios populares.
Por eso queremos que este 1º de mayo sea una fiesta en medio de la lucha. Queremos, anhelamos, necesitamos estar en familia, encontrarnos con nuestros afectos, sentirnos cerca del compañero con el que compartimos esfuerzos y objetivos, alegrías y pesares. Expresar esperanzas en el deseo compartido de que tengamos un día feliz.
Todo ese deseo no puede desconocer las acechanzas y amenazas que ensombrecen nuestro presente y se ciernen como una oscura tormenta en el futuro. Soportamos la presión indisimulada de los poderosos dueños de la economía nacional, corporaciones para quienes nosotros, los trabajadores, somos un «recurso» desechable, que genera «costos» en una planilla de cálculo donde los números invariablemente son a la baja. Vienen por nuestros derechos. Y llegan con el poder de los monopolios, de la justicia parcial, de los prejuicios de clase y de las mentiras multiplicadas por las redes sociales y las comunicaciones modernas.
Un siglo y medio después del sacrificio de los mártires de Chicago nos avergüenza una realidad que obliga a los trabajadores a procurar más horas de trabajo para sobrevivir, como esclavos de la modernidad «anarco-capitalista». Y todos los días tememos por fuentes de trabajo en peligro, frente a una política que desprecia a la producción nacional y al rol del Estado presente.
Desde la CGT Rafaela vamos a celebrar nuestro día. Con nuestras familias, con nuestra gente, con los que nos acompañan en sueños y esperanzas. Esa unidad nos hará fuertes en la lucha que vendrá, en la conciencia de que sin derechos que nos protejan no habrá trabajadores sino esclavos.